Trabajadores portuarios e historiografía laboral

Dock­work­ers and labour his­to­ry

Fred­er­ick Coop­er*

Tra­duc­ción: Cami­lo San­tibáñez Rebolle­do** Revisión: Luciana Salan­dro***

El estu­dio históri­co del tra­ba­jo por­tu­ario empren­di­do en Dock Work­ers. Inter­na­tion­al Explo­rations in Com­par­a­tive Labour His­to­ry, 1790–1970 pre­sen­ta dos aspec­tos nota­bles. El primero es que una pro­por­ción sig­ni­fica­ti­va de la inves­ti­gación real­iza­da sobre los tra­ba­jadores por­tu­ar­ios fue elab­o­ra­da con moti­vo de la instan­cia que orig­inó el libro.[1] Cier­ta­mente, nun­ca antes se había inten­ta­do una com­para­ción sis­temáti­ca del tra­ba­jo por­tu­ario a lo largo del tiem­po y en difer­entes regiones geográ­fi­cas, aunque los obreros que eje­cu­taron estas labores sí eran deposi­tar­ios de gen­er­al­iza­ciones sin base empíri­ca: que fueron obreros ais­la­dos, propen­sos a la huel­ga y lab­o­ral­mente volátiles.[2] En segun­do tér­mi­no, la his­to­ria lab­o­ral, y par­tic­u­lar­mente la his­to­ria lab­o­ral basa­da en for­mas especí­fi­cas de orga­ni­zación del tra­ba­jo, se encuen­tra actual­mente en un esta­do de con­sid­er­able incer­tidum­bre. Algunos afir­man que existe una cri­sis: que su propósi­to ha desa­pare­ci­do jun­to con el rol van­guardista del tra­ba­jo en las políti­cas del siglo XX, que su meta­nar­ra­ti­va sub­y­a­cente a la pro­le­ta­rización no puede sosten­er­la, que las vidas de las per­sonas que lab­o­ran por un salario no pueden ser apre­hen­di­das ponien­do a pri­ori lo lab­o­ral como el cen­tro de sus exis­ten­cias. Otros afir­man que no hay ningu­na cri­sis: que la his­to­ria lab­o­ral ha sido abier­ta y diver­si­fi­ca­da, que ha con­tribui­do mucho al análi­sis de género, de raza y de cul­tura, y que amplía nues­tra con­cep­ción de la políti­ca pop­u­lar en lugar de con­fi­narla a un par­a­dig­ma obrerista [How­ell 1995: 46–53; Katznel­son 1994; Sewell  1993]

Un estu­dio pro­li­jo del tra­ba­jo por­tu­ario a lo largo del tiem­po y los lugares puede cumplir un rol salud­able en el abor­da­je de los prob­le­mas de la his­to­ri­ografía lab­o­ral en gen­er­al. En medio de los retos prop­uestos por el giro lingüís­ti­co (dis­course the­o­ry) y los estu­dios cul­tur­ales (cul­tur­al stud­ies), prestar aten­ción a los puer­tos nos recuer­da que el mate­ri­al­is­mo, tan fre­cuente y des­fachatada­mente descar­ta­do, tiene que ser con­fronta­do. Descar­gar un bar­co, cualquiera sea el lengua­je en que los tra­ba­jadores refier­an lo que están hacien­do, sigue sien­do descar­gar un bar­co. La uti­lización de fuerza man­u­al, grúas y con­tene­dores hace una difer­en­cia fun­da­men­tal en la expe­ri­en­cia de tra­ba­jo y en la for­ma que adquieren las luchas por el con­trol del pro­ce­so lab­o­ral. El carác­ter com­par­a­ti­vo de Dock Work­ers brin­da, por tan­to, un enfoque par­tic­u­lar respec­to de si la his­to­ria lab­o­ral –par­tic­u­lar­mente la influ­en­ci­a­da por la teoría marx­ista- impli­ca un suje­to “uni­ver­sal”, bajo la for­ma de “el obrero”, que pre­scinde de las dimen­siones de género, raza y colo­nial­is­mo [Frad­er y Rose 1996]. Pues la com­para­ción per­mite inter­rog­ar las gen­er­al­iza­ciones y las par­tic­u­lar­i­dades con un cier­to gra­do de pre­cisión.

No obstante, la cuestión históri­ca es más que com­par­a­ti­va. Los puer­tos no son sim­ples casos especí­fi­cos de un fenó­meno gen­er­al; están inter­conec­ta­dos entre sí. Cualquiera sea la local­ización de un puer­to, el moti­vo por el que existe es su relación con otros lugares igual­mente especí­fi­cos. Las mer­cancías que via­jan entre lugares con­sti­tuían la base mate­r­i­al del tra­ba­jo de los obreros por­tu­ar­ios, pero las ideas y las rela­ciones sociales via­ja­ban jun­to con dichas mer­cancías físi­cas. La orga­ni­zación del tra­ba­jo puede ten­er raíces pro­fun­das en cier­tas cul­turas e his­to­rias de poder especí­fi­cas, pero las com­pañías navieras tenían tan­to un alcance glob­al como conex­iones locales; de modo que los puer­tos eran nece­sari­a­mente sitios de conex­ión, forzan­do la com­para­ción de cos­tos y méto­dos. Los movimien­tos obreros en un lugar a menudo sabían sobre los movimien­tos de tra­ba­jadores en otros, y las diver­sas comu­nidades de marineros crecieron en los puer­tos, con­jun­ta­mente con las comu­nidades de obreros por­tu­ar­ios. Esto no nos brin­da “puro cap­i­tal­is­mo”, como tam­poco una indus­tria más local­mente con­fi­na­da nos brindaría “pura cul­tura”; pero sí colo­ca todas las dimen­siones de las conex­iones glob­ales –des­de el com­er­cio has­ta el poder cor­po­ra­ti­vo y des­de la col­o­nización a los movimien­tos obreros inter­na­cionales- en un lugar des­de el que no podemos obviar­las.

¿Qué está en juego en la dis­cusión sobre la cri­sis de la his­to­ri­ografía lab­o­ral? En parte, es la habit­u­al búsque­da académi­ca por una hege­monía par­a­dig­máti­ca, que nece­si­ta pro­bar que los ancianos dejaron de com­pren­der el paisaje. Especí­fi­ca­mente: el flan­co del pro­tag­o­nis­mo de la clase obr­era en la his­to­ria, pro­pio de la teoría marx­ista, que ata­can quienes se con­sid­er­an en una era “post-marx­ista”. Las ver­siones más promi­nentes de esta línea ponen el énfa­sis en cómo el tra­ba­jo se con­sti­tuye como cat­e­goría del dis­cur­so más que en delin­ear las condi­ciones y acciones de una cat­e­goría cuya nat­u­raleza y lim­ita­ciones bási­cas se dan por sen­tadas [Scott 1988]. Resul­tan­do más intere­sante cualquier otro tipo de fil­iación –la noción gen­eral­mente defini­da como políti­ca “pop­u­lar” por ejem­p­lo, o la ori­en­ta­da en torno al var­i­opin­to de “iden­ti­dades” [Joyce 1991] La his­to­ri­ografía lab­o­ral está acu­sa­da de per­mi­tir que una figu­ra, que es de hecho mas­culi­na –un obrero por­tu­ario se pres­ta ade­cuada­mente a esto- se pre­ten­da uni­ver­sal. Tam­poco está claro, inclu­so en  his­to­rias que se sitúan en África o Asia, que la trans­posi­ción de una his­to­ria sobre la bur­guesía y el pro­le­tari­a­do llegue al fon­do de las rela­ciones de poder en las colo­nias, tan­to den­tro como fuera de los lugares de tra­ba­jo [Chakrabar­ty 1992; Coop­er 1995: 235–241]. El prob­le­ma es todavía más pro­fun­do debido al aparente decrec­imien­to de los movimien­tos obreros en la actu­al­i­dad. Pero el hecho de que la cen­tral­i­dad de la his­to­ria lab­o­ral ya no sea evi­dente por sí mis­ma no impli­ca dejar de defend­er su util­i­dad ni la vital­i­dad del tra­ba­jo que de hecho se desar­rol­la en esta área.

Teoría, historia y puertos

Se puede comen­zar con un argu­men­to del pro­pio Marx. En la teoría marx­ista, “obrero” es una cat­e­goría situ­a­da históri­ca y geográ­fi­ca­mente. El “obrero” se con­vierte en una cat­e­goría social sig­ni­fica­ti­va úni­ca­mente cuan­do la fuerza de tra­ba­jo se con­vierte en mer­cancía; es decir, cuan­do se for­ma una clase de hom­bres y mujeres despro­vis­tos de los medios de pro­duc­ción. Antes de esto, dichos hom­bres y mujeres tenían difer­entes rela­ciones con el pro­ce­so pro­duc­ti­vo, que pueden o no ser com­pa­ra­bles, sien­do el desar­rol­lo del cap­i­tal­is­mo el que tor­na posi­ble la defini­ción de toda una clase a par­tir de la ven­ta de su fuerza de tra­ba­jo. Los his­to­ri­adores lab­o­rales marx­is­tas nun­ca han sido tan ingen­u­os como para supon­er que esta his­to­ria de la pro­le­ta­rización es la mis­ma en todas partes, pero el asun­to rad­i­ca en que el con­trol del cap­i­tal sobre la fuerza de tra­ba­jo es una tra­ma mundial­mente infran­que­able de con­sid­er­ar. Si el pro­ce­so por el cual los hom­bres y las mujeres entraron en el tra­ba­jo asalari­a­do var­ió, así como vari­aron las con­se­cuen­cias del tra­ba­jo para la super­viven­cia de sus famil­ias, lo cier­to es que las impli­ca­ciones expan­si­vas del desar­rol­lo del cap­i­tal­is­mo obligaron a dichas per­sonas a la adaptación, la resisten­cia o la recon­fig­u­ración de la for­ma de hac­er las cosas. Los inves­ti­gadores de las difer­entes regiones del mun­do con­cuer­dan, en su may­oría, en que una visión deter­min­ista del cap­i­tal­is­mo glob­al ‑que, por ejem­p­lo, supone el some­timien­to de la per­ife­ria region­al a cier­tos tipos de sis­temas de tra­ba­jo- encubre los con­flic­tos y las adapta­ciones que han con­fig­u­ra­do la his­to­ria económi­ca mundi­al. Pero tam­poco se puede huir del mon­struo: supon­er que cat­e­gorías par­tic­u­lares de per­sonas definen sus mun­dos úni­ca­mente medi­ante el dis­cur­so es renun­ciar a explicar cómo el mun­do ha lle­ga­do a ser lo que es [Coop­er 1993]. La his­to­ria lab­o­ral no debe rehuir a la pre­gun­ta sobre el por qué y cómo la gente tra­ba­ja, o sobre cómo la nat­u­raleza de la pro­duc­ción en una parte del mun­do se liga con otra. Lo que no impli­ca asumir, por cier­to, que se cuen­ta con las respues­tas.

