Los enfoques de salud intercultural en los ámbitos de gestión e investigación en Argentina

Inter­cul­tur­al health approach­es in the areas of man­age­ment and research in Argenti­na

Mar­i­ana Loren­zetti*

Recibido: 13 de mar­zo de 2017
Acep­ta­do: 28 de mayo de 2017

Resumen

En Argenti­na las per­spec­ti­vas inter­cul­tur­ales con­fig­u­raron el reconocimien­to indí­ge­na en el cam­po de la salud durante los tres primeros lus­tros del siglo XXI. Bajo los enfo­ques sus­ten­ta­dos en la pues­ta en val­or de la diver­si­dad cul­tur­al, las políti­cas dirigi­das a los pueb­los indí­ge­nas han sido obje­to de dis­cusión tan­to en los ámbitos de gestión como en los de inves­ti­gación. Con el propósi­to de realizar una revisión de los mod­os en que se ha prob­lema­ti­za­do la salud inter­cul­tur­al anal­i­zo algunos de los supuestos y prác­ti­cas que guiaron las inter­ven­ciones socio-san­i­tarias así como tam­bién las inves­ti­ga­ciones cen­tradas en explo­rar tales expe­ri­en­cias. Para ello reto­mo mi trayec­to­ria de tra­ba­jo cen­tra­da en inda­gar los dis­tin­tos aspec­tos que hacen a la salud indí­ge­na y las lec­turas de algunos de los estu­dios que abor­daron la inci­den­cia del sis­tema públi­co de salud en con­tex­tos interét­ni­cos. Medi­ante este recor­ri­do seña­lo qué cues­tiones tienen en común deter­mi­na­dos abor­da­jes inter­cul­tur­ales pro­movi­dos en las instan­cias de gestión y de inves­ti­gación, y de qué mod­os ambas dialo­gan, se inter­ro­gan y ten­sio­n­an mutu­a­mente.

Pal­abras clave: políti­cas de reconocimien­to indí­ge­na — salud inter­cul­tur­al — inves­ti­gación — gestión — Argenti­na

Abstract

In Argenti­na, inter­cul­tur­al per­spec­tives have shaped indige­nous recog­ni­tion in the health field dur­ing the first three decades of the 21st cen­tu­ry. Under the approach­es based on the enhance­ment of cul­tur­al diver­si­ty, the poli­cies aimed at help­ing indige­nous peo­ples have been the object of dis­cus­sion in both man­age­ment and research areas. In order to review the ways in which inter­cul­tur­al health has been at stake, I am ana­lyz­ing some of the assump­tions and prac­tices that guid­ed socio-health inter­ven­tions as well as research focused on explor­ing such expe­ri­ences. To do this, I resume my work career focused on inves­ti­gat­ing the dif­fer­ent aspects relat­ed to indige­nous health, and the stud­ies that addressed the impact of the pub­lic health sys­tem in intereth­nic con­texts. Through this review, I out­line what issues cer­tain inter­cul­tur­al approach­es have in com­mon which are pro­mot­ed in the man­age­ment and research instances, and in what ways they con­verse, inter­ro­gate and stress each oth­er.

Key­words: indige­nous recog­ni­tion poli­cies — inter­cul­tur­al health — research — man­age­ment — Argenti­na

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Introducción

En Argenti­na la dis­cusión sobre la cober­tu­ra de los ser­vi­cios de salud en las comu­nidades indí­ge­nas adquir­ió res­o­nan­cia públi­ca en 1992 con la emer­gen­cia del Cólera que afec­tó a varias zonas del noroeste y noreste del país. En este mar­co, el esta­do de salud de la población indí­ge­na ingresó pau­lati­na­mente en los ámbitos de gestión como asun­to que debía ser aten­di­do. En los años suce­sivos, con la inter­ven­ción de diver­sas carteras min­is­te­ri­ales, se fue con­for­man­do la red de agentes san­i­tar­ios indí­ge­nas.[1] La incor­po­ración de los mis­mos en los equipos de Aten­ción Pri­maria de la Salud se con­sti­tuyó en el antecedente del enfoque inter­cul­tur­al en salud. En las dos primeras décadas del siglo XXI, no sólo se dia­gra­maron ini­cia­ti­vas especí­fi­cas tales como el Pro­gra­ma Nacional de Acciones Human­i­tarias para Población Indí­ge­na (ANAHI) y el Pro­gra­ma Equipos Comu­ni­tar­ios para Pueb­los Orig­i­nar­ios, sino tam­bién se crearon las lla­madas Sal­va­guardas Indí­ge­nas para exten­der la cober­tu­ra de otros planes de salud: el Nacer/Sumar y el de Fun­ciones Esen­ciales de la Salud Públi­ca (FESP) [Loren­zetti 2016].[2] Con el obje­ti­vo de unificar y artic­u­lar las inter­ven­ciones socio-san­i­tarias des­de un área de incum­ben­cia par­tic­u­lar se creó, a medi­a­dos de 2016, el Pro­gra­ma de Salud para los Pueb­los Indí­ge­nas, depen­di­ente de la Direc­ción Nacional de Aten­ción Comu­ni­taria del Min­is­te­rio de Salud de la Nación.[3]

