Presentación dossier:
Enfermedades y colonialidad.
Poder y salud en situaciones de contacto interétnico en la América meridional

Dis­eases and colo­nial­i­ty. Pow­er and health in sit­u­a­tions of intereth­nic con­tact in South Amer­i­ca

Romi­na Casali*

A través del pre­sente dossier pre­tendemos pon­er en val­or la salud y la enfer­medad como eje analíti­co de esce­nar­ios de con­tac­to interét­ni­co, ensayan­do una con­tinuidad en las impli­can­cias de poder de estos tópi­cos en situa­ciones de colo­nial­i­dad –explíci­ta o tácita‑, de util­i­dad en el mar­co de un recorte tem­po­ral exten­so, apli­ca­do aquí a lo merid­ion­al de las Améri­c­as.

Si de estereoti­pos se tra­ta, el poder de las enfer­medades es aso­ci­a­do exclu­si­va­mente a momen­tos prim­i­ge­nios, situa­ciones de con­quista, y la enfer­medad como poder es reduci­da a los focos epidémi­cos y lo con­cluyente de su impacto demográ­fi­co. Espa­cial­mente, este dis­eño cuadra con la remisión a ter­ri­to­rios incas y aztecas. En el otro extremo ‑tem­po­ral y con­cep­tu­al- es factible situ­ar los análi­sis etnoepi­demi­ológi­cos, aque­l­los que des­de la per­spec­ti­va de la salud inter­cul­tur­al exam­i­nan las ten­siones y con­comi­tan­cias entre las cos­mo­vi­siones y prác­ti­cas de salud-enfer­medad de las comu­nidades orig­i­nar­ias y los pro­gra­mas san­i­tar­ios –inclu­sivos o no, gen­erales o especí­fi­cos, etc.- de las agen­cias estatales en los dis­tin­tos nive­les del entra­ma­do socio-políti­co. Cier­ta­mente, allende lo atrac­ti­vo y prag­máti­co de las esquema­ti­za­ciones, inter­me­dian­do estas fotografías, se ubi­can las infini­tas capas colo­niales y las de con­for­ma­ción, con­sol­i­dación y avance de los Esta­dos-Nación. Pero además, y fun­da­men­tal­mente, cada una de las cap­turas está integra­da y atrav­es­a­da por las cor­re­spon­di­entes diver­si­dades y mul­ti­pli­ci­dades, amén de que en sus ver­siones orto­doxas ya han sido revis­tadas y com­ple­jizadas.

Es lógi­co que las aprox­i­ma­ciones de corte demográ­fi­co sean ten­tadas por la Con­quista de Améri­ca, al “no haber otros ejem­p­los de una caí­da pobla­cional tan ver­tig­i­nosa y bru­tal” [Pérez Brig­no­li 2004], lo que difi­cul­ta la elusión de con­cep­tu­al­iza­ciones tales como “con­quista biológ­i­ca” o su ‑más drás­ti­ca aún- ver­sión orig­i­nal “born to die” [Cook 2005 (1998)]. Los miem­bros de la “Escuela de Berke­ley” así lo advirtieron allá por los años ’40. De los emblemáti­cos Woodrow Borah y Sher­burne F. Cook se derivaron ‑con­tem­poránea o suce­si­va­mente, direc­ta o indi­rec­ta­mente- numerosos int­elec­tuales y tra­ba­jos, gen­eral­mente referi­dos a zonas como Flori­da y baja Cal­i­for­nia, Méx­i­co y mesoaméri­ca y los Andes peru­anos. Algunos de los renom­bra­dos académi­cos son Les­ley B. Simp­son, Alfred Kroe­ber, Nicolás Sánchez Albor­noz, Angel Rosen­blat, H. F. Dobyns, William M. Denevan, Stew­ard Julian H., Alfred Cros­by, Noble David Cook[1], Robert H. Jack­son, D. H. Thomas, John Ver­a­no, Dou­glas Ube­lak­er, Mas­si­mo Livi Bac­ci, Daniel Reef, entre muchos. Depende el caso, los tra­ba­jos harán más foco en la fac­eta demográ­fi­ca, en la epi­demi­ológ­i­ca o en su artic­u­lación, pero inde­fectible­mente la dis­cusión fondea en la impor­tan­cia de vari­ables tales como el tamaño pobla­cional pre­vio a la con­quista y el efec­to de las pos­te­ri­ores epi­demias, su mag­ni­tud, sus agentes eti­ológi­cos y sus for­mas en gen­er­al. De la inci­den­cia otor­ga­da a la huel­la de éstas últi­mas, depen­derá la primera; recíp­ro­ca­mente el tamaño pobla­cional y gra­do de nucle­amien­to pre-con­tac­to, habría condi­ciona­do la impronta de las enfer­medades infec­ciosas: es sabido ya que S.F. Cook y W. Borah pro­pusieron una “alta población en el momen­to del con­tac­to y un 95% de despoblamien­to durante el siglo pos­te­ri­or” [Livi Bac­ci 2003]; como tam­bién que otros autores sugirieron una dis­min­u­ción mod­er­a­da, en fun­ción de “una baja población al momen­to del con­tac­to” [Livi Bac­ci 2003], procu­ran­do aten­uar poten­ciales rebrotes de “la Leyen­da Negra” [Sanchez Albor­noz 2003]. La con­mem­o­ración del quin­to cen­te­nario de la col­o­nización no hizo sino vig­o­rizar el debate inagotable [Thomas 1990].

“Catástrofe demográ­fi­ca”, “leyen­da negra”, “vir­gin soil”, tienen de real­i­dad y de par­a­dig­ma. Tan impre­scindibles como tax­a­ti­vas; tan útiles como amplias. Gen­eral­mente apli­cadas a momen­tos ini­ciales de la con­quista, no pueden sino hac­er base en la fac­eta biológ­i­ca del con­tac­to, sea medi­ante la mira­da de los focos epidémi­cos, sea medi­ante el análi­sis de las cues­tiones inmunológ­i­cas. El mod­e­lo “vir­gin soil”, por ejem­p­lo, “ha influ­i­do en varias gen­era­ciones de inter­pretación académi­ca de post-con­quista, sobre patrones demográ­fi­cos. Este mod­e­lo pos­tu­la que las pobla­ciones nati­vas amer­i­canas exper­i­men­ta­ron altas tasas de mor­bil­i­dad y mor­tal­i­dad cómo las primeras oleadas de epi­demias de viru­ela y otros con­ta­gios repar­tidos por todo el con­ti­nente. Los nativos no tenían inmu­nidad a las nuevas enfer­medades y exper­i­men­ta­ron un descen­so pobla­cional con­tin­uo, has­ta por un siglo o más, pero luego se recu­per­aron grad­ual­mente des­de su pun­to más bajo en algún momen­to de medi­a­dos del siglo XVII” [Jack­son 2014: 90]. Este énfa­sis en lo epi­demi­ológi­co, y por ende en las tasas de mor­bil­i­dad y mor­tal­i­dad, en lo étni­co como biología deter­mi­nante, caló hon­do, has­ta nue­stros días.

Si bien la per­ife­ria amer­i­cana no fue el obje­to “estrel­la” en pro­duc­ción int­elec­tu­al en con­traste con Perú, Mesoaméri­ca, Méx­i­co, Cal­i­for­nia o Flori­da, la antropología norteam­er­i­cana se ocupó de estos lares, tam­bién tem­prana­mente. “Aunque luego fuera Améri­ca Cen­tral el área geográ­fi­ca más explo­ra­da por la sub­dis­ci­plina de la antropología social, en espe­cial a par­tir de los proyec­tos de desar­rol­lo” [Gil 2015: 129], ya en los años ’40 se dieron los “primeros pasos sis­temáti­cos (…) en los estu­dios de áreas y más pre­cisa­mente en Améri­ca del Sur” [Gil 2015: 129]. La edi­ción, por Julian Stew­ard, de los seis volúmenes del par­a­dig­máti­co Hand­book of South Amer­i­can Indi­ans. The Andean Civ­i­liza­tions, así lo indi­ca.[2] Tam­bién tuvieron de mag­no y abarca­ti­vo, intro­duc­to­rio y dis­parador otras obras, como la del his­panista pola­co-argenti­no-vene­zolano Angel Rosen­blat[3] y más ade­lante las com­pi­la­ciones de Denevan,[4] Guy y Sheri­dan.[5] Más acá en el tiem­po, obras más especí­fi­cas surgieron del puño de, por ejem­p­lo, Eric Langer, Robert H. Jack­son, Mas­si­mo Livi Bac­ci. La trayec­to­ria del his­to­ri­ador español exil­i­a­do algunos años en Argenti­na, Nicolás Sánchez Albor­noz, y sus nar­ra­ti­vas holís­ti­cas sobre la población de Améri­ca Lati­na ‑con áni­mo de proyec­ciones inclu­i­do- atraviesan el siglo XX y se sostienen en el XXI.[6] Sánchez Albor­noz par­ticipó además del dossier “¿Epi­demias o explota­ciones? La catástrofe demográ­fi­ca del Nue­vo Mun­do”, edi­ta­do en 2003 por Revista de Indias,[7] de lec­tura ine­ludi­ble, espe­cial­mente su artícu­lo y los de Livi Bac­ci, Cook y Elsa Malvi­do (en fun­ción de los temas que aquí nos pre­ocu­pan). [8]

Las expe­ri­en­cias de mision­al­ización cobraron rel­e­van­cia en este mar­co. Tam­bién aquí las inter­preta­ciones adquirieron tintes dicotómi­cos y la lec­tura de la inci­den­cia de las misiones sobre las pobla­ciones indí­ge­nas osciló entre la dev­astación gen­er­a­da por las enfer­medades euro­peas y la deses­per­an­za provo­ca­da por la dis­lo­cación social y el tra­ba­jo forza­do, la pon­deración de las pías final­i­dades ecle­siás­ti­cas y la ubi­cación de quienes inten­taron ir más allá de la defen­sa o agre­sión a los misioneros. La lóg­i­ca com­ple­jización analíti­ca [secuen­cia his­to­ri­ográ­fi­ca] pos­te­ri­or ‑causa y con­se­cuen­cia de la incor­po­ración de múlti­ples factores‑, per­mi­tió apre­hen­der las avan­zadas mision­eras cada una con sus for­mas e inter­cep­tadas mul­ti­di­rec­cional­mente por las cual­i­dades ecológi­co-ambi­en­tales, aque­l­las de la agen­cia indí­ge­na, el tipo de sis­tema pro­duc­ti­vo-lab­o­ral imple­men­ta­do, etc. [Langer y Jack­son 1995; Weber 2003; Jack­son 2009].