No siem­pre se tiene pre­sente que uno de los tex­tos clási­cos de his­to­ria lab­o­ral,  La for­ma­ción de clase obr­era en Inglater­ra, de E. P. Thomp­son, tra­ta en su may­or parte de la resisten­cia que los arte­sanos opusieron a su con­ver­sión en clase obr­era, par­tic­u­lar­mente, en defen­sa de la preser­vación del tra­ba­jo man­u­al, de la reg­u­lación de cier­tas fas­es pro­duc­ti­vas y de la obten­ción de los mejores tratos posi­bles con los com­er­ciantes o ter­rate­nientes a par­tir de sus for­t­alezas y vul­ner­a­bil­i­dades tan­to como de sus rela­ciones históri­c­as, para evi­tar ser reduci­dos a meros vende­dores de su fuerza de tra­ba­jo. El propósi­to de Thomp­son era que sus lec­tores obser­varan que la expe­ri­en­cia involu­cra­da en esta lucha para no con­ver­tirse en clase, definió la for­ma cla­sista en que sus pro­tag­o­nistas actu­aron cuan­do perdieron la batal­la. Si lo con­sigu­ió o no es un asun­to dis­cutible. Algunos insi­s­tirán inclu­so en que una cat­e­goría como “rad­i­cal­is­mo urbano” abar­ca mejor los patrones de la políti­ca dec­i­monóni­ca en Inglater­ra que la suposi­ción de que la gente con una mis­ma relación respec­to de los medios de pro­duc­ción actuó colec­ti­va­mente [Thomp­son 1993; Joyce 1991; Cal­houn 1982].

Es en este pun­to, pre­cisa­mente, donde la his­to­ria lab­o­ral ha mostra­do sus may­ores posi­bil­i­dades durante las últi­mas décadas: no asumir una clase obr­era uni­ver­sal, sino con­ce­bir el tra­ba­jo y las clases tra­ba­jado­ras de modo dinámi­co, con­streñi­dos por el poder del cap­i­tal, pero aprovechan­do las posi­bil­i­dades en los lev­an­tamien­tos den­tro y con­tra dicha dom­i­nación; con­streñi­das por sus propias rela­ciones de género y raza, pero con­struyén­dose sobre una var­iedad de sol­i­dari­dades para adap­tarse o desafi­ar al cap­i­tal, y redefinien­do, en el pro­ce­so, el género y la raza [Frad­er and Rose 1996]. La his­to­ria lab­o­ral ha demostra­do tam­bién que el cap­i­tal ha esta­do lejos de ser una mera máquina de max­i­mización de plus­valía; que, por el con­trario, se ha com­pro­meti­do con la con­struc­ción de coa­li­ciones políti­ca­mente viables tan­to como con la domes­ti­cación de sus pro­pios exce­sos, en aras de la esta­bil­i­dad [Bald­win 1990]. Los cap­i­tal­is­tas tam­bién demues­tran conocimien­to, igno­ran­cia y pun­tos de vista par­tic­u­lares, que refle­jan tan­to como desconcier­tan a quienes les rodean, y que, en con­se­cuen­cia, no pueden reducirse a un sim­ple refle­jo de sus intere­ses. De hecho, no está claro que se pue­da decir mucho respec­to de tales intere­ses sin exam­i­nar las estruc­turas medi­ante las que éstos eran percibidos como tales: Lau­ra Downs ha mostra­do, por ejem­p­lo, que los cap­i­tal­is­tas tendían a eval­u­ar la habil­i­dad como atrib­u­to deter­mi­na­do por el género [Downs 1995].

Los puer­tos son lugares intere­santes para estu­di­ar estas cues­tiones porque su posi­ción nodal en las rela­ciones cap­i­tal­is­tas glob­ales reúne a tra­ba­jadores, patrones y fun­cionar­ios estatales con var­iedades de expe­ri­en­cias y per­spec­ti­vas respec­to de la orga­ni­zación del tra­ba­jo, del espa­cio y de las rela­ciones sociales, y tam­bién porque están ubi­ca­dos en el cir­cuito de las ideas. Lo que ofrece, inmedi­ata­mente, una doble parado­ja en la his­to­ria de cómo las difer­entes for­mas de tra­ba­jo evolu­cio­nan y cam­bian bajo el cap­i­tal­is­mo.

En primer lugar, el tra­ba­jo por­tu­ario es abso­lu­ta­mente cru­cial para que el cap­i­tal obten­ga los fru­tos de sus esfuer­zos pro­duc­tivos; y al mis­mo tiem­po, la con­cen­tración de tra­ba­jadores en estos sitios reduci­dos la tor­na par­tic­u­lar­mente vul­ner­a­ble a la dis­rup­ción. No obstante, el mis­mo tra­ba­jo por­tu­ario logró resi­s­tir los impul­sos racional­izadores del cap­i­tal­is­mo mod­er­no has­ta hace rel­a­ti­va­mente poco, tratan­do de evi­tar los peli­gros de una pro­le­ta­rización demasi­a­do rígi­da. Los tra­ba­jadores por­tu­ar­ios han goza­do de escasa seguri­dad respec­to de sus puestos de tra­ba­jo, poca pro­tec­ción frente a la acci­dentabil­i­dad lab­o­ral y las arbi­trariedades patronales, y, en con­se­cuen­cia, sus orga­ni­za­ciones han tenido que enfrentar rela­ciones bas­tante fric­cionadas con los patrones en muchos puer­tos. Eric Hob­s­bawm, por ejem­p­lo, con­sid­er­a­ba “prim­i­ti­vo” y “muy nece­si­ta­do de racional­ización” el tra­ba­jo por­tu­ario del siglo XIX en Inglater­ra; pero en 1964, el momen­to en que escribió dicha apre­ciación, la primera sociedad cap­i­tal­ista del mun­do aún no había desev­en­tu­al­iza­do sus muelles del todo [Hob­s­bawm 1964: 204–30]. ¿Por qué el cap­i­tal ha sido tan laxo en el res­guar­do del orden de estos lugares par­tic­u­lar­mente valiosos para sus propósi­tos?

En segun­do lugar, el tra­ba­jo por­tu­ario, al igual que otras ocu­pa­ciones, var­ió enorme­mente con los cam­bios tec­nológi­cos; pero los puer­tos inves­ti­ga­dos en Dock Work­ers mues­tran una con­sid­er­able per­sis­ten­cia de las rela­ciones sociales de pro­duc­ción. La impor­tan­cia de las cuadrillas (gangs), en los var­ios sig­nifi­ca­dos del tér­mi­no, resalta en difer­entes con­tex­tos: de Shang­hai a Nue­va York, de Marsel­la a Bom­bay, la autoor­ga­ni­zación es un asun­to rel­e­vante en el tra­ba­jo por­tu­ario. Los empre­sar­ios par­tidar­ios de la dis­ci­plina ver­ti­cal, ya fuera medi­ante jefes todopoderosos o la racional­ización lab­o­ral, tuvieron prob­le­mas para enfrentar el poder de sus pro­pios agentes inter­me­di­ar­ios. ¿Por qué este grupo de tra­ba­jadores, con un fuerte gra­do de dis­ci­plina inter­na y sol­i­dari­dad, per­duró y se extendió por los muelles, cuan­do, en la may­oría de los casos, esto había sido obje­to de la racional­ización cap­i­tal­ista?

En suma, ¿por qué los puer­tos de todo el mun­do tienen tan­to en común, y por qué pre­cisa­mente esos ras­gos seme­jantes se com­bi­nan y sin­cronizan con la his­to­ria lab­o­ral del desar­rol­lo cap­i­tal­ista? Que la deman­da de tra­ba­jo fluc­túe en los puer­tos es una obser­vación rel­e­vante pero no deter­mi­nante; porque cuan­to may­or sea el vol­u­men de un puer­to, las fluc­tua­ciones tien­den a equi­li­brarse, de modo que un núcleo per­ma­nente de obreros, com­ple­men­ta­do por even­tuales, podría resul­tar en prin­ci­pio tan ven­ta­joso para los patrones como los obreros per­ma­nentes lo son en otras indus­trias. Cuan­do los puer­tos se desev­en­tu­alizaron, los ger­entes fueron capaces de resolver las rugosi­dades del sis­tema. Tam­poco puede supon­erse que las ciu­dades por­tu­ar­ias ten­gan nece­sari­a­mente exce­dentes de fuerza de tra­ba­jo no cal­i­fi­ca­da; pues esto fluc­túa con mucha may­or veloci­dad que la orga­ni­zación del tra­ba­jo por­tu­ario.

Escotillas, muelles y proceso de trabajo

En su total­i­dad, los ensayos reunidos en Dock Work­ers evi­den­cian la cen­tral­i­dad de los inter­me­di­ar­ios en los pro­ce­sos de con­trat­ación y con­trol; hom­bres cuyo poder frente a los empleadores derivó pre­cisa­mente de su habil­i­dad para dispon­er de cuadrillas de tra­ba­jadores (gangs), y cuyo poder frente a dichos tra­ba­jadores era su posi­ción como guardianes del acce­so a los puestos de tra­ba­jo. Estos inter­me­di­ar­ios aparecieron tem­prana­mente en la his­to­ria de cada puer­to, y mien­tras la orga­ni­zación del tra­ba­jo evolu­cionó, mostraron una con­sid­er­able capaci­dad de per­ma­nen­cia y adapt­abil­i­dad. Ofrecieron solu­ciones par­ciales tan­to a los patrones como a los obreros: un modo de hac­er lo que tenía que hac­erse, inclu­so si no era lo ópti­mo para perío­dos pro­lon­ga­dos. Tam­bién establecieron intere­ses pro­pios que resul­taron extremada­mente difí­ciles de con­tro­lar para los Esta­dos y las com­pañías.

Cier­ta­mente, enfo­carse en jefes de cuadrillas (gang lead­ers), diri­gentes sindi­cales, cap­at­aces de muelle y fig­uras seme­jantes no ha sido el fuerte de la his­to­ri­ografía lab­o­ral; la que ha preferi­do ver a los tra­ba­jadores como víc­ti­mas oprim­i­das o com­bat­ientes tenaces, y a los cap­i­tal­is­tas como cal­cu­ladores racionales o vil­lanos de corazón frío. Los jefes de cuadrillas (gang lead­ers) y los cap­at­aces son la quin­taes­en­cia de las fig­uras ambiguas. Des­de una per­spec­ti­va, estos agentes reclu­ta­dores de cuadrillas y jefes de pagos dis­min­uyeron el poder de los empleadores a su niv­el más bajo: sólo a través de ellos los hom­bres podían con­seguir tra­ba­jo, situán­dose en una posi­ción de extor­sión económi­ca sobre los tra­ba­jadores por­tu­ar­ios y de exi­girles obe­di­en­cia, así como ejercer autori­dad de super­visión sobre ellos. Mira­do des­de otra per­spec­ti­va, el jefe de cuadrilla era el hom­bre de los hom­bres: lo que ofrecía a los agentes de las com­pañías no era otra cosa que lo que los hom­bres pro­por­ciona­ban, tenien­do que ase­gu­rarse de dispon­er­lo en fun­ción de su posi­ción. La sindi­cal­ización y la con­sol­i­dación de las com­pañías no rompió nece­sari­a­mente esta relación –por el con­trario, este rol fue a veces cumpli­do por los mis­mos sindi­catos.