La adop­ción del enfoque inter­cul­tur­al, como prin­ci­pio rec­tor en el dis­eño de acciones san­i­tarias y el arma­do de áreas pro­gramáti­cas especí­fi­cas, acar­reó una serie de debates en torno a la situación de salud de la población indí­ge­na. En este artícu­lo real­i­zo una revisión de las políti­cas indi­genistas en el cam­po de la salud y de los estu­dios que se han cen­tra­do en sus impli­can­cias a fin de reflex­ionar sobre la con­struc­ción de las agen­das de gestión y las de inves­ti­gación. Me intere­sa par­tic­u­lar­mente deten­erme en los mod­os en que se prob­lema­ti­zaron las rela­ciones interét­ni­cas en el ter­reno de la salud-enfer­medad-aten­ción. Con este propósi­to, en primer lugar, explic­i­to los ejes analíti­cos a través de los cuales exam­ino los pre­supuestos y los efec­tos gen­er­a­dos tan­to por la imple­mentación como por los estu­dios cen­tra­dos en la salud inter­cul­tur­al en Argenti­na. En segun­do lugar, a través de mi propia trayec­to­ria de inves­ti­gación, revi­so algu­nas de las expe­ri­en­cias de las acciones socio-san­i­tarias desar­rol­ladas especí­fi­ca­mente en las comu­nidades indí­ge­nas del depar­ta­men­to Gral. San Martín (provin­cia de Salta) y del depar­ta­men­to Iguazú (provin­cia de Misiones). [4] Dichas ref­er­en­cias apun­tan pun­tual­mente a repon­er cier­tas cues­tiones con las cuales fui pen­san­do los argu­men­tos que sus­ten­tan la per­spec­ti­va analíti­ca que aquí pre­sen­to.

Por últi­mo me deten­go en un aspec­to poco aten­di­do en el ter­reno de la salud inter­cul­tur­al y es el eje sobre el cual pre­tendo deten­erme en este tra­ba­jo. Me refiero conc­re­ta­mente a los cam­pos de inter­locu­ción entre las instan­cias de gestión e inves­ti­gación. Con­sidero tal cuestión cen­tral para pen­sar los desafíos pen­di­entes en las dinámi­cas de trans­fer­en­cia respec­to de los conocimien­tos con­tex­tual­mente pro­duci­dos. Esti­mo que este recor­ri­do puede con­tribuir a revis­ar los dis­tin­tos pun­tos de vista que le dan relieve a la inter­cul­tur­al­i­dad en el ámbito de la salud.

Claves para analizar el enfoque intercultural en salud

No han sido pocas las dis­cu­siones que ha des­per­ta­do el enfoque inter­cul­tur­al en el cam­po de la salud. Los inten­tos por definir y fijar de algún modo el tér­mi­no escur­ridi­zo y polisémi­co para encuadrar las rela­ciones sociales entre un “nosotros-otros” y las políti­cas públi­cas pen­sadas para indí­ge­nas fueron numerosos [Ameigeiras y Jure 2006; Boc­cara 2007; Hirsch y Ser­ru­do 2010; Fer­nán­dez Juárez 2004 y 2006; Novaro 2006; Walsh 2010]. Antes que pro­pon­er una defini­ción más en el concier­to de las exis­tentes, bus­co explic­i­tar las claves teóri­co-metodológ­i­cas que con­sidero sig­ni­fica­ti­vas para la revisión de las dis­tin­tas per­spec­ti­vas inter­cul­tur­ales en los ámbitos de gestión e inves­ti­gación.