Para el extremo sur, sobre­sale “lo jesui­ta”, ya un género en sí mis­mo. Los jesuitas no fueron los úni­cos ni los primeros, pero no puede sosla­yarse, por ejem­p­lo, que lograron éxi­to allí dónde agusti­nos y domini­cos no [ver Ossan­na 2008]; que actu­aron con más sagaci­dad que los fran­cis­canos [ver Maed­er 1995]; y que ‑fun­da­men­tal­mente- no esca­ti­maron estrate­gias de sobre­viven­cia ante ban­deirantes, encomenderos o autori­dades colo­niales, lo mis­mo que de artic­u­lación con las comu­nidades indí­ge­nas: ais­lamien­to y autonomía, por un lado; dis­ci­plinamien­to, nego­ciación y aceptación, por el otro; como estandartes, como causales de los lau­re­les y de la remo­ción. El lega­do doc­u­men­tal irre­prochable de los jesuitas [Maed­er y Bol­si 1978], es la mues­tra cabal de que las reduc­ciones resul­tan seduc­toras por la posi­bil­i­dad de acced­er a las diver­sas fuentes allí pro­duci­das, más o menos sis­temáti­cas, más o menos sis­tem­ati­zadas, tes­ti­mo­nio al fin de la cotid­i­an­idad de estos dis­pos­i­tivos de poder por antono­ma­sia. Ernesto Maed­er, entre sus tan­tas his­to­rias cedió lugar a la pio­nera demografía históri­ca sobre pobla­ciones indí­ge­nas, legan­do un excel­so con­jun­to de datos, muchos de los cuales cor­re­spon­den a estas misiones [1978, 1995, 1997, 1998, entre otros]. Fue Robert H. Jack­son quien des­de aque­l­la per­spec­ti­va demográ­fi­ca ini­cial poten­ció el cariz epdiemi­ológi­co del análi­sis e inclu­so efec­tuó ajustes metodológi­cos [Jack­son 2008] en respues­ta a tra­ba­jos prece­dentes [Livi Bac­ci y Maed­er 2004]. Su obra se erige como ref­er­ente para el tipo de estu­dios que aquí nos con­vo­ca, por su vol­u­men, pero tam­bién por el de los datos ofre­ci­dos, sean gen­erales o especí­fi­cos, en clave indi­vid­ual o com­par­a­ti­va, teóri­ca o descrip­ti­va [Jack­son 2004, 2005, 2008, 2009, 2014, 2015, entre tan­tos].

Si de jesuitas se tra­ta, el imag­i­nario remite a las comu­nidades guaraníes, pero los pueb­los afec­ta­dos fueron muchos, demasi­a­dos, todos; ya sea en la Provin­cia Jesuíti­ca del Paraguay o su análo­ga chile­na, por lo que “las otras misiones” [Page 2012] se extendieron lógi­ca­mente por el cen­tro, norte y oeste de la actu­al Argenti­na, por ter­ri­to­rio bonaerense y más al sur tam­bién. Muchas de las avan­zadas quedaron en inten­tos, condi­cio­nan­do así el tipo de infor­ma­ción rema­nente, de modo que si bien la pro­duc­ción académi­ca sobre estas misiones es amplia, no nece­sari­a­mente incluye exámenes agu­dos y especí­fi­cos sobre aspec­tos demográ­fi­cos y epedemi­ológi­cos.

Respec­to al pin­za­mien­to ejer­ci­do sobre los indí­ge­nas por la coro­na vía [con] los jesuitas al sur del Sal­a­do y en la Patag­o­nia, la bib­li­ografía es exten­sa.[9] Des­de enclaves cos­teros y des­de la cam­paña bonaerense en el siglo XVIII, y ya en el XVII des­de el otro lado de la cordillera, los jesuitas insistieron en reducir las diver­sas pobla­ciones de estas regiones. Las razones de los fra­ca­sos son diver­sas y el énfa­sis en cada una depen­derá de quien argu­mente: si el nomadis­mo de las comu­nidades inter­peladas, si su beli­cosi­dad, si la fal­ta de respal­do logís­ti­co, económi­co y mil­i­tar por parte de las autori­dades, si todas. Sien­do este mis­mo ítem mate­ria de escrit­u­ra académi­ca, lo cier­to es que las prob­lemáti­cas his­to­ri­ográ­fi­cas y antropológ­i­cas ron­daron en torno a las rela­ciones interét­ni­cas: resisten­cia-nego­ciación y todas las acciones y trans­for­ma­ciones ten­di­entes a la sobre­viven­cia (mal­ones, com­er­cio, muta­ciones al inte­ri­or de las comu­nidades, pactos, etc.); avan­zadas mil­itares y cap­tura de indios, encier­ros, con­fi­namien­tos, etc. Sin diar­ios mision­ales, las fuentes serán otras y, por ende, la cual­i­dad y cal­i­dad de los datos pasi­bles de con­stru­ir: misi­vas, cor­re­spon­den­cia en gen­er­al, informes, relatos de via­jeros y de misioneros en los que las enfer­medades sur­girán con may­or o menor grav­itación fac­tu­al, pero casi nula metodológ­i­ca.

El con­trol y dominio de la población indí­ge­na como mano de obra, como “civ­i­liza­dos y cris­tianos”, como medi­adores con lo “otro” a seguir col­o­nizan­do, tomó diver­sas for­mas, no sólo las reduc­ciones. Éstas fueron tem­pranas y en oca­siones aux­il­i­adas y pro­fun­dizadas por el dis­lo­camien­to de las pobla­ciones, y de su mano ‑o para­le­los- se imple­men­taron mecan­is­mos con gra­do vari­able de con­cen­tración demográ­fi­ca ‑con su cor­re­la­to en dis­per­sión de enfer­medades- o de alteración san­i­taria para los indí­ge­nas involu­cra­dos: mita y encomien­da, repar­timien­tos y “ser­vi­cio de indios”, reser­vas y “reales pueb­los de indios” [Gon­za­lez Lebrero 1998; Biroc­co 2009]. Estas fig­uras son aso­cia­bles inmedi­ata­mente al noroeste “argenti­no”, pero pre­sentes tam­bién en las pam­pas, en parte a par­tir de la forza­da artic­u­lación entre ambas zonas: “los desas­tres sufri­dos por los indí­ge­nas del Tucumán se coro­naron con las guer­ras calchaquíes de fines del siglo XVI y primera mitad del XVII, que cul­mi­naron con el desar­rai­go y relo­cal­iza­ciones de comu­nidades enteras y de indi­vid­u­os fuera de sus lugares de ori­gen” [Paz 2008], por ejem­p­lo en cer­canías de la ciu­dad Buenos Aires. De pri­sioneros de cam­pañas mil­itares, víc­ti­mas de con­fi­namien­tos, tam­bién tiene esta his­to­ria, como puede apre­cia­rse en el tra­ba­jo que para este dossier escri­bieron Jiménez y Alioto.

La tran­si­ción entre la vio­len­cia colo­nial y la repub­li­cana tuvo tan­tas aris­tas cat­a­stró­fi­cas que no hizo sino sen­ten­ciar el geno­cidio sobre las comu­nidades indí­ge­nas. La Con­quista del Desier­to (Patag­o­nia) y la Con­quista del Desier­to Verde (Cha­co) [10], 1879 y 1884 respec­ti­va­mente, si no “ini­cios”, sí hitos his­to­ri­ográ­fi­cos y pun­tos de inflex­ión de un pro­ce­so ya dado, y con cert­eros fun­da­men­tos en la pro­fun­dización de la ofen­si­va y de la “defin­i­ti­va solu­ción del prob­le­ma del indio”. Las cam­pañas mil­itares podían incluir fusil­amien­tos y ataques sor­pre­sa,[11] pero su mecan­is­mo más efec­ti­vo fue el sis­tema de dis­tribu­ción indí­ge­na “fuera de su hábi­tat nat­ur­al” a fin de garan­ti­zar el “desmem­bramien­to famil­iar”; esta vez ‑a difer­en­cia de lo ocur­ri­do con otros “pri­sioneros de guer­ra”- afectan­do tam­bién a mujeres y niños [Mases 2010]. De esto se derivaron nuevas “expe­ri­en­cias con­cen­tra­cionar­ias” [Musante et al. 2014] que agilizaron la dinámi­ca de some­timien­to indí­ge­na al yugo de un Esta­do-Nación con pre­mu­ra de recur­sos explota­bles y exporta­bles. Las otro­ra reduc­ciones tro­carían nom­i­nal­mente a “colo­nias aborí­genes”, “reduc­ciones civiles estatales”[12] donde las condi­ciones san­i­tarias ópti­mas no eran una pri­or­i­dad, inclu­so a sabi­en­das de que se perdía mano de obra.[13] Cam­pos de con­cen­tración que ‑jus­ta­mente- ten­drían “ínti­ma relación con dos de las más cru­eles masacres del esta­do mod­er­no argenti­no: Napalpí (Cha­co) en 1924 y Rincón Bom­ba (For­mosa) en 1947”.[14] Tam­bién al sur, “durante la ocu­pación mil­i­tar los indí­ge­nas reduci­dos por el ejérci­to fueron con­cen­tra­dos den­tro del ter­ri­to­rio patagóni­co en Valcheta, Chichi­nales, Choele-Choel y Gen­er­al Roca prin­ci­pal­mente. Muchos fueron clasi­fi­ca­dos, selec­ciona­dos y depor­ta­dos des­de estos cam­pos y traslada­dos has­ta los cuar­te­les de Retiro o hacia la Isla Martín Gar­cía donde esper­a­ban un nue­vo des­ti­no” [Pérez 2013]. La colo­nia de Gral. Cone­sa prop­ues­ta como alter­na­ti­va no ten­dría éxi­to sostenido, puesto que final­mente las famil­ias se dis­per­sarían [Mases 2010].[15]