Los capí­tu­los que com­po­nen Dock Work­ers ilus­tran vari­antes del reclu­tamien­to y el con­trol per­son­al­iza­do en todo el mun­do.[3] En Shang­hai, según da cuen­ta Lin­da Cooke John­son, los obreros por­tu­ar­ios eran migrantes que provenían de rutas especí­fi­cas y se establecieron en bar­rios tam­bién especí­fi­cos, man­te­nien­do sus dialec­tos pro­pios y con­sigu­ien­do tra­ba­jo a través de con­tratis­tas vin­cu­la­dos a esta estruc­tura par­tic­u­lar­ista. A par­tir de la déca­da de 1880, la Green Gang se impu­so en el pro­ce­so de orga­ni­zación y reclu­tamien­to, inter­ponién­dose entre los tra­ba­jadores y las estruc­turas gremi­ales seme­jantes de las com­pañías, obligan­do a los poderosos Par­tidos Nacional­ista y Comu­nista a lle­gar a acuer­dos.[4] En Nue­va York a prin­ci­p­ios del siglo XX, como lo demues­tra el artícu­lo de Bruce Nel­son, se lev­an­taron ver­daderos feu­dos étni­cos en los difer­entes muelles y, aunque el pre­do­minio irlandés fue desafi­a­do, las cuadrillas (gangs) de estos hom­bres man­tu­vieron algunos de los mejores sitios, mien­tras los estibadores irlan­deses con­sigu­ieron de las mejores asi­gna­ciones en otros. La sindi­cal­ización sig­nificó que el pro­ce­so de clien­telis­mo y reclu­tamien­to tuviese lugar en el inte­ri­or del sindi­ca­to, provo­can­do una colec­tivización del rol del jefe de cuadrillas (gang-leader) con las com­pañías. El sis­tema patrón-cliente esta­ba aso­ci­a­do a la políti­ca neoy­orquina medi­ante los Clubs Demócratas. Los estibadores podían obten­er altos salarios por hora de tra­ba­jo, pero la inse­guri­dad respec­to de la fre­cuen­cia con que realizarían dicho tra­ba­jo era tam­bién con­sid­er­able. Los sindi­catos y las empre­sas con­tra­jeron del­i­ca­dos acuer­dos, basa­dos en expec­ta­ti­vas de rec­om­pen­sas y ries­gos que ninguno esta­ba dis­puesto a romper.[5] En Lon­dres, var­ios de los esfuer­zos para cen­tralizar el con­trol patronal se toparon con los com­ple­jos arreg­los que el gran número de empre­sas pequeñas tenía con las cuadrillas (gangs) de estibadores, basa­dos en su acce­so pref­er­en­cial al tra­ba­jo, pese a la plé­to­ra de tra­ba­jadores que deam­bu­la­ba muelle por muelle en búsque­da de un jor­nal.[6] En Liv­er­pool, como mues­tra Eric Taplin, cono­cer a un cap­ataz resulta­ba cru­cial para la dis­tin­ción entre un obrero por­tu­ario reg­u­lar y uno even­tu­al.[7] Estas rela­ciones tuvieron lugar en un ambi­ente muy den­so, en el que las san­ciones sociales podían ser ejer­ci­das sobre los tra­ba­jadores y los inter­me­di­ar­ios para que se com­por­taran de acuer­do a las expec­ta­ti­vas.

En Mom­basa y Tan­ga, Coop­er y Kai­jage mues­tran que los serangs reclu­taron cuadrillas (gangs) y establecieron una estrecha relación con los hom­bres que las com­ponían, cimen­ta­da en la par­tic­i­pación com­par­ti­da en sociedades de dan­za. Los inter­me­di­ar­ios eran igual­mente impor­tantes en los puer­tos del norte de África.[8] En Turku, una empre­sa de esti­ba par­tic­u­lar desem­peñó un papel espe­cial en la con­trat­ación de tra­ba­jadores prove­nientes de lugares dis­tantes, con quienes man­tenían bue­nas rela­ciones, de modo que la reg­u­lar­i­dad les per­mi­tiera man­ten­er su com­pet­i­tivi­dad con otras empre­sas al mis­mo tiem­po que man­tenían ale­ja­dos a los sindi­catos.[9] Hay muchas vari­antes en este tema: la par­tic­i­pación de las orga­ni­za­ciones sion­istas en Palesti­na, la división racial de los gru­pos de tra­ba­jo en los puer­tos del sur de Esta­dos Unidos (y su relación cam­biante con las bue­nas ocu­pa­ciones en el pro­ce­so de tra­ba­jo), el sis­tema toli­wala en Bom­bay, los inten­tos en puer­tos como Le Havre y Bre­men de con­tro­lar el caos de las opera­ciones a pequeña escala medi­ante com­pañías, el reclu­tamien­to en bares en la déca­da de 1890 en Ham­bur­go que dio paso a los salones de con­trat­ación y luego a la reg­u­lación impues­ta por los nazis, las cuadrillas rel­a­ti­va­mente esta­bles pero com­bi­nadas con el reclu­tamien­to famil­iar en Aarhus, la pres­en­cia de los favore­ci­dos Roy­als en “blo­ques de sub­as­ta” dom­i­na­dos por las com­pañías de Nue­va Zelan­da, o la per­sis­ten­cia de estruc­turas sim­i­lares a los gremios en Bre­men [Arne­sen 1991; Kimel­dorf 1988; Kimel­dorf and Pen­ney 1997].

Resul­ta claro que si uno anal­iza el ran­go de orga­ni­zación en la fuerza de tra­ba­jo por­tu­ar­ia mundi­al, el con­cep­to de obrero “even­tu­al” debe ser desagre­ga­do en una serie de for­mas de con­trat­ación, de super­vi­siones y de reg­u­la­ciones estatales, con­sideran­do además los dis­tin­tos mod­os de com­bi­na­ciones que esto adquir­ió entre los obreros, e igual­mente los dis­tin­tos patrones de propiedad y con­trol en los puer­tos. El uso de la pal­abra “even­tu­al” a menudo ha sido un inten­to de mar­car un pun­to com­par­a­ti­vo en el reclamo de for­mas de gestión más “racionales” o for­mas de empleo más jus­tas, en vez de delin­ear un con­jun­to coher­ente de prác­ti­cas lab­o­rales. Pero los datos com­par­a­tivos reunidos en Dock Work­ers apun­tan a la figu­ra de los inter­me­di­ar­ios y su relación con los gru­pos de tra­ba­jo, e inter­ro­gan por qué esta relación per­siste has­ta fines del siglo XX, en un con­jun­to tan diver­so de cir­cun­stan­cias, e igual­mente por las condi­ciones en que las for­mas de tra­ba­jo eti­que­tadas como “even­tuales” fueron final­mente com­bat­i­das con fuerza.

Por explota­dores que pudier­an ser los jefes de cuadrillas (gang-boss­es), los obreros por­tu­ar­ios comunes los nece­sita­ban debido a la inse­guri­dad del pro­ce­so de con­trat­ación. Los patrones los nece­sita­ban no sólo por las condi­ciones gen­erales de fluc­tuación del mer­ca­do lab­o­ral, sino porque nece­sita­ban tam­bién un medio de con­trol que pen­e­trara has­ta las fae­nas mis­mas. El tra­ba­jo por­tu­ario no fue fácil­mente super­visa­do medi­ante méto­dos de cen­tral­ización. Las cuadrillas (labour gang) eran estruc­turas preparadas para resi­s­tir tan­to como para hac­er el tra­ba­jo. Era más fácil para las com­pañías debil­i­tar el poder de los inter­me­di­ar­ios sobre la con­trat­ación que sobre la dis­ci­plina, y en muchos casos ésta pudo haber refle­ja­do el poder de fac­to de los jefes de cuadrillas (gang boss­es) en la con­trat­ación, inde­pen­di­en­te­mente del sis­tema for­mal. Prob­a­ble­mente había un mar­gen may­or en las man­io­bras de la car­ga a granel, y espe­cial­is­tas como los oper­adores de grúas pre­senta­ban var­iedades de for­mas de orga­ni­zación. La cuadrilla (gang) tam­bién era una insti­tu­ción prepara­da para el robo con­tro­la­do, y las diver­sas “economías morales” de ratería que evi­den­cian los doc­u­men­tos sug­ieren que para los admin­istradores de los puer­tos era esen­cial man­ten­er una relación estable con los obreros que man­tenían estos robos en los nive­les táci­ta­mente enten­di­dos [ver Sewell 1988].

Muchos puer­tos adop­taron algo seme­jante a una sala de con­trat­ación (hir­ing hall), a veces bajo el con­trol sindi­cal de fac­to, a veces con­tro­la­do cen­tral­mente des­de arri­ba.[10] A veces, estos fueron inten­tos serios para romper el nexo entre con­trat­ación-tra­ba­jo-pagos que era con­tro­la­do por los inter­me­di­ar­ios. Tales inten­tos no siem­pre fun­cionaron, y en oca­siones pro­du­jeron ver­siones insti­tu­cional­izadas y a gran escala de la estruc­tura propia de los jefes de cuadrillas (gang boss), cuyo papel era supli­do por diri­gentes sindi­cales. En algunos casos, como Mom­basa, un rig­uroso sis­tema de asi­gnación cen­tral­iza­da rompió el poder de los serangs en favor de los cap­at­aces menos inmer­sos en la cul­tura de los obreros por­tu­ar­ios, pero el tra­ba­jo sigu­ió sien­do real­iza­do por cuadrillas con­sti­tu­idas y con­tro­ladas por cap­at­aces. En las vari­antes de los mecan­is­mos de reclu­tamien­to y la orga­ni­zación del tra­ba­jo cen­tra­da en las cuadrillas desta­can los lazos ver­ti­cales, que fueron cru­ciales en su per­ma­nen­cia. Sin embar­go, éstas no eran com­pat­i­bles con la división hor­i­zon­tal están­dar del tra­ba­jo cap­i­tal­ista, de las batal­las titáni­cas entre tra­ba­jadores que podían unirse en una coyun­tu­ra par­tic­u­lar y super­ar sus propias divi­siones para luchar con­tra los patrones de modo intran­si­gente: las huel­gas por­tu­ar­ias de Lon­dres de 1889 y 1949 [Schneer 1982; Weil­er 1982], las huel­gas de Mom­basa de 1937, 1947 y 1955, la huel­ga de Tan­ga de 1939 y la de San Fran­cis­co en 1934.[11] Algu­nas de estas huel­gas fueron orga­ni­zadas por sindi­catos, otras (Mom­basa, Tan­ga) por las mis­mas redes que pro­du­jeron las cuadrillas de tra­ba­jo (work gangs), y otras demostraron ser pun­tos críti­cos para la creación y la destruc­ción de sindi­catos.