El planteo de Michel Fou­cault ([1984] 2010) sobre los mod­os en que se prob­lema­ti­za un asun­to con­sti­tuye un pun­to de par­ti­da para dar cuen­ta del con­tex­to y del pro­ce­so de pro­duc­ción por el cual la inter­cul­tur­al­i­dad se ha con­ver­tido en obje­to de pen­samien­to y acción social. Si enten­demos que “la prob­lema­ti­zación no quiere decir rep­re­sentación de un obje­to pre­ex­is­tente, así como tam­poco la creación medi­ante el dis­cur­so de un obje­to que no existe” [Fou­cault 2010: 1007] es pre­ciso deten­erse en las rela­ciones entre aque­l­lo que es prob­lema­ti­za­do y el pro­ce­so de prob­lema­ti­zación.[5]

Tal cuestión, en nue­stro caso, nos remite entonces a realizar un doble ejer­ci­cio: 1) analizar las con­struc­ciones de alteri­dad, los vín­cu­los entre las políti­cas de reconocimien­to indí­ge­na y los pro­gra­mas de salud, y 2) explo­rar, con­comi­tan­te­mente, a través de qué pre­gun­tas y recortes los tra­ba­jos de inves­ti­gación han abor­da­do a la “salud inter­cul­tur­al”.

El actu­al par­a­dig­ma basa­do en la val­o­ración de las difer­en­cias cul­tur­ales instaló como pre­supuesto la idea de la exis­ten­cia de los indí­ge­nas como un dato de la real­i­dad suponien­do a las sociedades lati­noamer­i­canas mul­ti­cul­tur­ales o inter­cul­tur­ales “des­de siem­pre”. Aho­ra bien, si la multi/interculturalidad exis­tió des­de siem­pre, cabe pre­gun­tarse ¿qué sen­ti­do tiene uti­lizar un nue­vo tér­mi­no para des­ig­nar algo ya exis­tente?

En esta direc­ción, la dis­tin­ción real­iza­da por Stu­art Hall [2010] entre “mul­ti­cul­tur­al­i­dad” —como adje­ti­vo (“mul­ti­cul­tur­al”) emplea­do para describir las situa­ciones que afronta una sociedad donde coex­is­ten gru­pos sociales difer­en­ci­a­dos- y “mul­ti­cul­tur­al­is­mo” ‑como sus­tan­ti­vo uti­liza­do para referir a las políti­cas guber­na­men­tales des­ti­nadas a admin­is­trar la diver­si­dad- con­sti­tuye una vía para com­pren­der las actuales rela­ciones interét­ni­cas resul­tantes de pro­ce­sos socio-históri­cos.

Des­de esta per­spec­ti­va, el desafío con­siste en desen­trañar cómo las políti­cas de las difer­en­cias se conectan de múlti­ples man­eras con las artic­u­la­ciones de alteri­dad que las han ante­cedi­do. Es decir deten­erse en las con­cep­tu­al­iza­ciones de “lo indí­ge­na” que se sed­i­men­ta­ron en las dis­tin­tas coyun­turas socio-históri­c­as. Se tra­ta entonces de dar cuen­ta de los usos y sen­ti­dos sociales de las difer­en­cias que fueron insta­lan­do cier­tas “ideas fuerza” y aún grav­i­tan en el fun­da­men­to de las vigentes prác­ti­cas de inclusión/exclusión guber­na­men­tales [Ben­goa 2000].[6]

Al respec­to, los tra­ba­jos que analizaron las prop­ues­tas multi/interculturales durante las refor­mas neolib­erales del siglo XX [Ben­hab­id 2006; Hale 2004 y 2007; Lau­ri­er et al 2005; Sieder 2004] han señal­a­do un pun­to clave: la con­ver­gen­cia entre el “reconocimien­to de la diver­si­dad” ‑pro­movi­do des­de esferas estatales y no estatales- y el quiebre o con­trac­ción de los canales de redis­tribu­ción socioe­conómi­cos que derivó en cre­cientes con­flic­tos entre los pueb­los indí­ge­nas y las dis­tin­tas agen­cias inter­peladas. Bajo este mar­co, las políti­cas sociales vin­cu­ladas al reconocimien­to de los dere­chos especí­fi­cos de los ámbitos estatales y transna­cionales se con­sti­tuyeron en el epi­cen­tro donde se expre­saron los inten­tos de re-asig­nar un lugar a la difer­en­cia y definir qué están dis­puestos a acep­tar en el ejer­ci­cio con­cre­to de las reivin­di­ca­ciones [Boc­cara y Bola­dos 2010].