De este modo, las cam­pañas mil­itares acar­rearon un fac­tor epi­demi­ológi­co fun­da­men­tal: las enfer­medades, sobre todo la viru­ela, “que con­tribuyó a diez­mar los gru­pos, pues la enfer­medad hizo estra­gos entre la población nati­va” [Salomón Tar­qui­ni 2010a]. En torno a la epi­demia de viru­ela en 1879 se dieron debates médi­cos respec­to a las causas de su impacto entre los indí­ge­nas, pero tam­bién socio-políti­cos, ya que la pren­sa, los políti­cos y los reli­giosos se expre­saron en fun­ción de las respon­s­abil­i­dades:[16] los indí­ge­nas habían sido dis­tribui­dos en la ciu­dad en muchos casos ya enfer­mos y en otros sin ser vac­u­na­dos:

Si bien algunos jefes militares vacunaron por propia decisión o por consejo médico a los recluídos en los campamentos militares (…) muchos indios no fueron vacunados, con lo cual no sólo se introdujo peligrosamente un foco de contagio sino que fue una forma indirecta de asegurar su desaparición, bajo un arma que era a la vez terriblemente eficaz y desculpabilizante. En las palabras de Pedro Mallo, se produjo una lamentable "devastación accidental", en la cual los blancos no necesitaban asumir su responsabilidad [Di Liscia 2000].

Fue en la isla Martín Gar­cía, con una “larga tradi­ción como guar­ni­ción mil­i­tar y prisión” [Musante et al. 2014], donde la viru­ela se luciera: “los efec­tos dev­as­ta­dores gen­er­a­dos por el trasla­do y con­cen­tración en Martín Gar­cía que gen­er­an el aba­timien­to moral, pues sien­ten ellos la pér­di­da del desier­to como puede sen­tir un Rey la de sus pala­cios (…). El impor­tante brote de viru­ela está vin­cu­la­do con la deportación y el encier­ro. Esta situación es doc­u­men­ta­da como un ver­dadero prob­le­ma para las autori­dades (mil­itares y ecle­siás­ti­cas); pues no es la elim­i­nación físi­ca lo que se bus­ca, si no la salud físi­ca y espir­i­tu­al a par­tir de la pér­di­da de atrib­u­tos bár­baros para la pos­te­ri­or util­i­dad en tan­to indí­ge­nas someti­dos y civ­i­liza­dos” [Nagy y Papaz­ian 2011: 10].[17] De hecho, “cuan­do fue nece­sario habil­i­tar en Martín Gar­cía un lazare­to para cuidar de ellos [enfer­mos]. El arzo­bis­pa­do de Buenos Aires tomó inmedi­ata­mente car­tas en el asun­to, ocupán­dose de enviar her­manas de cari­dad y sac­er­dotes, como el padre Birot, para hac­erse car­go del mis­mo” [Di Lis­ca 2000]. Los reli­giosos denun­cia­ron la impre­visión de las autori­dades que no sólo exponían a los indí­ge­nas al frío y al ham­bre, sino que no los proveían de un fac­ul­ta­ti­vo que los atendiera, mien­tras que aque­l­las respon­s­abi­lizaron a los misioneros bajo el argu­men­to de que sólo se ocu­pa­ban de sus almas.

Las alteraciones en la salud de las comu­nidades indí­ge­nas a par­tir de la arremeti­da repub­li­cana son pasi­bles de con­statar en todas las expre­siones de la mis­ma, inclu­so hacien­do caso omiso del impacto psi­cológi­co y sus múlti­ples secue­las.[18] De este modo los indí­ge­nas apre­sa­dos en todos “los frentes” ‑sur, Cha­co, Pam­pa, fron­tera pun­tano-cor­dobe­sa- tam­bién fueron dis­tribui­dos ‑espe­cial­mente de mujeres y niños- en el ser­vi­cio domés­ti­co y fun­da­men­tal­mente envi­a­dos a tra­ba­jar como mano de obra semi­escla­va a las zafras azu­car­era, algo­don­era y yer­bat­era. Los “inge­nios azu­careros de Tucumán, Salta y Jujuy esta­ban en pleno pro­ce­so de inno­vación tec­nológ­i­ca y con­cen­tración de cap­i­tales” [Mapel­man y Musante 2010]. En 1936 el informe de la Comisión Hon­o­raria de Reduc­ciones de Indios emi­tiría un informe en el que podía leerse como

…el indio trabaja de sol a sol, sin descanso, mal alimentado, casi desnudo, viviendo en huetes hechas de paja, llenas de piojos y donde se reproducen las más grandes enfermedades infecciosas (…) terminada la zafra los despide dándoles unos trapos viejos y unas moneditas” [informe citado en Mapelman y Musante 2010].

Las desar­tic­u­la­ciones famil­iares y étni­cas lógi­ca­mente fueron cul­tur­ales en un sen­ti­do amplio (no de irre­versibil­i­dad, se entiende), por lo que cabe lis­tar el peso, en este nue­vo esce­nario de dester­ri­to­ri­al­ización y los desplaza­mien­tos, de la fal­ta de ser­vi­cios san­i­tar­ios “occi­den­tales”, en com­bi­nación con la lim­itación en el acce­so a los “recur­sos nat­u­rales para las prác­ti­cas cura­ti­vas” o a la per­sona encar­ga­da de efec­tu­ar­las [Salomón Tar­qui­ni 2010b].

Y si hablam­os de con­quis­tar los desier­tos patagóni­cos en tiem­pos de Roca, no podemos eludir la tarea sale­siana. Con sus fal­li­dos inten­tos de seden­ta­rización indí­ge­na en Patag­o­nia con­ti­nen­tal,[19] la con­gre­gación de Don Bosco saltó a la fama gra­cias a sus establec­imien­tos aus­trales: “Nues­tra Seño­ra de La Can­de­lar­ia” en cer­canías de la actu­al Río Grande, Argenti­na (1893–1930 aprox.) y “San Rafael” en la isla Daw­son, Chile (1889–1911). De entre las pobla­ciones orig­i­nar­ias de la región, fueron los selk’nam los más afec­ta­dos por el haci­namien­to y el stress nutri­cional y psi­cológi­co, mien­tras los yámana y los kawéskar ya habían pade­ci­do el impacto direc­to e indi­rec­to de las trav­es­ías estratég­i­cas y com­er­ciales de los europeos durante el siglo XIX.[20] Los yámana además, con­ta­ban con el hon­or de haber sido alo­ja­dos por los angli­canos que insta­laron el primer núcleo “blan­co” en Tier­ra del Fuego en 1869, en la zona de la actu­al Ushua­ia. Lo cier­to es que los sale­sianos fueron artí­fices de la avan­za­da cap­i­tal­ista sobre la estepa fueguina lid­er­a­da por los empre­sar­ios ganaderos,[21] y por lo menos 1000 los selk’nam fal­l­e­ci­dos fun­da­men­tal­mente por tuber­cu­lo­sis entre las dos misiones men­cionadas [Casali 2013].[22]

Las inheren­cias de las con­quis­tas repub­li­canas incluían la con­sol­i­dación de la “patria” y el surgimien­to de ciu­dadanos, de seres nacionales con diver­sas acep­ciones de sanidad. Por un lado la civ­i­liza­to­ria, una de las tan­tas her­ramien­tas de invis­i­bi­lización, de anu­lación del “otro” que, en el caso del suje­to indí­ge­na implic­a­ba el destier­ro de las “prác­ti­cas y ter­apias cura­ti­vas propias (…) con­sid­er­adas bár­baras y atrasadas”; las enfer­medades indí­ge­nas fueron reem­plazadas por “patologías de los blan­cos” y la “imposi­ción de reme­dios y ter­apias civ­i­lizadas sig­nifi­caron una nue­va con­quista” [Hochman et al. 2012]. Imbri­ca­do con lo ante­ri­or, la eufo­ria cap­i­tal­ista amer­i­ta­ba la con­struc­ción de una masa tra­ba­jado­ra salud­able, con­cep­to que ‑como es sabido- col­i­sionó ráp­i­da­mente con una real­i­dad inmi­gra­to­ria con­traria a la plan­i­fi­ca­da. El “caos racial” [Miran­da y Valle­jo 2006] val­id­a­ba una psi­cología social con clave eugenési­ca y la extrema otredad de los sujetos/objeto recien­te­mente anex­a­dos, exulta­ba al dar­win­is­mo social imper­ante. En algún pun­to, el indígena/ lo indí­ge­na se con­vertía en una figu­ra cien­tí­fi­ca­mente ambigua, pero ide­ológi­ca­mente coher­ente: como expre­sión de lo prísti­no y exóti­co, caía víc­ti­ma de estu­dios antropométri­cos y biotipológi­cos; de una con­ve­niente estigma­ti­zación arque­ol­o­gizante, com­pat­i­ble con su pres­en­cia en los museos. Como ente homo­geneiz­able, mime­ti­z­able, a “mejo­rar”, se le aplicó una “especie de inclusión por asim­i­lación no despro­vista de vio­len­cia” [Miran­da 2014].[23]