El pun­to rel­e­vante, sin embar­go, es que estas divi­siones hor­i­zon­tales y ver­ti­cales no eran excluyentes: el clien­telis­mo y la com­pe­ten­cia existían den­tro de la cul­tura lab­o­ral por­tu­ar­ia donde se era con­sciente del antag­o­nis­mo fun­da­men­tal entre obreros y patrones. Pero esta era sólo una for­ma de acción colec­ti­va: la huel­ga sal­va­je era tam­bién común, lo que rev­ela más que nada las múlti­ples for­mas de aso­ciación de la fuerza de tra­ba­jo por­tu­ar­ia. La cuadrilla sigu­ió sien­do la unidad bási­ca, tan­to para reten­er como para pro­por­cionar fuerza de tra­ba­jo, mien­tras que la relación entre cuadrillas (gangs), entre cuadrillas y sindi­catos, y entre cuadrillas y empre­sas requir­ió de un tra­ba­jo de largo pla­zo para encausar­las en un mis­mo sen­ti­do.

Los cambios en el trabajo portuario: ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?

¿Cómo puede obser­varse la evolu­ción de tales sis­temas a lo largo del tiem­po, en com­para­ción con los cam­bios reg­istra­dos en la his­to­ria lab­o­ral en gen­er­al? Obvi­a­mente, no se puede trazar una línea muy níti­da, ya que los puer­tos forma­ban parte de las ciu­dades y de los Esta­dos, y por tan­to tam­bién de gran parte de las nor­mas de bien­es­tar apli­cadas al tra­ba­jo en gen­er­al. Los movimien­tos par­tic­u­lares que bar­rieron con las ciu­dades, prob­a­ble­mente tam­bién afec­taron a los obreros por­tu­ar­ios. Y la sin­cronización de las his­to­rias lab­o­rales es nece­sari­a­mente especí­fi­ca. Donde el tra­ba­jo por­tu­ario figu­ra par­tic­u­lar­mente fuera de fase es en Europa Occi­den­tal y en los Esta­dos Unidos. Uno puede notar lo tardío que se pro­duce la desev­en­tu­al­ización: en Inglater­ra, sor­pren­den­te­mente, el proyec­to de 1947 fue más bien una reg­u­lación del tra­ba­jo, porque la desev­en­tu­al­ización no se pro­du­jo sino has­ta 1967. En la may­oría de los otros puer­tos exam­i­na­dos en Dock Work­ers, la rup­tura deci­si­va para instau­rar la dis­ci­plina del tiem­po de tra­ba­jo y el salario garan­ti­za­do entre los obreros por­tu­ar­ios –con­sigu­ien­do que sus rit­mos de pro­duc­ción se parecier­an más a los de los obreros indus­tri­ales- se pro­du­jo con pos­te­ri­or­i­dad a la Segun­da Guer­ra Mundi­al, aunque hubo fre­cuentes inten­tos pre­lim­inares pre­vios de refor­mas. Sin embar­go, en Europa y Améri­ca del Norte, en gen­er­al, la era de la racional­ización delib­er­a­da de los pro­ce­sos de tra­ba­jo había ocur­ri­do décadas antes: el tay­loris­mo en la déca­da de 1910 y el fordis­mo en la déca­da sigu­iente son sólo dos de los proyec­tos más famosos. Es curioso que, dada la for­ma en que sole­mos pen­sar la direc­ción del flu­jo de las inno­va­ciones mod­er­nas en la orga­ni­zación del tra­ba­jo, el puer­to colo­nial de Mom­basa se desev­en­tu­alizara una déca­da antes que el de Lon­dres. En algunos casos, como el de Inglater­ra y Ale­ma­nia, la inter­ven­ción estatal en el tra­ba­jo y las políti­cas de bien­es­tar pueden haber retrasa­do estas refor­mas, del­e­gan­do las peo­res con­se­cuen­cias sociales de la even­tu­al­i­dad a la paliación del seguro social, sin afec­tar direc­ta­mente a los obreros por­tu­ar­ios [Phillips and White­side 1985].

Las rep­re­senta­ciones de los obreros por­tu­ar­ios en los per­iódi­cos y en las obras de los inves­ti­gadores nos dicen tan­to sobre la ima­gen cam­biante del cap­i­tal­is­mo como del tra­ba­jo por­tu­ario mis­mo. En la era vic­to­ri­ana, los refor­madores sociales británi­cos con­struyeron una ima­gen del Lon­dres mar­gin­al alrede­dor de East End, donde los obreros por­tu­ar­ios even­tuales vivían codo a codo con gente de peor rep­utación. Esto evi­den­cia un cam­bio en las per­cep­ciones del tra­ba­jo que gen­eral­mente se ale­ja de su base dick­en­siana: gran parte de la clase tra­ba­jado­ra en las ciu­dades indus­tri­ales ingle­sas había gana­do cier­ta esta­bil­i­dad y respetabil­i­dad, pero no los obreros por­tu­ar­ios. Los tra­ba­jadores even­tuales no eran anó­ma­los a prin­ci­p­ios del siglo XIX pero lo eran a su tér­mi­no. La línea divi­so­ria puede no haber sido tan rígi­da como se describió, pero la ref­er­en­cia dis­cur­si­va a la even­tu­al­i­dad sub­raya la impor­tan­cia de cier­ta evolu­ción en los tér­mi­nos en que se refer­ía públi­ca­mente la orga­ni­zación social cap­i­tal­ista: racional­i­dad, orden y respetabil­i­dad, yux­ta­pues­tas al des­or­den y las arraigadas rela­ciones sociales en los muelles de la economía cap­i­tal­ista más poderosa del mun­do [Sted­man Jones 1971].

El tra­ba­jo en los puer­tos estu­vo lejos de ser estáti­co. Las inno­va­ciones tec­nológ­i­cas (grúas de vapor, grúas eléc­tri­c­as, vehícu­los de trans­porte en los muelles, equipos para car­gar a granel) mar­caron una gran difer­en­cia en las fae­nas por­tu­ar­ias, reducien­do los nive­les de empleabil­i­dad y cam­bian­do la nat­u­raleza del tra­ba­jo en sec­tores clave. A fines del siglo XIX, el aumen­to en la veloci­dad, la efi­cien­cia y la flex­i­bil­i­dad de los navíos ejer­ció pre­sión sobre los frentes de atraque de las economías indus­tri­ales. La inver­sión en dárse­nas, muelles y grúas fue en respues­ta a lo mis­mo.

Al prin­ci­pio, los cam­bios tec­nológi­cos en la esti­ba y deses­ti­ba de car­ga gen­er­al fueron incre­men­tales: las grúas aumen­taron la pro­duc­tivi­dad pero no cam­biaron la nat­u­raleza bási­ca del tra­ba­jo, que requería una cuadrilla ubi­ca­da en cada escotil­la, capaz de estibar y deses­tibar mer­cancías con difer­entes for­mas. Las horquil­las aumen­taron la pre­sión pre­cisa­mente sobre estas áreas, donde las rela­ciones lab­o­rales esta­ban más pro­fun­da y del­i­cada­mente arraigadas.[12]

La con­teiner­ización, sin embar­go, fue un gran salto en tér­mi­nos téc­ni­cos. En todos los puer­tos exam­i­na­dos en Dock Work­ers puede obser­varse un pun­to de quiebre impor­tante en la déca­da de 1970; no sólo por la drás­ti­ca reduc­ción de empleos, sino tam­bién porque puso tér­mi­no al tipo de tra­ba­jo por­tu­ario car­ac­terís­ti­co. No obstante, se debe ten­er cuida­do con la cronología: en los puer­tos de Inglater­ra (Lon­dres, Liv­er­pool y Hull) tan­to como en San Fran­cis­co y Mom­basa, la desev­en­tu­al­ización y el debili­ta­mien­to del poder de los cap­at­aces o los sindi­catos en la con­trat­ación ocur­rió antes de la con­teiner­ización. Es posi­ble que los acuer­dos de mod­ern­ización en San Fran­cis­co en 1961, o las inno­va­ciones de la Comisión Devlin de 1967 en Inglater­ra, facil­i­taran la con­teiner­ización –medi­ante la clási­ca com­pen­sación salar­i­al y de condi­ciones lab­o­rales al endurec­imien­to del con­trol del tra­ba­jo– pero no fueron real­izadas con este obje­to. Estos esfuer­zos tam­poco ter­mi­naron con la mil­i­tan­cia de los obreros por­tu­ar­ios ni con los con­flic­tos diar­ios en las fae­nas. A menudo resul­taron en una reduc­ción de la fuerza de tra­ba­jo, al igual que la con­teiner­ización. Esta últi­ma no puede reducirse a los esfuer­zos de racional­ización que final­mente resul­taron exi­tosos en las décadas de 1950 y 1960, pero sí elim­inó gran parte de la base para impug­nar el con­trol patronal des­de la déca­da de 1970. La cuadrilla dejó de ser lo que era; los obreros cal­i­fi­ca­dos que lab­ora­ban soli­tari­a­mente, como los oper­adores de grúa, se con­virtieron en fig­uras mucho más cen­trales en los puer­tos. En éstos siem­pre habían exis­ti­do oper­ar­ios sep­a­ra­dos del resto, pero aho­ra había desa­pare­ci­do el núcleo de la vie­ja cul­tura obr­era por­tu­ar­ia. Cada vez más, los tra­ba­jadores por­tu­ar­ios se rela­cionaron entre sí a través de maquinar­ias.

Entonces, ¿cómo puede un his­to­ri­ador explicar la sin­cronización de las refor­mas impor­tantes, como la ini­cia­ti­vas de desev­en­tu­al­ización de 1947 –y más com­ple­ta­mente en 1967- en Gran Bre­taña, los esfuer­zos para instau­rar el tra­ba­jo per­ma­nente durante la pos­guer­ra en Rot­ter­dam y Le Havre[13], los acuer­dos de mod­ern­ización en San Fran­cis­co o la desev­en­tu­al­ización del tra­ba­jo por­tu­ario en Mom­basa hacia 1954? No está claro que la expli­cación se restrin­ja a los puer­tos; pues tan­to las deci­siones de los gob­ier­nos y las empre­sas para pre­sion­ar por la desev­en­tu­al­ización, como la decisión de los obreros (sindi­cal­iza­dos y no sindi­cal­iza­dos) para acep­tar o recon­fig­u­rar dichas refor­mas refle­jan la impor­tan­cia de aspec­tos más amplios, pro­pios de las décadas de pos­guer­ra.