Como refiere Guil­laume Boc­cara [2015], si el par­a­dig­ma inter­cul­tur­al se gestó como una for­ma de con­stru­ir y admin­is­trar las difer­en­cias resul­ta per­ti­nente deten­erse en las modal­i­dades de inter­pelación que simultánea­mente vis­i­bi­lizaron a los indí­ge­nas como “suje­tos vul­ner­a­bles” y “suje­tos de dere­cho” [Loren­zetti 2010]. Como ver­e­mos en el próx­i­mo aparta­do, en el cam­po de salud tal situación gen­eró var­ios nudos paradóji­cos que con­den­san actual­mente las ten­siones de las prop­ues­tas des­ti­nadas a exten­der la estrate­gia de Aten­ción Pri­maria de la Salud (APS) en las comu­nidades indí­ge­nas.

A par­tir de estas con­sid­era­ciones sosten­emos que la pro­duc­ción social de la salud puede abor­darse tan­to des­de las lóg­i­cas que ori­en­tan los proyec­tos de desar­rol­lo socio-san­i­tar­ios ‑en nue­stro caso los pro­ced­imien­tos impli­ca­dos en la APS- como des­de las improntas que tales proyec­tos dejan en las expe­ri­en­cias de las per­sonas involu­cradas. Se tra­ta entonces de iden­ti­ficar las posi­bil­i­dades que deter­mi­nadas prác­ti­cas ‑coher­entes con cier­ta noción de cuida­do en salud- dejan a los suje­tos y supo­nen el desar­rol­lo de mod­os de hac­er y de actu­ar apropi­a­dos den­tro de cier­ta con­fig­u­ración social.

Con esta per­spec­ti­va pre­tendo, entonces, no sólo de-con­stru­ir qué es lo que se prob­lema­ti­za y cómo se lo hace, sino tam­bién reparar en los pro­ced­imien­tos impli­ca­dos que apare­cen bajo el tér­mi­no “inter­cul­tur­al­i­dad” y los efec­tos que pro­ducen sobre las sub­je­tivi­dades de los colec­tivos sociales con­stru­i­dos a par­tir de ellos. Me intere­sa analizar cómo des­de deter­mi­nadas man­eras de prob­lema­ti­zar la salud indí­ge­na se pre­scribe el deber ser del suje­to, las condi­ciones a las que está expuesto y las posi­ciones que asume o con­fronta para con­ver­tirse en des­ti­natario de las inter­ven­ciones socio-san­i­tarias. Tales dimen­siones con­sti­tuyen las coor­de­nadas para deshil­va­nar las políti­cas indi­genistas en este ter­reno y las lec­turas de los tra­ba­jos académi­cos que las han exam­i­na­do de cara a pen­sar algunos de los nudos prob­lemáti­cos que hacen a las rela­ciones entre los ámbitos de gestión e inves­ti­gación.

Desandando las lógicas interculturales de salud en contextos indígenas

En el año 2006, comencé a inda­gar en la con­for­ma­ción del espa­cio de salud inter­cul­tur­al a par­tir del seguimien­to de dos ini­cia­ti­vas del Min­is­te­rio de Salud Nacional: el Pro­gra­ma de Apoyo Nacional de Acciones Human­i­tarias para Pobla­ciones Indí­ge­nas (ANAHI) y el Sub-Pro­gra­ma Equipos Comu­ni­tar­ios para Pueb­los Orig­i­nar­ios. A través del tra­ba­jo de cam­po lle­va­do a cabo en la local­i­dad de Tarta­gal, depar­ta­men­to de Gral. San Martín, anal­icé cómo des­de tales pro­gra­mas se actu­al­iz­a­ban y artic­u­la­ban las rela­ciones entre la pro­mo­ción de la salud y los reconocimien­tos inden­ti­tar­ios [Loren­zetti 2008].[7]

Un con­jun­to de pre­gun­tas guia­ban el pro­ce­so de inves­ti­gación: ¿Qué había impli­ca­do la incor­po­ración del tópi­co inter­cul­tur­al como modal­i­dad de gestión?, ¿De qué man­eras se iba con­fig­u­ran­do una for­ma de gestión de alteri­dad?, ¿Cómo y en qué tér­mi­nos las difer­en­cias se con­vertían en un prob­le­ma de orden san­i­tario?