La con­cep­ción de “patria sana” incluía un cor­re­la­to en la gestación y per­fec­cionamien­to de un sis­tema san­i­tario con ancla­je no sólo en áreas recep­toras de inmi­grantes, sino tam­bién en el “inte­ri­or”, con todas sus acep­ciones e impli­can­cias. La Sociedad de benef­i­cen­cia crea­da en 1823 por Riva­davia y los “sis­temas de pro­tec­ción social comu­ni­tar­ios” ‑las “ideas mutu­al­is­tas”-, imple­men­ta­dos por los inmi­grantes, si bien impactaron con­cep­tu­al y mate­rial­mente [Cerdá 2015], eran insu­fi­cientes. A las con­se­cuen­cias cotid­i­anas del acel­er­a­do pro­ce­so de urban­ización se sum­a­ban las propias de los episo­dios epidémi­cos,[24] por lo que la “prédi­ca higien­ista de pre­ven­ción”[25] inde­fectible­mente debía complementarse/completarse con la pues­ta en prác­ti­ca de obras de saneamien­to urbano (agua potable, cloa­cas, recolec­ción de resid­u­os, etc.), cam­pañas de desin­fec­ción, de vac­u­nación y ‑lógi­ca­mente- con la con­sti­tu­ción de un sis­tema san­i­tario. El Depar­ta­men­to Nacional de Higie­ne[26] fue clave en la institucionali­zación de la salud públi­ca, de una buro­c­ra­cia san­i­taria. Pero en los Ter­ri­to­rios Nacionales, la evolu­ción en la aten­ción de las necesi­dades san­i­tarias es plau­si­ble de com­pen­di­ar median­te cat­e­gorías como médi­co de la gob­er­nación, med­ical­ización itin­er­ante y asis­ten­cia públi­ca [Di Lis­cia 2008a, 2009; Bohoslavsky y Di Lis­cia 2008]. El alcance, el impacto, la efi­ca­cia de las difer­entes políti­cas san­i­tarias ‑estructurales/coyunturales, nacionales/locales, preventivas/aplicadas, fijas/portátiles, etc.- depen­derá de diver­sos fac­tores, todos los cuáles, indi­vid­ual­mente o como parte de pro­ce­sos o de un com­por­tamien­to dialéc­ti­co, han sido exam­i­na­dos des­de la his­to­ria social de la salud y la enfer­medad. Sin áni­mo de describir los detalles del desar­rol­lo de esta per­spec­ti­va his­to­ri­ográ­fi­ca,[27] lo cier­to es que se erige como uno de los cam­pos en cuya inter­sec­ción afin­can las prob­lemáti­cas aquí tratadas. Des­de esta ópti­ca no sólo es posi­ble visu­alizar cues­tiones con raíz insti­tu­cional o cor­po­ra­ti­va ‑como las políti­cas san­i­tarias, los pro­ce­sos de med­ical­ización y pro­fe­sion­al­ización médi­ca, etc.-, sino tam­bién los con­tex­tos de estos fac­tores y de las enfer­medades. Es que “lo social” con­sti­tuye el tamiz por el que se deslizan (y deben hac­er­lo) todos los tópi­cos del cam­po salud; es el eje trans­ver­sal; condi­cio­nante, si no deter­mi­nante. A ries­go de ser reit­er­a­tivos, la salud es un hecho social, lo mis­mo que la enfer­medad ‑que es en sí, además de parte de aquel todo: la enfer­medad surge en condi­ciones mate­ri­ales (demográ­fi­cas[28], económi­cas, nutri­cionales, cul­tur­ales, ambi­en­tales, etc.) conc­re­tas; afec­ta a pobla­ciones todas o a sec­tores divis­i­bles por clase, género, etnia o lo que fuere; su tratamien­to ‑como la aten­ción san­i­taria toda- depende de deci­siones políti­cas y de fac­tores téc­ni­cos y pro­fe­sion­ales y no siem­pre es factible hablar en tér­mi­nos de pro­gre­so y evolu­ción, sino tam­bién de incer­tidum­bres y frus­tra­ciones; la per­cep­ción de la enfer­medad y el modo de tran­si­tar­la es per­son­al, pero tam­bién cul­tur­al y/o de época. Por eso resul­ta impe­rioso hablar de his­to­ri­ci­dad, de mul­ti­pli­ci­dad de actores y de fac­tores que se com­por­tan sinér­gi­ca­mente y hacen la salud y la enfer­medad; por esto es tan rel­e­vante la mira­da inter­dis­ci­pli­nar­ia como la que no des­deña de “la dimen­sión local” [Armus 2004, 2005, 2012], de lo especí­fi­co, de lo que ‑ideal­mente trib­u­tario de teorías, par­a­dig­mas, pre­gun­tas y prob­le­mas de amplio alcance (geográ­fi­co o temáti­co)- no encalla en el análi­sis exclu­si­vo de urbes desta­cadas ni en la traspo­lación automáti­ca de mod­e­los.

Como en toda dinámi­ca int­elec­tu­al, ante la tesis de lo biológi­co se ubicó la antíte­sis de lo social, a ries­go de des­cuidar la sín­te­sis. Pero, la duc­til­i­dad de las cat­e­gorías con­tex­tu­al­ización [que no es frag­mentación] y social, se refle­ja en la posi­bil­i­dad de con­tener además el sus­tra­to biológi­co de la salud y la enfer­medad: por un lado, “lo que podríamos lla­mar la his­to­ria nat­ur­al de la enfer­medad ‑sigu­ien­do a Rosen­berg” [Armus 2012],[29] que para algunos casos de con­tac­to interét­ni­co es deseable que incluya al menos la consideración/mención de estu­dios pale­opa­tológi­cos.[30] Por el otro, adquiere rel­e­van­cia la per­spec­ti­va inmunológ­i­ca, es decir el análi­sis de la trayec­to­ria y co-evolu­ción entre hospedador y patógeno, la his­to­ria inmunológ­i­ca y la estruc­tura genéti­ca de la población hospedado­ra.[31] Esto no se tra­duce en respon­s­abil­i­dades étni­cas ni expli­ca­ciones sim­plis­tas en tan­to se artic­ule ‑como diji­mos- con el exa­m­en que nos acer­ca a las car­ac­terís­ti­cas sociales, económi­cas, cul­tur­ales y políti­cas del con­tac­to interét­ni­co,[32] al exa­m­en de la causal­i­dad social en el desar­rol­lo, dis­per­sión y con­ta­gio de una patología.

Seden­ta­rización y tra­ba­jo escla­vo en gen­er­al. Mita, encomien­da, obra­jes, zafras, ser­vi­cio domés­ti­co, ser­vi­cios sex­u­ales,[33] misiones, reser­vas, en par­tic­u­lar. Deporta­ciones, remates y cam­pos de con­cen­tración. Armas de fuego, matan­zas. Dester­ri­to­ri­al­ización, dis­tribu­ción, relo­cal­ización, “desar­tic­u­lación de las redes sociales previas/ desval­orización sis­temáti­ca de las prác­ti­cas cul­tur­ales de los ven­ci­dos” [Salomón Tar­qui­ni 2010ª]. Mes­ti­za­je; incor­po­ración a la policía, el ejérci­to y la mari­na. Bautismos y supre­sión de nom­bres indí­ge­nas, argen­tinización, ciu­dadanización, omisión cen­sal. Grotescos y sutiles; dis­pos­i­tivos de poder, vio­len­cia al fin.[34] Otredad extrema, uti­liza­da a la vez que anu­la­da. La con­quista de 1492 y el impe­ri­al­is­mo de la segun­da rev­olu­ción indus­tri­al, la división inter­na­cional del tra­ba­jo y el dar­win­is­mo social; la metrópo­lis y la repúbli­ca. Agentes sim­bóli­cos de una exclusión de largo pla­zo y com­ple­ji­dades varias. El siglo XX se ocupó de poten­ciar una real­i­dad de geno­cidio y una nar­ra­ti­va de extin­ción que per­meó “-en dis­tin­tos nive­les- las per­cep­ciones, pasi­bles de rotu­lar como académi­ca, esco­lar y social”.[35] Lo cier­to es que en la actu­al Argenti­na la poten­cia de la invis­i­bi­lización se extendió has­ta el retorno a la democ­ra­cia en los ’80 del siglo XX.

Grad­ual­mente se gestó la reemer­gen­cia indí­ge­na, un reconocimien­to a par­tir del cual los pro­pios indí­ge­nas se con­fig­u­raron “como actores políti­cos involu­cra­dos en la imple­mentación de agen­das públi­cas, así como en los mod­os de pre­sen­tarse a sí mis­mos y con­cep­tu­alizar sus iden­ti­dades, prác­ti­cas cul­tur­ales, memo­rias, lenguas, dere­chos y for­mas de orga­ni­zación. El aumen­to de la par­tic­i­pación indí­ge­na en espa­cios en los que confluyen fun­cionar­ios estatales, orga­ni­za­ciones de la sociedad civ­il y académi­cos impul­só nuevos cam­pos de inter­locu­ción que pro­movieron debates y reflex­iones colec­ti­vas” [Laz­zari y Quar­leri 2015]. La salud no quedó aje­na a estos pro­ce­sos: tal como detal­la Loren­zetti en este dossier, a par­tir de la emer­gen­cia del cólera en [que ironía] 1992, “la cober­tu­ra de los ser­vi­cios de salud en las comu­nidades indí­ge­nas adquir­ió res­o­nan­cia públi­ca (…) y el esta­do de salud de la población indí­ge­na ingresó pau­lati­na­mente en los ámbitos de gestión como asun­to que debía ser aten­di­do”. La “con­for­ma­ción de una red de agentes san­i­tar­ios indí­ge­nas” fue una de las bases del enfoque inter­cul­tur­al en salud[36], que dis­curre cada vez con más fuerza por “el dis­eño de acciones san­i­tarias y el arma­do de áreas pro­gramáti­cas especí­fi­cas”[37], como por los andariv­e­les del pro­ced­er académi­co. Se tra­ta de una aprox­i­mación etno­grá­fi­ca en la que lógi­ca­mente la antropología pareciera pesar más que la his­to­ria, pero que “lle­va pre­sente más de medio siglo en los tex­tos académi­cos y dis­cur­sos ofi­ciales” [Vicente Martín y Gil 2017], pudién­dose inclu­so forzar un antecedente en las con­sid­era­ciones de la med­i­c­i­na indí­ge­na efec­tu­a­da por los “civ­i­liza­dos” en el siglo XVIII. Tal vez para este caso se tratara más de un acto util­i­tarista de apropiación de los saberes indí­ge­nas para su uso en el medio occi­den­tal [ver Di Lis­cia y Pri­na 2002] y no de una “con­sid­eración altru­ista” en pos de la aten­ción san­i­taria del “otro”. Pero, el vín­cu­lo entre las med­i­c­i­nas no es tan lin­eal y no nece­sari­a­mente debe leerse en tér­mi­nos de ver­ti­cal­i­dad y abso­lutismo [ver Di Lis­cia 2002], como además se obser­va en dos de los tra­ba­jos pre­sentes en este dossier [Deck­mann Fleck y Rosso]. La auto­con­scien­cia del otro puede incluir su val­o­ración como su suje­ción. Lo cier­to es que si de “med­i­c­i­nas” se tra­ta es por oposi­ción a “la med­i­c­i­na”, a un mod­e­lo hegemóni­co, occi­den­tal y ver­dadero; pos­i­ti­vo, cien­tí­fi­co y racional. “No se tra­ta de med­icalizar los mun­dos ajenos, sino de estable­cer un diál­o­go respetu­oso entre man­eras de pen­sar cuer­po, salud y enfer­medad” [Gil 2011]; “indud­able­mente, cualquier planteamien­to inter­cul­tur­al sobre lo que sea ha de par­tir del respeto mutuo y del diál­o­go per­ma­nente a par­tir del reconocimien­to de la valía de lo que el otro puede ofre­cer [Fer­nán­dez Juárez 2004].[38]