La Segun­da Guer­ra mundi­al fue un ímpetu para la inter­ven­ción estatal en la pro­duc­ción plan­i­fi­ca­da y el con­trol lab­o­ral en muchas partes del mun­do; además, su desen­lace implicó que las poten­cias vic­to­riosas con­tin­uaron actuan­do con autori­dad en los ter­ri­to­rios de las poten­cias der­ro­tadas. Enfrenta­dos a la ame­naza comu­nista tras la guer­ra, los gob­ier­nos occi­den­tales con­sid­er­aron que orga­ni­zar el cap­i­tal­is­mo les repor­taría legit­im­i­dad, y los arreg­los entre deter­mi­na­dos patrones y obreros por­tu­ar­ios no serían un imped­i­men­to.

El auge de com­modi­ties (com­modi­ties boom) en la era de la guer­ra de Corea incre­men­tó los incen­tivos para ordenar el com­er­cio, pero tam­bién facil­itó que los tra­ba­jadores del trans­porte hicier­an pesar su impor­tan­cia. Las luchas colo­niales, tan­to como la Guer­ra Fría, aumen­taron los ries­gos de que los Esta­dos cap­i­tal­is­tas con­tu­vier­an la poten­cial expan­sión de la rebe­lión social, y algu­nas de las huel­gas más dramáti­cas del perío­do inmedi­ata­mente pos­te­ri­or a la pos­guer­ra (por ejem­p­lo, la huel­ga fer­roviaria france­sa de 1947, o la ola de huel­gas colo­niales en 1945–49, más las huel­gas en los puer­tos de Rot­ter­dam, Ham­bur­go e Inglater­ra), crearon ver­daderos espec­tros de des­or­den a los ojos de los agentes estatales. Los avances en los Esta­dos de bien­es­tar tras la guer­ra –espe­cial­mente en Inglater­ra y Fran­cia- fueron un sín­toma de la vol­un­tad de las élites políti­cas por for­jar coa­li­ciones que pro­movier­an el “cap­i­tal­is­mo orga­ni­za­do” [Urry y Lash 1987;  Maier 1987]. El papel del Esta­do en Inglater­ra y África fue cier­ta­mente cru­cial. Estas deci­siones no se basaron en cál­cu­los inmedi­atos de pro­duc­tivi­dad, sino en pre­ocu­pa­ciones más amplias rel­a­ti­vas al orden y al con­tinuis­mo.

En este pro­ce­so, el papel de los obreros por­tu­ar­ios y los sindi­catos con­tin­uó sien­do ambiguo. Se ha dicho en algu­nas oca­siones que los obreros querían la seguri­dad del tra­ba­jo per­ma­nente jun­to con la lib­er­tad del even­tu­al. En el siglo XX uno puede obser­var a los sindi­catos británi­cos luchan­do por lo primero, mien­tras los obreros keni­atas resisten los inten­tos desev­en­tu­al­izantes del gob­ier­no que impedían lo segun­do. Cier­ta­mente, aque­l­lo que los obreros querían no era equiv­a­lente a lo que podían obten­er, lo que hizo que la defini­ción e imple­mentación las refor­mas de desev­en­tu­al­ización fuer­an com­pli­cadas, con­flic­ti­vas y tuvier­an resul­ta­dos diver­sos. Lo que parece haber sido deci­si­vo en muchos puer­tos, des­de Lon­dres has­ta San Fran­cis­co y Mom­basa en las décadas de 1940 y 1950, fue la vol­un­tad de los Esta­dos nacionales para involu­crarse en acuer­dos duraderos en deter­mi­na­dos puer­tos, y con­seguir algu­nas medi­das para pro­lon­gar el empleo al largo pla­zo y tornar los pro­ce­sos de con­trat­ación más sus­cep­ti­bles al con­trol buro­cráti­co. Los sindi­catos pueden haber desem­peña­do un papel impor­tante en esto –por ejem­p­lo, medi­ante salones de con­trat­ación dirigi­dos por los sindi­catos- o uno menor, y el real equi­lib­rio entre seguri­dad y autonomía refle­ja luchas par­tic­u­lares, sobre las cuales resul­ta difí­cil gen­er­alizar. Lo cier­to es que las dos décadas inmedi­ata­mente pos­te­ri­ores a la guer­ra exhiben a Esta­dos con más interés y capaci­dades para racionalizar el tra­ba­jo por­tu­ario, y emple­an­do una noción de “racionalizar” que refle­ja más clara­mente que antes una con­cep­ción de cap­i­tal­is­mo orga­ni­za­do y reg­u­la­do, for­ma­da en Europa occi­den­tal y Esta­dos Unidos, y –en algunos casos- proyec­ta­da en las colo­nias y ex-colo­nias.[14]

Los puer­tos eran una parte críti­ca de dicha trans­for­ma­ción gen­er­al, no porque –como plantean algu­nas teorías- los obreros por­tu­ar­ios tuvier­an una cul­tura lab­o­ral pecu­liar, sino pre­cisa­mente porque los puer­tos y los obreros en ellos se encon­tra­ban en los pun­tos nodales de las redes sociales y económi­cas. No sólo porque las huel­gas por­tu­ar­ias podrían inter­rum­pir otras activi­dades económi­cas, sino porque los obreros por­tu­ar­ios se rela­ciona­ban reg­u­lar­mente con otros tipos de tra­ba­jadores. La era de la pos­guer­ra fue, pues, un momen­to en que los Esta­dos pudieron con­vencerse de que debían pon­er orden en los puer­tos, con o sin el con­sen­timien­to de las empre­sas y los obreros. Y a los diri­gentes sindi­cales se les ofre­ció una ver­sión mucho mejor del dinero antiguoa cam­bio de ced­er con­trol. En Inglater­ra, Ernest Bevin desem­peñó un papel clave en la nego­ciación de 1947 tan­to como en la for­mu­lación más amplia de la políti­ca lab­o­ral y de bien­es­tar del Par­tido Laborista: este diri­gente por­tu­ario con­ver­tido en políti­co y estadista estu­vo en posi­ción de unir la búsque­da de dig­nidad de los tra­ba­jadores con la búsque­da de pre­vis­i­bil­i­dad del cap­i­tal [Jack­son 1973; Wil­son 1972].

Las apues­tas eran may­ores aho­ra para ambos; los tra­ba­jadores que podían lograr un empleo reg­u­lar tenían la posi­bil­i­dad de obten­er mejores ben­efi­cios y salarios, mien­tras que el cap­i­tal y el Esta­do podían pen­sar, con may­or o menor pre­cisión, que el tra­ba­jo reg­u­lar sería la respues­ta a los peli­gros aso­ci­a­dos con la even­tu­al­i­dad. De hecho, la desev­en­tu­al­ización pro­du­jo a menudo con­flic­tos entre las bases y las diri­gen­cias sindi­cales que prestaron colab­o­ración, como en Mom­basa e Inglater­ra.[15] Por tan­to, uno debería con­sid­er­ar los dece­nios de 1950 y 1960 no tan­to como una coyun­tu­ra deter­mi­nante, sino como una situación que redefinió las apues­tas en difer­entes mod­os de orga­ni­zación lab­o­ral, amplian­do las posi­bil­i­dades de refor­mas sobre las que se había habla­do durante mucho tiem­po sin garan­ti­zar resul­ta­dos.

Jerarquía global y fuerza de trabajo portuaria: el caso colonial

Tam­bién se pueden plantear algu­nas pre­gun­tas sobre la relación entre el tra­ba­jo por­tu­ario y otras for­mas de tra­ba­jo en el mis­mo espa­cio, lo que hace emerg­er un tema en par­tic­u­lar: la col­o­nización. A menudo se argu­men­ta que la división mundi­al entre ter­ri­to­rios col­o­nizadores y col­o­niza­dos –o la más amplia dis­tin­ción de algu­nas teorías entre el cen­tro y la per­ife­ria- está mar­ca­da por la división del tra­ba­jo. El tra­ba­jo asalari­a­do colo­nial, según el argu­men­to, se car­ac­ter­i­za por su com­par­ti­mentación espa­cial: se extrae de las sociedades rurales medi­ante coac­ción o la pre­sión para obten­er dinero en efec­ti­vo, se sep­a­ra de estas sociedades durante el perío­do de tra­ba­jo, se espera o se fuerza que retorne a estas sociedades rurales cuan­do deja de pro­por­cionar tra­ba­jo útil. Esto afec­taría al pro­ce­so de tra­ba­jo mis­mo, que al no ten­er que cubrir el cos­to social de man­ten­er y repro­ducir la fuerza lab­o­ral, se orga­ni­za en torno a grandes masas de tra­ba­jadores no cal­i­fi­ca­dos, con rel­a­ti­va­mente baja social­ización, rel­a­ti­va­mente esta­cionales, en vez de esforzarse por max­i­mizar la pro­duc­tivi­dad y ase­gu­rar una fuerza de tra­ba­jo estable y rad­i­ca­da en su lugar de tra­ba­jo. Este mod­e­lo es engañoso en muchos sen­ti­dos: entre otras cosas porque igno­ra las con­tradic­ciones que sur­gen en los lugares de tra­ba­jo cap­i­tal­ista, así como las for­mas en que los pro­pios tra­ba­jadores con­fig­u­ran las condi­ciones de tra­ba­jo y pueden con­ducir el sis­tema a la cri­sis. He argu­men­ta­do en otra parte que a medi­a­dos de la déca­da de 1930 las colo­nias france­sas y británi­cas en África exhibían una ide­ología colo­nial que se nega­ba a admi­tir que los africanos que tra­ba­ja­ban eran efec­ti­va­mente tra­ba­jadores, pero cuya expe­ri­en­cia no se ajusta­ba al mod­e­lo. En cualquier caso, al menos en el África france­sa y británi­ca, explotaron una serie de huel­gas gen­erales y otras for­mas de con­flic­to lab­o­ral entre 1935 y 1947, lo que obligó a los gob­ier­nos colo­niales a acud­ir a su conocimien­to sobre la domes­ti­cación de la lucha de clases a este con­ti­nente. La nue­va con­cep­ción dejó de estar en sin­tonía con los mat­ices de las fae­nas africanas, pero rep­re­sen­tó un inten­to de redefinir el lugar de tra­ba­jo africano de “difer­ente” a “estruc­tural­mente sim­i­lar”, y de “atrasa­do” a “mod­er­no” [Coop­er 1996].