Por entonces, en Argenti­na, no abund­a­ban los tra­ba­jos abo­ca­dos a explo­rar cómo en el ter­reno san­i­tario se expresa­ban las políti­cas de reconocimien­to cen­tradas en el tópi­co inter­cul­tur­al. En con­traste con el ámbito educa­ti­vo donde la inter­cul­tur­al­i­dad como prin­ci­pio rec­tor se incor­poró más tem­prana­mente en las agen­das estatales vol­cán­dose en leyes pro­gramáti­cas especí­fi­cas [Hecht et al. 2015], en el cam­po de salud recién en el año 2005 comen­z­a­ban a sis­tem­ati­zarse los planteos de exten­der ser­vi­cios y pro­gra­mas san­i­tar­ios bajo tal prin­ci­pio.

En los primeros años del siglo XXI fueron revir­tién­dose algu­nas de las ten­den­cias que car­ac­teri­zaron las políti­cas indi­genistas de la últi­ma déca­da del siglo XX. En los años noven­ta ‑post actu­al­ización de los mar­cos jurídi­cos- los indí­ge­nas fueron sub­sum­i­dos en cier­tos pro­gra­mas de aten­ción a gru­pos vul­ner­a­bles de alcance nacional con el obje­ti­vo de efec­tivizar dere­chos especí­fi­cos [Lenton y Loren­zetti 2005].[8] En con­traste durante la primera déca­da del siglo XXI, des­de los ámbitos guber­na­men­tales, se instaló la necesi­dad de con­fec­cionar pro­gra­mas par­tic­u­lares, retomán­dose para ello los argu­men­tos ver­tidos en los encuen­tros y doc­u­men­tos que realizaron un diag­nós­ti­co de la situación de salud indí­ge­na.[9] En estos se señal­a­ba:

...se ha puesto en evidencia que bajo un supuesto trato universal se reproducen las desigualdades preexistentes que afectan a los pueblos indígenas, expresada en la marginalidad y exclusión y, en el caso particular de la salud, en condiciones más precarias asociadas a las dificultades de acceso, calidad y pertinencia de los servicios. Urge, por tanto, un trato específico que incorpore la perspectiva de derechos de los pueblos indígenas en las políticas y programas de salud, incluyendo la dimensión intercultural, así como un avance más decidido en torno a la ratificación de la normativa internacional y al desarrollo de una legislación acorde a su condición de sujetos de derecho colectivo [CEPAL 2007: 2].

 En con­so­nan­cia con esta lóg­i­ca, se abrió un pro­ce­so que fue refrendán­dose en var­ios even­tos locales como el taller sobre “Pri­or­i­dades en Inves­ti­gación en Salud Pueb­los Indí­ge­nas” orga­ni­za­do en el 2008 por el Foro de Inves­ti­gación en Salud de Argenti­na (FISA), el taller de “Inter­cul­tur­al­i­dad en Salud: la cos­mo­visión de las comu­nidades indí­ge­nas sobre la inter­cul­tur­al­i­dad en salud” pro­movi­do des­de el Min­is­te­rio de Salud de la Nación en el 2009 y las reuniones para la con­fec­ción de los “Planes con los Pueb­los Indí­ge­nas” en dis­tin­tas provin­cias del país en el mar­co del Pro­gra­ma Nacer/Sumar.[10] A la par de afir­mar que los indi­cadores de mor­bi-mor­tal­i­dad indí­ge­nas eran más des­fa­vor­ables que la sociedad envol­vente, estas instan­cias establecieron como cri­te­rio de desagre­gación de los pro­gra­mas el reconocimien­to de “atrib­u­tos cul­tur­ales” recor­tan­do a las comu­nidades como enti­dades sociales par­tic­u­lares den­tro del uni­ver­so vul­ner­a­ble.