Poder y otredad. Alteri­dad y asimetría. Ensayamos líneas de con­tinuidad a través de la salud y la enfer­medad como ejes fac­tuales y analíti­cos. Una amal­ga­ma inevitable­mente des­bal­ancea­da o arbi­traria, de exhaus­tivi­dad imprac­ti­ca­ble, pero fruc­tífera para nue­stros fines y, por ende, como mar­co de los tra­ba­jos aquí pre­sen­ta­dos. Procu­ramos sal­dar diver­sas aris­tas del desafío, que exce­den a la ampli­tud tem­po­ral y espa­cial: analizar más allá de los estereoti­pos y las dico­tomías, de ani­mosa pres­en­cia aún en estas temáti­cas. Pun­tu­ar la rel­e­van­cia de lo epi­demi­ológi­co y lo demográ­fi­co, pero tam­bién de lo san­i­tario y lo social sin que ‑a la vez- no se pier­da de nue­vo el equi­lib­rio; evi­tar que se diluya lo biológi­co sin caer en el bio­logi­cis­mo. Con­sid­er­amos que este es el prin­ci­pal reto: que el recorte del obje­to de estu­dio, que las especi­fi­ci­dades dis­ci­pli­nares, que la disponi­bil­i­dad de datos, no aten­ten al menos con­tra la reflex­ión, la con­cien­cia de las omi­siones, las inhab­il­i­dades o los intere­ses. Con­stru­imos una nar­ra­ti­va que incluye épocas y lugares des­de una coheren­cia temáti­ca y prob­lema­ti­zado­ra, a la vez que no los con­vierte en “ejem­p­los”, “espe­jos”, “casos”. Hablam­os de la Améri­ca merid­ion­al; de tra­mas que no pre­cisa­mente pre­dom­i­nan en las agen­das académi­cas. Nos ocu­pamos de una temáti­ca con pre­cario desar­rol­lo para nue­stro país, pero ubi­ca­da en la inter­sec­ción de ver­tientes int­elec­tuales de recono­ci­da trayec­to­ria vin­cu­ladas con el exa­m­en de las rela­ciones interét­ni­cas o con los pro­ce­sos de salud y enfer­medad. No hay una salud, no hay una med­i­c­i­na, pero la salud es un todo mag­néti­co de vari­ables cotid­i­anas y estruc­turales, propias y aje­nas, que entrete­jen sinér­gi­ca­mente el ser. His­tor­izamos y prob­lema­ti­zamos.

Poder y otredad. Alteri­dad y asimetría. La etni­ci­dad es pro­duc­to especí­fi­co de un con­tex­to y un pro­ce­so [Briones 2005] a la vez que enti­dad diacróni­ca, en una múlti­ple entra­da de dinamis­mo y con­struc­ción sin­créti­ca en la que lo adquiri­do y lo lega­do esfu­man con­fines. Las muertes indí­ge­nas son étni­cas y sociales. Pero étni­co no es genéti­ca y social no es a‑inmunológico, como inmunológi­co no es a‑social. Pre­tendemos actu­alizar la catástrofe y con­ver­tir­la en geno­cidio, a la vez que éste no se encauce por el sendero de la extin­ción.

Basán­donos en lo has­ta aquí expre­sa­do, pre­sen­ta­mos los cin­co tra­ba­jos que inte­gran este dossier.

Tan­to Eliane Deck­mann Fleck como Cin­tia Rosso nos invi­tan al vas­to uni­ver­so jesui­ta, a ese rico y ambiguo ‑pero coher­ente- siglo XVIII, en el que a la con­sol­i­dación del poder de la orden ‑entre otras cosas expre­sa­da en la sis­tem­ati­zación defin­i­ti­va de sus reg­istros [Maed­er 1997: 45]- sigu­ió su expul­sión de las tier­ras amer­i­canas. De hecho, muchas de las fuentes fueron escritas en el exilio. Sobre la Provin­cia Jesuíti­ca del paraguay o sobre las reduc­ciones chaque­ñas merid­ionales, con foco en las comu­nidades guaraníes o en las pobla­ciones guay­curúes, las autoras recu­per­an el “con­fluir med­i­c­i­nal” a par­tir de los escritos reli­giosos cor­re­spon­di­entes a cada caso.

Deck­mann Fleck ofrece nuevos argu­men­tos para la dis­tin­ción de la con­struc­ción de conocimien­to en las misiones amer­i­canas y los cert­eros aportes al desar­rol­lo de la cien­cia mod­er­na. A par­tir de las obras de los padres y her­manos jesuitas, la auto­ra car­ac­ter­i­za esta cul­tura cien­tí­fi­ca con énfa­sis en el rol de los reli­giosos: su for­ma­ción, su mediación-artic­u­lación entre saberes europeos y locales, la exper­i­mentación y pro­duc­ción de téc­ni­cas, datos y pro­to­co­los con impacto local en fun­ción de las necesi­dades par­tic­u­lares de aten­ción san­i­taria, la estruc­turación de redes de conocimien­to y cir­cu­lación no sólo entre los cole­gios de Améri­ca y Europa, sino fun­da­men­tal­mente entre las insti­tu­ciones de la Com­pañía de Jesús a través de las diver­sas, amplias y dis­tantes zonas de influ­en­cia en Sudaméri­ca. La con­tribu­ción de los indí­ge­nas, en tan­to enfer­meros y “curan­deros”, pero espe­cial­mente como infor­mantes y por­ta­dores de saber, es otro de los aspec­tos desta­ca­dos en este tra­ba­jo en el que se pre­tende enfa­ti­zar la con­ser­vación de las “prác­ti­cas cura­ti­vas tradi­cionales”. Un artícu­lo que refle­ja la eru­di­ta trayec­to­ria de la auto­ra, a la vez que per­mite al lec­tor no aveza­do apre­hen­der la prob­lemáti­ca especí­fi­ca.

Rosso tam­bién pun­tu­al­iza la esti­ma que los jesuitas pred­i­ca­ban respec­to de cier­tas mate­ri­al­i­dades san­i­tarias indí­ge­nas y los acer­camien­tos entre ambos tipos de prác­ti­cas y saberes, pero su tex­to además tra­sun­ta ten­sión y difer­en­cias. El foco en la figu­ra del “chamán” per­mite a la auto­ra analizar las seme­jan­zas y las diver­gen­cias entre las cos­mo­vi­siones jesui­ta e indí­ge­na y cómo ‑por ambas cual­i­dades- aquél podía ser fac­tor de dis­pu­ta y has­ta com­pe­ten­cia. El exa­m­en de las con­cep­ciones de salud, enfer­medad ‑y etiología‑, diag­no­sis y ter­apéu­ti­ca para ambos imag­i­nar­ios, habili­ta a Rosso a con­tem­plar “las med­i­c­i­nas” en las reduc­ciones, bifur­cadas o sola­padas, en armonía o con­flic­to, pero coex­is­tentes. Con men­ciones ine­ludi­bles a las insti­tu­ciones “del Paraguay”, este artícu­lo nos enriquece dan­do acce­so a viven­cias jesuíti­cas que exce­den la impronta históri­ca e his­to­ri­ográ­fi­ca de aque­l­las pro­tag­on­i­zadas por guaraníes.

Jimenez y Alioto tam­bién afin­can en el siglo XVIII medi­ante el exa­m­en de dos episo­dios de viru­ela en Buenos Aires (1780 y 1789), pero com­ple­men­ta­dos con infor­ma­ción de la “Cam­paña del Desier­to” suce­di­da un siglo después. El denom­i­nador común lo con­sti­tuyen las políti­cas san­i­tarias por parte de las autori­dades, primero colo­niales, luego repub­li­canas. Así, la neg­li­gen­cia ‑por acción u omisión‑, ten­drá for­ma de no respeto a las nor­mas ‑Reales Órdenes-estable­ci­das para min­i­mizar el con­ta­gio en tiem­pos de ausen­cia de pro­fi­lax­is especí­fi­ca, y de no prác­ti­ca de las máx­i­mas san­i­tarias más ade­lante. Los datos de este tra­ba­jo per­miten rescatar parte del impacto de la viru­ela en situa­ciones de vio­len­cia explíci­ta como son los apri­sion­amien­tos, los encier­ros o las cam­pañas mil­itares; pero tam­bién las con­se­cuen­cias indi­rec­tas en fun­ción de la dis­per­sión de la enfer­medad en los tol­dos o a causa del repar­to de indí­ge­nas entre las famil­ias porteñas. En suma, con una per­ti­nente con­tex­tu­al­ización demográ­fi­co-epi­demi­ológ­i­ca, los autores brin­dan un rela­to sobre indí­ge­nas reduci­dos pero en un mar­co de artic­u­lación cam­paña-puer­to y no pro­pio de intere­ses ecle­siás­ti­cos.