Lo que es notable respec­to del tra­ba­jo por­tu­ario, por tan­to, es la fal­ta de una dis­tin­ción clara entre la for­ma que este se orga­nizó, por ejem­p­lo, en Mom­basa y en puer­tos como Liv­er­pool o Lon­dres. Si uno obser­vara un puer­to como Lourenço Mar­ques, en Mozam­bique, encon­traría un exten­so uso de mano de obra coac­ciona­da, a difer­en­cia de lo que se encuen­tra común­mente en los puer­tos met­ro­pol­i­tanos, pero esto es tam­bién un extremo en el espec­tro de los puer­tos africanos [Pen­venne 1996]. Sin embar­go, el prob­le­ma de la even­tu­al­i­dad lab­o­ral en África antes del perío­do de la refor­ma de pos­guer­ra no era exac­ta­mente el mis­mo que en los puer­tos europeos. En lugar de ser una anom­alía en los sis­temas de tra­ba­jo colo­nial, los fun­cionar­ios colo­niales con­sid­er­a­ban la even­tu­al­i­dad como algo típi­co. Asum­ieron que era una cuestión intrínse­ca­mente africana. De algu­na man­era, lo que se asumía como hábitos de tra­ba­jo africanos, la irreg­u­lar­i­dad del trans­porte marí­ti­mo en los puer­tos colo­niales y el deseo de los admin­istradores de eludir los cos­tos sociales de la repro­duc­ción de la fuerza de tra­ba­jo fue una con­ver­gen­cia feliz. Los puer­tos no enfrentaron nece­sari­a­mente prob­le­mas para encon­trar mano de obra, pues los perío­dos de tra­ba­jo se inte­gra­ban con otras activi­dades en las que par­tic­i­pa­ban los tra­ba­jadores. Hubo prob­le­mas en algunos perío­dos pico o de cri­sis, pero la evi­den­cia sug­iere un ajuste. Más bien, los fun­cionar­ios colo­niales tuvieron que enfrentar que los obreros por­tu­ar­ios africanos estu­viesen demasi­a­do bien inte­gra­dos en las rela­ciones sociales de sus comu­nidades [Coop­er 1987; Water­man 1982; Lakroum 1976].

El prob­le­ma era de orden y no de pro­duc­ción dado que los fun­cionar­ios colo­niales, quienes eran con­scientes de su frágil dominio sobre las sociedades africanas y con­sid­er­a­ban las ciu­dades como fuente de su for­t­aleza tan­to como un sitio prop­i­cio para los prob­le­mas,  temían que la even­tu­al­i­dad provo­case la rural­ización de la ciu­dad más que la urban­ización del cam­po. Estos temores se agudizaron cuan­do emergió la acción colec­ti­va, tal como sucedió en Tan­ga (1939), Mom­basa (1939, 1942, 1947, 1955), Dar es Salaam (1939, 1947), Dakar (1946), Sekon­di-Tako­ra­di (1947) o Dur­ban (1949–1959) [Iliffe 1975].

En un con­tex­to colo­nial, la refor­ma no podía sig­nificar sen­cil­la­mente la desev­en­tu­al­ización, ya que la trans­for­ma­ción en un puer­to implic­a­ba man­ten­er­lo pro­te­gi­do del área cir­cun­dante. En el caso de Dur­ban se uti­lizaron méto­dos extremada­mente autori­tar­ios, y el hecho de que Sudáfrica haya imple­men­ta­do un mecan­is­mo estatal y leg­isla­ti­vo para ras­trear a los tra­ba­jadores africanos migrantes hizo que estas medi­das fue­sen rel­a­ti­va­mente efec­ti­vas [Hem­son 1977; Hem­son 1996]. Los fun­cionar­ios de Mom­basa trataron de expul­sar un gran número de africanos de las ciu­dades, con­trolan­do el flu­jo de entra­da después de 1944; pero nun­ca erigieron una bar­rera entre los sec­tores urbanos refor­ma­dos y no refor­ma­dos. Sin embar­go, el gob­ier­no logró desev­en­tu­alizar el puer­to a medi­a­dos de la déca­da de 1950, dan­do –a los obreros por­tu­ar­ios- la posi­bil­i­dad de ele­gir entre tra­ba­jar de modo per­ma­nente –obte­nien­do ingre­sos com­par­a­ti­va­mente altos para los están­dares de Kenia- o sen­cil­la­mente no tra­ba­jar. La dico­tomía entre ociosi­dad y labo­riosi­dad dejó de ser algo per­son­al pero sigu­ió sien­do parte del imag­i­nario de la ciu­dad en su con­jun­to. La rein­ven­ción del tra­ba­jo por­tu­ario se hace aún más frágil por su énfa­sis en los muelles: la defen­sa de con­trol sobre los rit­mos de tra­ba­jo, el tér­mi­no del rol de los inter­me­di­ar­ios en la con­trat­ación de la mano de obra, la imposi­ción de autori­dades ver­ti­cales para reem­plazar el modo de orga­ni­zación hor­i­zon­tal. De hecho, estos cam­bios pro­du­jeron una ten­sión impor­tante, e inclu­so el éxi­to del Esta­do en hac­er deseable el tra­ba­jo en el puer­to, ten­sio­n­an­do el pre­sun­to papel del clien­telis­mo étni­co medi­ante la direc­ción del sindi­ca­to para pro­por­cionar acce­so al tra­ba­jo.

Los puer­tos de África (prob­a­ble­mente tan­to como otras regiones col­o­nizadas) y Europa, difieren tan­to en el momen­to de la racional­ización del tra­ba­jo como en su relación con las cues­tiones rel­a­ti­vas a la orga­ni­zación lab­o­ral y social del medio cir­cun­dante. El may­or avance tec­nológi­co de todos, tan­to en los puer­tos colo­niales como en los europeos, fue la con­teiner­ización, porque no sólo redu­jo la fuerza lab­o­ral, sino que elim­inó la impor­tan­cia de las cuadrillas (hatch gang) en el pro­ce­so lab­o­ral tan­to como en la con­trat­ación. Dur­ban y Mom­basa, por ejem­p­lo, sin men­cionar Hong Kong, el puer­to de con­tene­dores más grande del mun­do, se han vis­to muy afec­ta­dos por este hecho. Una vez más, las impli­can­cias de un para­lelis­mo tec­nológi­co pueden no repor­tar simil­i­tudes, ya que en las regiones de alto sube­m­pleo, el aumen­to de la pro­duc­tivi­dad en los puer­tos se tra­duce en algo muy difer­ente a cuan­do hay otras activi­dades capaces de absorber fuerza de tra­ba­jo.

Una industria muy examinada

La metodología de la may­oría de los estu­dios sobre el tra­ba­jo por­tu­ario no es extra­or­di­nar­ia en com­para­ción con el resto de la his­to­ri­ografía lab­o­ral. Pre­cisa­mente porque los puer­tos son lugares vul­ner­a­bles e impor­tantes, han sido bas­tante exam­i­na­dos. Roy Mankelow se ha referi­do a los puer­tos como “la indus­tria más inves­ti­ga­da” en Lon­dres.[16] Los tra­ba­jadores fueron muy obser­va­dos, y uno puede obten­er reg­istros de cuán­do los tra­ba­jadores lab­o­raron o no, agre­ga­dos en for­ma diaria o men­su­al. Los depar­ta­men­tos lab­o­rales vig­i­la­ban la acción colec­ti­va y la sindi­cal­ización como la policía vig­i­la­ba la delin­cuen­cia. Más impor­tante todavía, los estal­li­dos per­iódi­cos de ansiedad pro­movieron la for­ma­ción de comi­siones inves­ti­gado­ras (en Mom­basa en 1939, 1945, 1947, 1955, 1959). Estas fuentes, sin embar­go, tienen sus ses­gos; refle­jan una ansiosa per­spec­ti­va de admin­is­tración. Los silen­cios pueden ser igual de rev­e­ladores: uno des­cubre con difi­cul­tad cómo oper­a­ban inter­me­di­ar­ios como los serangs en Mom­basa o Tan­ga. Cuan­do los sis­temas de cuadrillas (gangs) y el tra­ba­jo even­tu­al fun­ciona­ban bien, los patrones no nece­sari­a­mente sabían los nom­bres, por no hablar del his­to­r­i­al lab­o­ral, de los estibadores y los car­gadores de los muelles. La otra per­spec­ti­va que las fuentes escritas tien­den a priv­i­le­giar es la de los sindi­catos [Nel­son 1988]. Podemos acced­er a sus reg­istros; cier­ta­mente podremos obten­er evi­den­cia de los archivos estatales y de las com­pañías que les concier­nen. El peli­gro es que uno pierde la var­iedad de estrate­gias medi­ante las que actúan colec­ti­va e indi­vid­ual­mente los tra­ba­jadores, entre las que el sindi­cal­is­mo es solo una, y se pier­den tam­bién los cam­bios sutiles en la nat­u­raleza del tra­ba­jo. No obstante, los informes dejan en claro lo impor­tante que era la fre­cuente acción colec­ti­va extra-sindi­cal: como las huel­gas sal­va­jes de Inglater­ra en las décadas de 1940 y 1980, la volatil­i­dad de los puer­tos en Esta­dos Unidos en difer­entes perío­dos, las huel­gas sin sindi­catos en Tan­ga en 1939 o en Mom­basa en 1939 y 1947.

La cul­tura de los obreros por­tu­ar­ios y su mun­do urbano es mucho más difí­cil de recon­stru­ir. Uno puede hac­er obser­vación par­tic­i­pante o inves­ti­gación con encues­tas en el pre­sente, pero esto no puede hac­erse ret­ro­spec­ti­va­mente. Los his­to­ri­adores africanos sue­len acud­ir a entre­vis­tas con viejos infor­mantes para super­ar las lim­ita­ciones de los archivos colo­niales. La his­to­ria oral ha gana­do cred­i­bil­i­dad más recien­te­mente en otros cam­pos his­to­ri­ográ­fi­cos, inclu­so en las sociedades más alfa­bet­i­zadas, la memo­ria oral puede con­tener infor­ma­ción y conocimien­tos rel­e­ga­dos en la con­struc­ción de archivos ofi­ciales y bib­liote­cas. Las fuentes orales son medios de apren­diza­je respec­to de la vida famil­iar de los obreros, sobre la inte­gración del tra­ba­jo en sus cic­los de vida y sobre sus per­cep­ciones del tra­ba­jo, sus res­i­den­cias y su vida social y políti­ca.[17]

Sin embar­go, el pasa­do es una can­tera par­tic­u­lar­mente esqui­va, y las fuentes orales, como cualquier otra, plantean difi­cul­tades par­tic­u­lares. Resul­ta difí­cil sobrepasar la gen­eración de los infor­mantes fuera de los pro­ce­sos de trans­misión alta­mente estruc­tura­dos. Las cues­tiones cul­tur­ales son par­tic­u­lar­mente com­ple­jas de enten­der, ya que las per­cep­ciones sobre las for­mas de vida están, en cualquier perío­do, inevitable­mente fil­tradas por el pasa­do reciente. Inclu­so localizar a los infor­mantes es prob­lemáti­co. Cuan­do el tra­ba­jo es sólo una parte de la vida de los obreros por­tu­ar­ios, los poten­ciales infor­mantes pueden estar dis­per­sos en grandes áreas, y los que per­manecen en los puer­tos no son en rig­or una mues­tra aleato­ria. No obstante, estas fuentes pueden pro­por­cionar evi­den­cia que puede con­trapon­erse a la infor­ma­ción pro­por­ciona­da por las comi­siones o los obser­vadores sen­si­bles; e inclu­so los sig­ni­fica­ti­va­mente insen­si­bles. Que las fuentes orales sean difí­ciles de inter­pre­tar es algo que com­parten con las comi­siones inves­ti­gado­ras, los reg­istros de archivos y otras fuentes escritas. El uso de una var­iedad de fuentes puede com­pen­sar los ses­gos par­tic­u­lares, pero tam­bién es posi­ble que éstas repro­duz­can imá­genes pre­vias de una cul­tura obr­era por­tu­ar­ia pecu­liar y volátil; las fuentes ofi­ciales porque están ori­en­tadas por cri­sis, los per­iódi­cos y vis­i­tantes porque enfa­ti­zan lo exóti­co, y las fuentes orales porque con­tienen lo mem­o­rable sin con­tro­lar lo que excluyen.

Historia, ciencias sociales y “cultura” obrera portuaria

No puede afir­marse que los his­to­ri­adores hayan hecho tan­tos esfuer­zos como los académi­cos de otras dis­ci­plinas por enten­der el tra­ba­jo por­tu­ario en per­spec­ti­va com­para­da. El estu­dio más famoso es el de Kerr y Siegel, segui­do en algunos aspec­tos clave por Miller [Kerr y Siegel 1954; Miller 1969]. En estos tra­ba­jos, los por­tu­ar­ios, como los mineros, rep­re­sen­tan un tipo de cul­tura lab­o­ral, car­ac­ter­i­za­da por el rel­a­ti­vo ais­lamien­to, la inesta­bil­i­dad y por tan­to la volatil­i­dad. El obrero por­tu­ario mas­culi­no, bebedor y acos­tum­bra­do al tra­ba­jo duro es propen­so a las huel­gas, pero no nece­sari­a­mente pro­clive a par­tic­i­par en el sis­tema insti­tu­cional­iza­do de rela­ciones lab­o­rales o a inte­grarse por com­ple­to a la vida mod­er­na que Kerr y Siegel tienen en tan bue­na esti­ma. Su pun­to de vista, car­ac­terís­ti­co de la teoría de la mod­ern­ización, es tele­ológi­co. No está claro que la cul­tura lab­o­ral mod­er­na que opo­nen a la cul­tura obr­era por­tu­ar­ia exista real­mente: las cul­turas lab­o­rales son bas­tante especí­fi­cas, no sólo se orig­i­nan en los lugares de tra­ba­jo, sino tam­bién en relación con el espa­cio res­i­den­cial y la orga­ni­zación políti­ca. La mil­i­tan­cia de los obreros por­tu­ar­ios, al igual que ocurre con otras cat­e­gorías ocu­pa­cionales, puede analizarse mejor en relación con las condi­ciones y los patrones estruc­turales que con la tele­ología de la mod­ern­ización. La evi­den­cia en Dock Work­ers mues­tra que no se puede asumir el ais­lamien­to como car­ac­terís­ti­ca de los obreros por­tu­ar­ios –ni en la vida cotid­i­ana ni en la acción colectiva‑, ya que estu­vieron a menudo vin­cu­la­dos con los tra­ba­jos de sus esposas o el de sus veci­nos en otras ocu­pa­ciones, y tuvieron tam­bién otros tipos de afinidades: raciales, étni­cas y migra­to­rias. Cier­ta­mente, los cam­bios en los patrones res­i­den­ciales y la desapari­ción de las cuadrillas (hatch-cen­tred gang) afec­taron el tipo de cul­tura que los obreros por­tu­ar­ios podían con­stru­ir, pero las causas y efec­tos deben analizarse con mucho may­or especi­fi­ci­dad [Turn­bull 1992]. El ejer­ci­cio de poder de los Esta­dos poli­ciales (Ham­bur­go bajo los nazis, Dur­ban bajo el apartheid) pudo con­ver­tir el tra­ba­jo por­tu­ario en algo muy dis­ci­plina­do, tan­to en el caso de los obreros per­ma­nentes como en el de los even­tuales. Las difer­en­cias insti­tu­cionales –una bahía dom­i­na­da por una sola empre­sa o muchas pequeñas- podían hac­er la difer­en­cia entre una cul­tura por­tu­ar­ia en la que pre­dom­ina­ba la ima­gen de Kerr y Siegel y otra en la que ésta difer­ía menos respec­to de la de otros sec­tores. En Mom­basa, la desev­en­tu­al­ización puso a los obreros por­tu­ar­ios en la van­guardia de la clase obr­era respetable, no en sus már­genes. Por otra parte, la even­tu­al­i­dad podía ser rein­cor­po­ra­da en nuevos nive­les tec­nológi­cos del tra­ba­jo por­tu­ario, como sug­iere Mankelow en el caso de Lon­dres.

De hecho, la idea de lo “mod­er­no” puede ser más fruc­tífera­mente emplea­da como cat­e­goría para un actor que para el anal­ista, dado que la ima­gen de lo que debería ser un lugar de tra­ba­jo mod­er­no, las ideas de lo que se supone impli­ca la dis­ci­plina mod­er­na y la idea mod­ern­izante de una estruc­tura insti­tu­cional­iza­da de rela­ciones indus­tri­ales estu­vo a menudo en la mente de los refor­madores. En Mom­basa –para tomar el caso que conoz­co mejor‑, a fines de la déca­da de 1940, los fun­cionar­ios estatales con­sid­er­aron la even­tu­al­i­dad y el sis­tema de cuadrillas (gangs) como atrasa­do, y el tra­ba­jo per­ma­nente y la super­visión ver­ti­cal como mod­er­no, inclu­so sin ten­er cómo pro­bar que la desev­en­tu­al­ización mejo­raría la pro­duc­tivi­dad (o si llegó a hac­er­lo). La “mod­ern­ización” del tra­ba­jo por­tu­ario sigu­ió un cier­to patrón no porque la his­to­ria lo con­du­jera, como supo­nen las teorías tele­ológ­i­cas de Kerr y Siegel, sino porque los actores ofi­ciales tenían una especie de teoría de la mod­ern­ización en sus cabezas [Coop­er 1996].

Contextos espaciales: puertos, océanos y Estados

Estu­di­ar a los tra­ba­jadores por­tu­ar­ios es tam­bién estu­di­ar las ciu­dades; y su evolu­ción no es un asun­to fácil de trazar. Tam­poco está claro que exista una úni­ca direc­ción glob­al en la his­to­ria urbana. El prob­le­ma, se trate de obreros por­tu­ar­ios u otros gru­pos ocu­pa­cionales, es man­ten­er el enfoque simultánea­mente en los aspec­tos especí­fi­cos de la inter­ac­ción en el lugar de tra­ba­jo y en el lugar más amplio en el que éste tiene lugar. Antes de la desev­en­tu­al­ización, los obreros por­tu­ar­ios tuvieron vín­cu­los par­tic­u­lar­mente exten­di­dos; un pun­to que Kerr y Siegel no con­sid­er­aron. Como tra­ba­jadores even­tuales, se ocu­pa­ban tam­bién en otras labores. En Escan­di­navia, Ter­ra­no­va o África, esto incluyó la agri­cul­tura y la pesca, y estas activi­dades definieron sus par­tic­u­lares rela­ciones sociales.[18] En otros casos, prob­a­ble­mente en la may­oría, la con­sid­eración de la unidad famil­iar daría una ima­gen difer­ente del lugar de los obreros por­tu­ar­ios en la cul­tura urbana, usual­mente rep­re­sen­ta­da en el tra­ba­jador mas­culi­no. La inter­ven­ción estatal en la vida urbana –medi­ante la reg­u­lación de las rela­ciones de propiedad, el desar­rol­lo por­tu­ario, los tar­i­fa­dos e impuestos, y las insti­tu­ciones para la res­olu­ción de con­tro­ver­sias- fue tan impor­tante como su inter­ven­ción direc­ta en los asun­tos lab­o­rales de los muelles.[19] Por lo tan­to, es nece­sario analizar las áreas urbanas más amplias –y en algunos casos de las áreas urbanas aledañas- al con­sid­er­ar la cam­biante ubi­cación social, cul­tur­al y políti­ca de los obreros por­tu­ar­ios.

Final­mente, estu­di­ar a los tra­ba­jadores por­tu­ar­ios es estu­di­ar toda la gama de comu­ni­ca­ciones inte­ro­ceáni­cas. La evi­den­cia pre­sen­ta­da en Dock Work­ers ape­nas tocó este asun­to, que habría requeri­do estu­di­ar además a los marineros y, espe­cial­mente, exam­i­nar el inter­face entre ambos. ¿Bajo qué cir­cun­stan­cias se conocieron y comu­ni­caron? ¿Difundieron noti­cias entre sí sobre lo que esta­ban hacien­do los obreros en otras partes del mun­do? ¿Tra­ba­jaron como marineros los obreros por­tu­ar­ios, y al revés? Por ejem­p­lo, gra­cias al tra­ba­jo de Lau­ra Tabili, se sabe que un número impor­tante de marineros de África, las Indias Occi­den­tales y la India se emplearon en bar­cos británi­cos, y que una parte –menor pero sig­ni­fica­ti­va- ter­minó lab­o­ran­do en los puer­tos de este mis­mo país [Tabili 1994]. A prin­ci­p­ios del siglo XX, la pres­en­cia “colo­nial” en puer­tos como Liv­er­pool era sufi­ciente como para gener­ar ten­sión racial, tan­to en los mat­ri­mo­nios con mujeres ingle­sas como en el acce­so a los puestos de tra­ba­jo. Como sostiene Tabili, la pres­en­cia de marineros negros no provocó automáti­ca­mente reac­ciones racis­tas en los tra­ba­jadores blan­cos ni políti­cas racis­tas por parte de las autori­dades, pero la cuestión racial esta­ba impli­ca­da en el con­tex­to de un sis­tema impe­r­i­al que vin­culó la metrópo­lis con las colo­nias en un modo pro­fun­da­mente desigual.

La nov­ela Ban­jo de Claude McK­ay, una obra impor­tante del Renacimien­to de Harlem, evo­ca bril­lante­mente el mun­do de los muelles de Marsel­la en la déca­da de 1920, donde los africanos, los esta­dounidens­es de raza negra y los indios occi­den­tales entraron y salieron del mun­do por­tu­ario, tra­ba­jan­do como marineros, estibadores o jor­naleros de dis­tin­to tipo, inter­ac­tuan­do entre sí y con los obreros france­ses blan­cos. En ningún caso se trata­ba de un ambi­ente en el que la cuestión racial había sido super­a­da, pero era un mun­do de conex­iones más que de bar­reras infran­que­ables. Era un ambi­ente de trans­misión de conocimien­tos respec­to de qué sucedía con el movimien­to obrero en otros sitios del mun­do, y cabe imag­i­nar que en el puer­to de Dakar, como en el de Nue­va York (donde McK­ay residía), el conocimien­to tam­bién fue recibido y dis­tribui­do por per­sonas que vivían allí. Unas décadas después, en la déca­da de 1950, tras haberse ocu­pa­do en la descar­ga de bar­cos en Marsel­la, el nov­el­ista sene­galés Ous­man­ne Sem­bene escribió una nov­ela bas­tante más dura sobre lo racial y el tra­ba­jo en dicha ciu­dad; e igual­mente escribió nov­e­las sobre raza, tra­ba­jo y vida urbana en Sene­gal [McK­ay 1929; Sem­bene 1962; Sem­bene 1973]. Para entonces, Dakar ya había exper­i­men­ta­do una huel­ga gen­er­al impor­tante, en 1946, con par­tic­i­pación de los obreros por­tu­ar­ios [Coop­er 1990]. Sem­bene no reg­istró las conex­iones direc­ta­mente, pero su propia trayec­to­ria, como la de McK­ay, ilus­tra las posi­bil­i­dades.