Para cer­rar cronológi­ca­mente, la antropólo­ga Mar­i­ana Loren­zetti pro­pone un panora­ma sobre los enfo­ques de salud inter­cul­tur­al en los ámbitos de gestión e inves­ti­gación en la Argenti­na de las últi­mas décadas. Sin pre­ten­siones de esta­do del arte, la auto­ra procu­ra una revisión jus­ta­mente a par­tir de inqui­etudes par­tic­u­lares, pero dis­ci­pli­nares, pro­duc­to de la con­jun­ción de su trayec­to­ria int­elec­tu­al y etno­grá­fi­ca. Una meta­nar­ra­ti­va teóri­co-prác­ti­ca: con dicha cual­i­dad en su géne­sis, prob­lema­ti­za y anal­iza las inter­locu­ciones entre las instan­cias y las impli­can­cias de la gestión e inves­ti­gación de salud inter­cul­tur­al; con­cluye con un prin­ci­pio de prop­ues­ta con base en la activi­dad etno­grá­fi­ca, en el cariz teóri­co-prác­ti­co de la antropología, capaz de neu­tralizar esen­cial­is­mos y sim­pli­fi­ca­ciones en las ‑pre­cisa­mente- expe­ri­en­cias de salud/enfermedad/atención que impliquen con­tac­to interét­ni­co. Lec­tura impre­scindible para neó­fi­tos, pero tam­bién para quienes ya acopi­an infor­ma­ción sobre el estu­dio de las condi­ciones de salud de las pobla­ciones indí­ge­nas y sus necesi­dades, la imple­mentación de acciones y pro­gra­mas san­i­tar­ios especí­fi­cos por parte de las agen­cias estatales, y las múlti­ples com­ple­ji­dades derivadas de esta artic­u­lación.

Por últi­mo, Ricar­do Guichón esgrime un ensayo por demás sug­es­ti­vo en el que a par­tir de su trayec­to­ria como antropól­o­go-biól­o­go reflex­iona sobre “el hac­er cien­cia”, sus car­ac­terís­ti­cas, impli­can­cias y desafíos. Abo­ca­do durante décadas al análi­sis de temáti­cas vin­cu­ladas con la salud de las pobla­ciones ‑en este caso de Patag­o­nia Austral‑, recu­pera algu­nas de las vicisi­tudes inher­entes a la labor inves­tiga­ti­va medi­ante la metá­fo­ra de “rompecabezas”. Par­a­dig­mas y pro­gra­mas, encuadres teóri­cos, obje­tos obje­ti­va­dos y obje­tivos trans­for­ma­dos, metodologías y téc­ni­cas, escalas espa­cio-tem­po­rales y nive­les de análi­sis, inter e intradis­ci­pli­nar­iedad, com­ple­ji­dades y mul­ti­di­men­sion­al­i­dades, grafi­cadas a través del con­cep­to de salud en fun­ción del con­tac­to interét­ni­co en la Améri­ca merid­ion­al. Guichón se/nos obse­quia sus senderos epis­te­mol­o­giza­dos, sus causal­i­dades y con­tin­gen­cias, que tam­bién “son cien­cia”. Ideas hiladas en torno a cómo y por qué gener­ar conocimien­to sobre “salud”, en pal­abras de quien con­tribuye ‑des­de los años ’80 has­ta la actu­al­i­dad- a la elab­o­ración de “sig­nif­i­cantes fueguinos”, int­elec­tu­al y social­mente hablan­do.

Me retiro agrade­cien­do a los autores y a los eval­u­adores por su tra­ba­jo, com­pro­miso y pre­dis­posi­ción; por ser parte de un inter­cam­bio real­mente enrique­ce­dor y con­struc­ti­vo. Anh­elo el lec­tor dis­frute y se ben­e­fi­cie con las labores aquí esgrim­i­das tan­to como quien suscribe.

Romi­na Casali. Mar del Pla­ta, junio 2017.

Citas

* Dra. en His­to­ria. Inves­ti­gado­ra Adjun­ta del CONICET (Con­se­jo Nacional de Inves­ti­ga­ciones Cien­tí­fi­cas y Téc­ni­cas), NEIPHPA (Núcleo de Estu­dios Inter­dis­ci­pli­nar­ios sobre Pobla­ciones Humanas de Patag­o­nia Aus­tral), UNICEN (Uni­ver­si­dad Nacional del Cen­tro de la Provin­cia de Buenos Aires), Argenti­na.

[1] Es Noble David Cook y no David Noble Cook, cómo él mis­mo se ocu­para de aclarar en el pref­a­cio a la edi­ción en español de La catástrofe demográ­fi­ca and­i­na. Perú, 1520–1620.

[2] Sobre los detalles de esta obra y su con­tex­to de pro­duc­ción ver Gil, 2015.

[3] La Población Indí­ge­na de Améri­ca des­de 1492 has­ta la actu­al­i­dad [1945] y La población indí­ge­na y el mes­ti­za­je en Améri­ca [1954].

[4] The Native Pop­u­la­tion of the Amer­i­c­as in 1492. [1992 (1976)].

[5] Con­test­ed ground. Com­par­a­tive fron­tiers on the north­ern and south­ern edges of the Span­ish Empire [1998].

[6] En 1968 pub­licó La población de Améri­ca Lati­na: bosque­jo históri­co, que con­tin­uó en 1973 con su leg­en­daria obra La población de Améri­ca Lati­na des­de los tiem­pos pre­colom­bi­nos al año 2000, la cual revisó en 1994 con el nom­bre La población de Améri­ca lati­na. Des­de los tiem­pos pre­colom­bi­nos al año 2025 y actu­al­izó en 2014 con His­to­ria mín­i­ma de la población de Améri­ca Lati­na des­de los tiem­pos pre­colom­bi­nos al año 2025. Tam­bién se puede ver su par­tic­i­pación en la obra colec­ti­va Améri­ca Lati­na en la época colo­nial [1990], por ejem­p­lo, entre tan­tos tra­ba­jos.

[7] Revista de Indias, 2003, vol. LXIII, núm. 227

[8] La magia de la inter­net nos con­cede el hal­laz­go de escritos como “Apuntes históri­cos sobre epi­demi­ología amer­i­cana, con espe­cial ref­er­en­cia al Rio de la Pla­ta”, del Dr. Pedro L. Luque, adscrip­to a la cát­e­dra de Med­i­c­i­na “Higiene y Pro­fi­lax­is” en lo que cal­i­fi­ca como su “primera excur­sión al cam­po de la his­to­ria”. El capí­tu­lo 1 reza “las epi­demias, prin­ci­pal fac­tor de despoblación amer­i­cana”, sien­do la viru­ela lógi­ca­mente enfer­medad impor­ta­da desta­ca­da.

[9] Como diji­mos, los jesuitas no fueron los úni­cos y el siglo XVIII tam­poco. En esta zonas las reduc­ciones o inten­tos reduc­cionales ya se dieron en el siglo XVII [ver por ejem­p­lo Car­lón 2006 y 2007], pero las misiones erigi­das por los jesuitas en la cam­paña bonaerense en el lap­so 1740–1753 (Nues­tra Seño­ra de la Purísi­ma Con­cep­ción de los Indios Pam­pas, Nues­tra Seño­ra del Pilar del Vol­cán y Nues­tra Seño­ra de los Desam­para­dos) fueron emblemáti­cas y así lo refle­ja la bib­li­ografía: Martínez Martín [1994] (quien tam­bién esbozara estadís­ti­cas demográ­fi­cas sobre las misiones paraguayas [1998]), Nofri [1999, 2001, 2009], Cor­rea [2000, 2001, 2006], Néspo­lo [1999, 2007], Irur­tia [2007, 2008], Pedrot­ta [2013, 2015, 2017], entre tan­tos. Huel­ga aco­tar que la vas­ta obra de Nacuzzi atraviesa estos tópi­cos [por caso 2005, 2014]. Los inten­tos sobre las costas patagóni­cas pueden reca­pit­u­larse medi­ante Page [2013]. Para las fal­l­i­das inter­ven­ciones en la zona cordiller­ana se puede leer Urbina [2008], Nico­let­ti [2002, 2014, 2015], entre otros.

[10] En ambos casos desta­ca la estam­pa de Julio Argenti­no Roca, pero tam­bién ‑por qué no- hay coin­ci­den­cias en fig­uras como las de Luis Fontana (hoy topón­i­mo de un lago chubutense), partícipe de ambos ejérci­tos, sec­re­tario de la gob­er­nación en Cha­co e inmedi­ata­mente después primer gob­er­nador de Chubut.

[11] Por caso “la acción mil­i­tar a car­go de Rudecin­do Roca que per­duró en la his­to­ria como la Masacre de Pozo del Cuadril y que des­en­ca­denó en su momen­to graves críti­cas como las del diario La Nación, en las que se apeló a la cal­i­fi­cación de crimen de lesa humanidad. En octubre de 1878, según recon­struye José Depetris, un con­tin­gente de “guer­reros ran­queli­nos” se dirigió a Vil­la Mer­cedes de San Luis a cobrar las raciones estip­u­ladas en el pacto fir­ma­do meses antes entre el gob­ier­no nacional y los caciques Epugn­er Rosas y Manuel Baig­or­ria. Uno de los guer­reros al frente de esta comisión era José Gre­go­rio Yan­camil. El resul­ta­do de lo que debía ser un inter­cam­bio pací­fi­co fue el ataque sor­pre­si­vo efec­tu­a­do por las tropas nacionales, el fusil­amien­to masi­vo de los varones cap­tura­dos y el envío de las famil­ias, en diciem­bre de ese año, a la zafra tucumana [Lenton 2017].

[12] “For­mas de dis­ci­plinamien­to y con­trol ejer­ci­das sobre las pobla­ciones indí­ge­nas de Cha­co y For­mosa a través de un sis­tema de reduc­ciones civiles estatales que duró más de cuarenta años y en cuyos espa­cios con­cen­tra­cionar­ios lle­garon a estar reduci­das más de 5.000 per­sonas” [Musante 2015].

[13] “En tan­to las reduc­ciones de Napalpí y Bar­tolomé de las Casas ya esta­ban en fun­cionamien­to hace veinte años, el informe de los inspec­tores enu­mera una serie de condi­ciones que se deberían mejo­rar como por ejem­p­lo la inex­is­ten­cia de aten­ción médi­ca y san­i­taria, agua potable, vivien­das en pési­mo esta­do, etc. “Las pobla­ciones de las reduc­ciones es lo sufi­ciente grande como para que exista en for­ma per­ma­nente la pres­en­cia de médi­cos y enfer­meros. Se requiere un pequeño hos­pi­tal en cada una. Camil­las, un apara­to para ester­ilizar, una caja de par­to (entre otras).” (CHRI Nº4, 1936). Además “La higiene es de una impor­tan­cia cap­i­tal, en Bar­tolomé de las Casas hice notar la pres­en­cia en clase de var­ios indiecitos con impéti­go con­ta­gioso de cara y cuero cabel­lu­do”. Y ter­mi­na afir­man­do “me es doloroso con­fe­sar­lo pero el ser­vi­cio médi­co de las reduc­ciones es inefi­caz e insu­fi­ciente. Lo enfer­mos no se revisan (…) He vis­to a un chico con raquitismo avan­za­do y defor­ma­ción ósea a quien no se la daba rég­i­men de ali­mentación con­ve­niente”. (CHRI Nº4, 1936). [Musante 2013].

[14]En 1924, en la reduc­ción de Napalpí, se pro­duce una sub­l­e­vación de tobas y mocov­íes por una serie de restric­ciones económi­cas y de libre cir­cu­lación que el gob­er­nador del ter­ri­to­rio nacional del Cha­co, Fer­nan­do Cen­teno, impu­so a los suje­tos indí­ge­nas. A eso se sumó la deman­da por las condi­ciones de super­viven­cia y a la per­se­cu­ción con­stante de los indí­ge­nas por la policía local. Tras una serie de dis­cur­sos (des­de la población blan­ca lin­dante y los medios de comu­ni­cación) que comien­zan a hablar de suje­tos revoltosos, posi­bles mal­ones, etc., el 19 de julio son asesina­dos cen­tenares de tobas y mocov­íes por parte de la gen­darmería nacional que reprime por tier­ra con regimien­to y por aire con un avión. Las matan­zas duraron var­ios días más e incluyeron incin­era­ciones en fos­as comunes y exposi­ción de muer­tos en plazas públi­cas. Por otro lado, en octubre de 1947 ‑durante el gob­ier­no de Juan Domin­go Perón- en un para­je lla­ma­do La Bom­ba, cer­ca de Las Lomi­tas, provin­cia de For­mosa, otra vez una reunión numerosa de indí­ge­nas en el ámbito de lo públi­co ter­mi­naría con una repre­sión. Miles de pilagás se jun­taron para cel­e­brar un encuen­tro reli­gioso y esto llamó la aten­ción de los veci­nos y del Regimien­to 18 de Gen­darmería Nacional, con asien­to en Las Lomi­tas. Mien­tras el Min­is­te­rio del Inte­ri­or informa­ba que algo raro se gesta­ba, Abel Cáceres, un inspec­tor de ese min­is­te­rio, que a la vez era el admin­istrador de la reduc­ción de Bar­tolomé de las Casas, inten­ta per­suadir a los indí­ge­nas de ir a la reduc­ción. La neg­a­ti­va de los pilagás ter­mi­na con una repre­sión que, al igual que la de Napalpí, duró var­ios días con fusil­amien­tos masivos y fos­as comunes en las que se que­maron los cuer­pos. Los sobre­vivientes, que fueron envi­a­dos a la reduc­ción de Bar­tolomé de las Casas, recuer­dan ese momen­to como el fin de su lib­er­tad, ya que a par­tir de la matan­za y del encier­ro en la colo­nia son incor­po­ra­dos al sis­tema de tra­ba­jo cap­i­tal­ista y ya nun­ca dejarán de tra­ba­jar en condi­ciones de explotación [Musante 2013]. Sobre la matan­za en Rincón Bom­ba, recomen­damos el doc­u­men­tal Octubre Pilagá, de Vale­ria Mapel­man.

[15] La obra de Enrique Mases [2010] con­sti­tuye un pun­to de ref­er­en­cia ine­ludi­ble, ofre­cien­do detalles de la gestación y con­tex­to políti­co y nor­ma­ti­vo de los sis­temas de dis­tribu­ción y de colo­nias para los indí­ge­nas del sur. Detalles de las avan­zadas sobre Nord­patag­o­nia y los momen­tos sub­sigu­ientes respec­to a las rela­ciones interét­ni­cas y for­mas de dom­i­nación (en for­mas más com­ple­jas que la mil­i­tar) ver Del­rio 2005. Sobre la avan­za­da mil­i­tar en la zona de La Pam­pa, las colo­nias, la acción de sale­sianos y fran­cis­canos y el devenir indí­ge­na pos­te­ri­or ver por ejem­p­lo la obra de Clau­dia Salomón Tar­qui­ni [2006, 2010ª, 2010b, entre otros]. Sobre la fron­tera pun­tano-cor­dobe­sa ver Marcela Tam­agni­ni y Gra­ciana Pérez Zavala, por ejem­p­lo.

[16] Sobre las dis­tin­tas pos­turas cien­tí­fi­cas respec­to a la raíz étni­ca o no de la dis­per­sión de la viru­ela, sus dis­tin­tos tipos (con­flu­ente y hemor­rág­i­ca o disc­re­ta), los detalles de los dos tipos de debates y ‑en este sen­ti­do- las acusa­ciones mul­ti­di­rec­cionales entre los reli­giosos, las autori­dades y la pren­sa, ver Di Lis­cia 2000.

[17] El resalta­do es cita tex­tu­al de la fuente por parte de los autores. Según los libros de bautismos, se obser­va durante el año 1879 (úni­co año en el que hay un reg­istro por­menoriza­do) un total de 825 bautismos, sien­do la may­oría en situa­ciones de urgen­cia ante la epi­demia de viru­ela que se expandió en la isla entre enero y mar­zo (AABA Libro de Bautismo, Capil­la de Martín Gar­cía). Con respec­to a las defun­ciones, el reg­istro alcan­za para esos meses un total de 81 fal­l­e­ci­dos (AABA Libro de Defun­ciones), cifra que con­cuer­da con las car­tas del padre José Birot, envi­a­do por el Arzo­bis­pa­do de Buenos Aires y miem­bro de la con­gre­gación vicenti­na (AV. Car­ta de José Birot, fecha­da 2 de mar­zo de 1879) [Musante et al. 2014].

[18] Des­de una per­spec­ti­va más tradi­cional, de corte bio­logicista, la bib­li­ografía en gen­er­al ha recu­per­a­do las reper­cu­siones demográ­fi­cas en tan­to dis­min­u­ción de la tasa de repro­duc­ción a causa del desgano emo­cional.

[19] Allí, los sale­sianos quedaron como “los encar­ga­dos ofi­ciales de pro­ducir la evan­ge­lización de los someti­dos” en los “cam­pos de con­cen­tración” fun­da­dos a par­tir de las cam­pañas mil­itares [Del­rio 2005]. Sobre los sale­sianos en Patag­o­nia ver la exten­sa obra de María Andrea Nico­let­ti, por ejem­p­lo 2008.

[20] La zona del Bea­gle fue saque­a­da por cazadores de bal­lenas, lobos y ele­fantes mari­nos, focas y pingüi­nos des­de el des­cubrim­ien­to (inglés) en 1592 de las islas Malv­inas y en 1616 del cabo de Hornos; pero la explotación se pro­fun­dizó en el siglo XIX, en parte a par­tir del via­je del bar­co británi­co coman­da­do por Fitz Roy que diera nom­bre al canal [ver Alon­so Marchante 2014]. Las pobla­ciones de los canales fueron víc­ti­ma de la vio­len­cia explíci­ta de estos per­son­ajes cap­i­tal­is­tas, pero tam­bién de las enfer­medades por ellos por­tadas, entre las que sobre­salen el sarampión y la sífil­is, aunque tam­bién se reg­is­traron casos de rube­o­la, viru­ela, lep­ra y más ade­lante tuber­cu­lo­sis.

[21] El grupo económi­co Braun-Menén­dez-Behety y la Sociedad Explota­do­ra de Tier­ra del Fuego descol­lan como cert­eros por­ta­dores del poder en un esce­nario de ende­blez estatal. Lógi­co sus­ten­to de su cele­bri­dad son las matan­zas de selk’nam y su deportación a Daw­son y trasla­do a La Can­de­lar­ia, donde en el mejor de los casos sortearían la tuber­cu­lo­sis. La grav­itación de esta cor­po­ración ‑fun­dado­ra del super­me­r­ca­do “La Anón­i­ma”- en el devenir socioe­conómi­co argenti­no es per­cep­ti­ble a lo largo del siglo XX y has­ta la actu­al­i­dad, sien­do Mar­cos Peña Braun ‑actu­al jefe de gabi­nete nacional‑, bis­ni­eto del leg­en­dario Mauri­cio Braun. Detalles de la col­o­nización fueguina y del impacto de la mis­ión La Can­de­lar­ia en la salud selk’nam en Casali 2013.

[22] Sobre la población total de selk’nam en la isla al momen­to de ini­ci­a­do el “con­tac­to direc­to” no hay cer­tidum­bre y las cifras ofre­ci­das por dis­tin­tas fuentes secun­darias y etno­grá­fi­cas sólo per­miten una aprox­i­mación. Muy dis­ímiles entre sí, oscilan entre 1500 y 4000 indí­ge­nas. Hemos sug­eri­do un prob­a­ble tamaño pobla­cional pre­vio a la col­o­nización de 2400–2700 selk’nam [Casali 2013]. Toman­do estas can­ti­dades como ref­er­en­cia, podría espec­u­larse con que entre el 37 y el 40% de la población selk’nam habría fal­l­e­ci­do en las reduc­ciones sale­sianas a causa de las enfer­medades infec­ciosas, espe­cial­mente la tuber­cu­lo­sis.