Es posi­ble que las huel­gas sigu­ier­an las líneas de nave­gación: entre 1947 y 1949 hubo huel­gas en la cos­ta este de África, en Mom­basa, Tan­ga, Der es Salaam, Dur­ban y el este de Lon­dres. Los datos sug­ieren que al menos algu­nas estu­vieron rela­cionadas.[20] Hay que enfa­ti­zar la ampli­tud que estos ejem­p­los impli­can: no sólo cruzan los océanos, sino la división metrópoli-colo­nia, la división racial y las numerosas divi­siones nacionales. Para la déca­da de 1950, la orga­ni­zación sindi­cal inter­na­cional entabló con­tac­tos for­males –no sólo a través de la mil­i­tante World Fed­er­a­tion of Trade Unions, sino tam­bién de la Inter­na­tion­al Labour Organ­i­sa­tion, e inclu­so la anti­co­mu­nista Con­fed­er­a­tion of Free Trade Unions- que involu­cra­ban sindi­catos surgi­dos en puer­tos colo­niales, como Dakar o Mom­basa, tan­to como sindi­catos de Liv­er­pool o San Fran­cis­co [Coop­er 1996]. Pero esta­ban basa­dos en otra cosa: en con­tac­tos entre mari­nos comunes y obreros por­tu­ar­ios, en frag­men­tos de infor­ma­ción trans­mi­ti­da.

Cabe hac­er las mis­mas pre­gun­tas respec­to de los patrones, pues éstos tam­bién se comu­ni­ca­ban.[21] Tenían que hac­er seguimien­to a las prob­a­bil­i­dades de los puer­tos com­peti­dores y man­tenían un cer­cano con­tac­to con las navieras. Los flu­jos de infor­ma­ción difun­den tec­nología y téc­ni­cas de gestión lab­o­ral. La comu­ni­cación con­trae la infor­ma­ción tan­to como la amplía. Es posi­ble que la preva­len­cia de la even­tu­al­i­dad en la fuerza de tra­ba­jo por­tu­ar­ia estu­viese lig­a­da al difun­di­do supuesto de que no había otra for­ma de orga­ni­zarla, pero una vez que los pro­ce­sos de desev­en­tu­al­ización comen­zaron en algunos puer­tos –par­tic­u­lar­mente des­de la déca­da de 1940‑, la voz cor­rió entre los ger­entes de los otros. Por lo tan­to, los pro­ce­sos de trans­for­ma­ciones en los puer­tos no pueden expli­carse úni­ca­mente acu­d­i­en­do a un conocimien­to pro­fun­do del con­tex­to local y sus inter­ac­ciones, se requiere inda­gar de modo más agu­do en las conex­iones. Esta no es una par­tic­u­lar­i­dad de este sec­tor lab­o­ral –supon­go que el modo en que los Esta­dos mane­jan los asun­tos sociales es gen­eral­mente más importante‑, pero los puer­tos son sitios de conex­ión mundi­al priv­i­le­gia­dos.

Conclusión

Es curioso que los his­to­ri­adores del tra­ba­jo no hayan presta­do más aten­ción a las vin­cu­la­ciones espa­ciales y nacionales ten­di­das por patrones y obreros. A menudo, y fuerte­mente, la his­to­ri­ografía lab­o­ral ha incor­po­ra­do la dimen­sión com­par­a­ti­va, pero ha puesto menos énfa­sis en las conex­iones. Los obreros por­tu­ar­ios –sus vín­cu­los con otros tra­ba­jadores del trans­porte, su prox­im­i­dad geográ­fi­ca con otros obreros urbanos, sus lig­aduras conyu­gales, de par­entesco y veci­nales, además de sus rela­ciones migra­to­rias en las economías regionales- podrían ocu­par el cen­tro de una his­to­ri­ografía lab­o­ral que se enfo­cara en dichas vin­cu­la­ciones. Lo mis­mo cabría decir respec­to de las conex­iones inte­ro­ceáni­cas entabladas entre patrones respec­to de sus prob­le­mas comunes, con otros cap­i­tal­is­tas urbanos e igual­mente con los agentes estatales. Pero es el bal­ance de la conec­tivi­dad de los obreros por­tu­ar­ios y la especi­fi­ci­dad de su tra­ba­jo el que pro­pone un con­sid­er­able ran­go de posi­bil­i­dades: han sido con­sid­er­a­dos anom­alías tan­to como típi­cos de su clase, e inclu­so su van­guardia. Es un área fruc­tífera que per­manece abier­ta para más reflex­ión e inves­ti­gación.

Citas

Nota del tra­duc­tor: orig­i­nal­mente, este ensayo fue pub­li­ca­do como el XXIV capí­tu­lo del libro Dock Work­ers. Inter­na­tion­al Explo­rations in Com­par­a­tive Labour His­to­ry, 1790–1970, edi­ta­do en el 2000 por Sam Davies, Col­in J. Davis, David de Vries, Lex Heer­ma van Voss, Lidewij Hes­selink y Klaus Wein­hauer; edi­to­r­i­al Ash­gate. En ade­lante Dock Work­ers.

* Fred­er­ick Coop­er, es his­to­ri­ador y se espe­cial­iza en his­to­ria africana. Des­de 2002 tra­ba­ja como pro­fe­sor de His­to­ria en la Uni­ver­si­dad de Nue­va York.

** Uni­ver­si­dad de San­ti­a­go de Chile, Depar­ta­men­to de His­to­ria. sntibaez@gmail.com

*** Uni­ver­si­dad Nacional de Mar del Pla­ta, Argenti­na.

[1] Nota del tra­duc­tor: El autor alude al Sem­i­nario Com­par­a­tive Inter­na­tion­al His­to­ry of Dock Labour, c. 1790–1970 (IIHS Research Papers 25, Ams­ter­dam, 1997).

[2] Por esta razón, no tiene mucho sen­ti­do inten­tar una eval­u­ación glob­al de la his­to­ri­ografía pre­via sobre el tra­ba­jo por­tu­ario: el tra­ba­jo his­to­ri­ográ­fi­co real­iza­do en puer­tos par­tic­u­lares no com­por­ta un cam­po dig­no de ser eval­u­a­do en su con­jun­to. Mi obje­to en este ensayo es reflex­ionar en torno a las cues­tiones planteadas en Dock Work­ers (hacien­do tam­bién ref­er­en­cia a estu­dios pub­li­ca­dos ante­ri­or­mente cuan­do es impor­tante), en relación con la his­to­ri­ografía lab­o­ral en gen­er­al. Como cualquier proyec­to, este tiene límites, y una eval­u­ación más com­ple­ta del tra­ba­jo por­tu­ario en su con­tex­to históri­co mundi­al se ben­e­fi­cia­ría espe­cial­mente de una may­or cober­tu­ra en lo referi­do a puer­tos bajo regímenes comu­nistas, puer­tos lati­noamer­i­canos y una mues­tra más amplia de puer­tos de Asia y África. De todos mod­os, los artícu­los reunidos en Dock Work­ers pro­po­nen un amplio mate­r­i­al para la reflex­ión.

[3] En adi­ción a los estu­dios mono­grá­fi­cos de puer­tos, otros capí­tu­los de Dock Work­ers tam­bién con­sid­er­an los temas aquí trata­dos, en par­tic­u­lar los capí­tu­los XXV, XXVI y XXVII.

[4] Ver el capí­tu­lo XIII de Dock Work­ers.

[5] Ver el capí­tu­lo XVIII de Dock Work­ers.

[6] Ver el capí­tu­lo X y XVII de Dock Work­ers.

[7] Ver los capí­tu­los XXI, IX y XII de Dock Work­ers.

[8] Ver el capí­tu­lo VIII y XIV de Dock Work­ers. Tam­bién Her­mas­si, M. A., “Soci­olo­gie du milieu dock­er”, Revue Tunisi­enne de Sci­ences Sociales 7 (1966).

[9] Ver el capí­tu­lo V de Dock Work­ers.

[10] Además de los capí­tu­los XVIII y XXIII en Dock Work­ers, ver tam­bién Well­man, D., “Port of San Fran­cis­co, 1932–1970”, en los Port Reports prepara­dos para el Sem­i­nario Com­par­a­tive Inter­na­tion­al His­to­ry of Dock Labour, c. 1790–1970.

[11] Ver los capí­tu­los VI, VIII y XIV en Dock Work­ers; tam­bién Well­man, “Port of San Fran­cis­co”.

[12] Ver tan­to los capí­tu­los XXV y XXVII e igual­mente los numerosos estu­dios sobre puer­tos en par­tic­u­lar reunidos en Dock Work­ers.

[13] Ver los capí­tu­los IV y XIX de Dock Work­ers.

[14] Ver en par­tic­u­lar los capí­tu­los XXVII y XXIX y otros estu­dios en Dock Work­ers. Las gen­er­al­iza­ciones que se pre­sen­tan aquí no son más que un mar­co para pen­sar en un pro­ce­so que es alta­mente vari­a­do y está conec­ta­do, a través de redes de comu­ni­ca­ciones entre los fun­cionar­ios por­tu­ar­ios y los sindi­catos.

[15] Ver los capí­tu­los IX, X y XXI en Dock Work­ers.

[16] Ver el capí­tu­lo XVII de Dock Work­ers.

[17] Ver los capí­tu­los XXII y XXVI de Dock Work­ers para aprox­i­ma­ciones par­tic­u­lar­mente influ­en­ci­adas por recolec­ciones de fuentes orales.

[18] Ver los capí­tu­los V. VII y XXXIV de Dock Work­ers.

[19] Este pun­to está enfa­ti­za­do en el capí­tu­lo XXIX de Dock Work­ers.

[20] Ver el capí­tu­lo XIV de Dock Work­ers; Coop­er, On the African Water­front; Hem­son, “Dock work­ers”.

[21] Ver el capí­tu­lo XXVIII de Dock Work­ers.

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Frederick Cooper, «Trabajadores portuarios e historiografía laboral», Revista de Estudios Marítimos y Sociales [En línea], publicado el [insert_php] echo get_the_time('j \d\e\ F \d\e\ Y');[/insert_php], consultado el [insert_php] setlocale(LC_ALL,"es_ES"); echo strftime("%e de %B del %Y");[/insert_php]. URL: https://estudiosmaritimossociales.org/archivo/rems-14/traducciones-cooper/
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