[23] Sobre las poten­ciales ambigüedades en la euge­n­e­sia en sí, los dis­tin­tos tipos de euge­n­e­sia y sobre la euge­n­e­sia en la his­to­ri­ografía, ver el exce­lente com­pen­dio de Miran­da 2014. Para todo lo con­cerniente a euge­n­e­sia ver la vas­ta obra de Marisa Miran­da y Gus­ta­vo Valle­jo.

[24] A la ya men­ciona­da epi­demia de viru­ela cabe adjun­tar la céle­bre de fiebre amar­il­la acae­ci­da en 1871, causa de la creación del cemente­rio de la Chacari­ta: “es recor­da­da como parteaguas sim­bóli­co para la his­to­ria san­i­taria argenti­na, ya que en solo cua­tro meses murieron más de 13 mil per­sonas” [Cerdá 2015].

[25] Evi­tar el haci­namien­to, crear espa­cios al aire libre y ale­jar posi­bles lugares de con­ta­gio como hos­pi­tales, cemente­rios, mataderos e indus­trias [Cerdá 2015].

[26] Crea­do en 1880 y con juris­dic­ción en la ciu­dad de Buenos Aires y los Ter­ri­to­rios Nacionales

[27] Tarea en exce­so lle­va­da a cabo por desta­ca­dos como Diego Armus [por ejem­p­lo 2002, 2004, 2005, 2010, 2012], Sil­via Di Lis­cia [2008b] y Adrián Car­bonet­ti [et al. 2013], entre otros. La bib­li­ografía sobre la con­sol­i­dación de un sis­tema san­i­tario en Argenti­na es más que abun­dante y resul­ta inabor­d­able aquí este ítem en su total­i­dad y com­ple­ji­dad. Recomen­damos la lec­tura de la fecun­da e ine­ludi­ble obra de Susana Bel­marti­no. Tam­bién se pueden con­sul­tar los tex­tos de Ricar­do Gon­za­lez Lean­dri y de reciente pro­duc­ción el libro dirigi­do por Car­oli­na Bier­nat, Juan Manuel Cerdá y Kari­na Ramac­ciot­ti [2015]. Para lo con­cerniente a las impli­can­cias de un sis­tema san­i­tario en los Ter­ri­to­rios Nacionales, la ref­er­en­cia por exce­len­cia es María Sil­via Di Lis­cia [2008a, 2009, 2010, por ejem­p­lo]. En 2005 se creó la Red de His­to­ria Social de la Salud y la Enfer­medad y tuvo lugar en Mar del Pla­ta el I Taller de His­to­ria Social de la Salud y la Enfer­medad en Argenti­na (hoy tam­bién Améri­ca Lati­na), en los cuales se desta­can ‑además de los cita­dos Armus, Car­bonet­ti, Di Lis­cia y Ramac­ciot­ti- Adri­ana Alvarez, Gra­ciela Agnese, María Estela Fer­nan­dez, Irene Moli­nari y Daniel Reynoso, entre tan­tos que inves­ti­gan des­de la his­to­ria como dis­ci­plina y sin men­cionar a quienes apor­tan des­de la soci­ología, el dere­cho, la antropología, etc. En cuan­to a los abor­da­jes des­de la med­i­c­i­na se desta­ca la figu­ra de Hugo Spinel­li, direc­tor del insti­tu­to y la revista Salud Colec­ti­va. Estas per­spec­ti­vas tam­bién han exper­i­men­ta­do un fuerte desar­rol­lo en todo Lati­noaméri­ca, espe­cial­mente en Colom­bia, Méx­i­co, Chile y Brasil, pio­nero y pro­mo­tor en/de estas cues­tiones.

[28] Como vimos, la fac­eta demográ­fi­ca es cru­cial en este tipo de prob­lemáti­cas. Des­de la his­to­ria de la salud, ha sido común hac­er uso de cat­e­gorías como tran­si­ciones (demográ­fi­ca, epi­demi­ológ­i­ca, san­i­taria, aten­ción san­i­taria), las cuales han ido com­ple­jizan­do el análi­sis de las causas de muerte de una población, su respec­ti­va tasa y su relación con la de natal­i­dad y con otros aspec­tos de la dinámi­ca pobla­cional [son muchos los autores que tratan estos temas. Cita­mos sólo un ejem­p­lo: Car­bonet­ti y Cel­ton 2007; una sín­te­sis tam­bién en Casali 2013].

[29] Los tiem­pos donde cuen­tan el des­cubrim­ien­to y encuadre de la patología, la con­struc­ción de los nece­sar­ios con­sen­sos, la búsque­da y logro o fra­ca­so de respues­tas que lleven al con­trol, errad­i­cación y la desapari­ción de la enfer­medad [Armus 2012].

[30] Dis­ci­plina que anal­iza la salud de las pobla­ciones antiguas, fun­da­men­tal­mente a par­tir del estu­dio de restos óseos, lo que podría habil­i­tar infer­en­cias sobre los con­trastes y las alteraciones suce­di­das a par­tir del con­tac­to interét­ni­co, sea en ítems epi­demi­ológi­cos (por ejem­p­lo exis­ten­cia o no de cier­tas enfer­medades), sea en aque­l­los referi­dos a las condi­ciones de vida en gen­er­al y aspec­tos san­i­tar­ios en par­tic­u­lar. Para una exce­lente sín­te­sis sobre la pale­opa­tología, sus car­ac­terís­ti­cas, metodologías, impli­can­cias y desar­rol­lo ver Suby 2012. Más aún, se han explo­rado otras poten­ciales vías de con­ta­gio como la zoonóti­ca para deter­mi­nar la posi­bil­i­dad de una tuber­cu­lo­sis pre­his­páni­ca (Tuber­cu­lo­sis pin­ni­pe­di) en Patag­o­nia Aus­tral por ejem­p­lo [Basti­da et al. 2011].

[31] No siem­pre el patógeno avan­za hacia for­mas benig­nas ni el hospedador evolu­ciona inmunológi­ca­mente a través del tiem­po: en muchas parte­sof the world where humans and M. del mun­do donde los seres humanos y el M. Ttuber­cu­lo­sis have beu­ber­cu­lo­sis han esta­do en con­tac­to durante mucho tiem­po, se dio unathe evo­lu­tion of drug-resis­tant strains of TB in many parts evolu­ción de cepas resistentes a la dro­ga de la TBin con­tact over time, and the emer­gence of extreme­ly viru- y aparecieron lent strains of M.cepas muy vir­u­len­tas­tu­ber­cu­lo­sis in some areas (for exam­ple, en algu­nas áreas. leads to benign commensalism.While there are many, and El análi­sis de la his­to­ria inmunológ­i­ca de la población hospedado­ra para los casos de con­tac­to interét­ni­co pre­sen­ta difi­cul­tades, ya que cor­re­sponde a las eta­pas ini­ciales de los pro­ce­sos epidémi­cos o endémi­cos. Habría que resolver esta vacante, puesto que la may­or parte del conocimien­to epi­demi­ológi­co actu­al se vin­cu­la con eta­pas pos­te­ri­ores o finales de dichos pro­ce­sos. Para el caso de la estruc­tura genéti­ca, se pro­pone que en el caso de pobla­ciones inmunológi­ca­mente homogéneas los patógenos pueden dis­per­sarse ráp­i­da­mente y la bac­te­ria actúa con may­or vir­u­len­cia, situación en la que evi­den­te­mente se hal­la­ban muchos pueb­los amer­i­canos antes de la col­o­nización [Wilbur y Buik­stra 2006].

[32] Que además condi­cio­nan el sis­tema inmunológi­co.

[33] Por ejem­p­lo, en el caso de Tier­ra del Fuego y Patag­o­nia Aus­tral [Bas­copé 2011].

[34] Dejamos para otras instan­cias el debate y las com­ple­jiza­ciones teóri­c­as lig­adas a la no pasivi­dad del suje­to indí­ge­na, a las capaci­dades de su agen­cia, a las múlti­ples for­mas de resisten­cia, a su per­spi­ca­cia y capaci­dad de nego­ciación, etc. Lo aquí expuesto no pre­tende sim­pli­ficar el con­tac­to con­vir­tién­dole en uni­di­rec­cional.

[35] Sobre el geno­cidio indí­ge­na en Argenti­na ya se ha escrito y teoriza­do en exten­so, en tér­mi­nos genéri­cos y con­cre­tos, históri­cos y jurídi­cos. Para detalles sobre “geno­cidio y extin­ción” en el caso selk’nam ver Casali 2017.

[36] El cual no apli­ca exclu­si­va­mente al binomio indí­ge­na-occi­den­tal ‑aunque es el que más grav­itación posee‑, así como lo inter­cul­tur­al, com­pren­si­ble­mente, no sólo a salud.

[37] El entre­comil­la­do de estas últi­mas ora­ciones cor­re­sponde al artícu­lo de Mar­i­ana Loren­zetti pre­sente en este dossier.

[38] Ger­ar­do Fer­nán­dez Juárez coordinó cin­co volúmenes sobre Salud e Inter­cul­tur­al­i­dad en Améri­ca Lati­na edi­ta­dos por Abya-Yala en 2004, 2006, 2008, 2009 y 2010: Per­spec­ti­vas antropológ­i­cas; Antropología de la salud y críti­ca inter­cul­tur­al; Salud, inter­cul­tur­al­i­dad y con­tex­to migra­to­rio; Prác­ti­cas quirúr­gi­cas y pueb­los orig­i­nar­ios y Salud, inter­cul­tur­al­i­dad y dere­chos.

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  Cómo citar ¬

Romina Casali, «Presentación dossier: Enfermedades y colonialidad. Poder y salud en situaciones de contacto interétnico en la América meridional», Revista de Estudios Marítimos y Sociales [En línea], publicado el [insert_php] echo get_the_time('j \d\e\ F \d\e\ Y');[/insert_php], consultado el . URL: https://wp.me/P7xjsR-H2
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