En este con­tex­to, la población indí­ge­na pasó a con­sid­er­arse obje­to de inter­ven­ción en carác­ter de su vul­ner­a­bil­i­dad y suje­to inter­pela­do en pos de reconocérse­le jurídica­mente dere­chos y pre­rrog­a­ti­vas especí­fi­cas [Loren­zetti 2010]. En ese juego de apela­ciones donde se con­jugó el “suje­to vul­ner­a­ble” y “suje­to de dere­cho” se con­den­saron una serie de ten­siones en los pro­gra­mas para indí­ge­nas. Estas ten­siones remitían a algo más que una mera dis­crep­an­cia entre dis­eño e imple­mentación, pues jus­ta­mente daban cuen­ta del modo en que la letra de los pro­gra­mas iba pre­fig­u­ran­do, jun­to con otros aspec­tos, el tipo de acciones posi­bles. Conc­re­ta­mente, en el caso de los agentes san­i­tar­ios que tra­ba­ja­ban en las comu­nidades de Tarta­gal, pen­sar en tér­mi­nos de vul­ner­a­bil­i­dad implicó iden­ti­ficar los “fac­tores de ries­go” consigna­dos en una planil­la y aso­cia­r­los con los com­por­tamien­tos de las famil­ias antes que a las condi­ciones socio-económi­cas en las cuales estas se encon­tra­ban. Tal situación ampli­ficó las fric­ciones entre las recomen­da­ciones de los agentes san­i­tar­ios cen­tradas en enseñar lo que sería una bue­na admin­is­tración de los pro­gra­mas de com­pen­sato­rios ofre­ci­dos –la leche para los niños de bajo peso, los bol­sones de ali­men­tos o las tar­je­tas sociales ali­men­ta­rias- y las deman­das de las comu­nidades que bus­ca­ban ampli­ar esas estre­chas con­cep­ciones de salud lig­adas a cubrir mera­mente necesi­dades bási­cas. No fueron pocos los reclam­os indí­ge­nas ante las imputa­ciones que las respon­s­abi­liz­a­ban del uso “no racional” de los paque­tes bási­cos y ret­ribu­ciones sociales, direc­ta o indi­rec­ta­mente mon­i­tore­a­d­os des­de la Aten­ción Pri­maria de la Salud. Así frente a la desnu­tri­ción, la mor­tal­i­dad infan­til o la noti­fi­cación de los numerosos casos de tuber­cu­lo­sis, en dis­tin­tas coyun­turas los indí­ge­nas procu­raron rever­tir las miradas estigma­ti­zantes inscri­bi­en­do tales situa­ciones críti­cas en el mar­co del despo­jo ter­ri­to­r­i­al, del arrin­conamien­to a zonas des­fa­vor­ables, de la fal­ta de agua potable y la pér­di­da de medios disponibles para abaste­cerse de insumos indis­pens­ables como leña, entre otros recur­sos nece­sar­ios. Lejos de con­ce­bir el esta­do de salud de las famil­ias como pro­duc­to de la como­di­dad, la desidia o su pro­pio aban­dono –como fre­cuente­mente sus com­por­tamien­tos sue­len adje­ti­varse- los gru­pos indí­ge­nas lo inscribían en las expe­ri­en­cias de desplaza­mien­to for­zoso y el arrebatamien­to de sus medios de vida [Loren­zetti 2012 y 2013]. No obstante, la posi­bil­i­dad de expre­sar públi­ca­mente estas cues­tiones encon­traron límites en la necesi­dad de asumir cier­tos roles o for­mas de actu­ar para ser des­ti­natario de las denom­i­nas “ayu­das” y pro­gra­mas ofre­ci­dos. En efec­to, estos debían mostrarse mere­ce­dores de tales ayu­das com­pro­metién­dose a actu­ar de acuer­do a las recomen­da­ciones estip­u­ladas que se les daba durante las vis­ti­tas domi­cil­iarias o en el mis­mo hos­pi­tal: “com­prar los ali­men­tos ren­di­dores y baratos”, “dar la leche solo al niño de bajo peso”, “lev­an­tarse tem­pra­no para hac­er la huer­ta”. Para los indí­ge­nas tales inter­pela­ciones impli­caron asumir, de algu­na man­era, las sospe­chas e imputa­ciones que se les atribuía respec­to de los mod­os de mane­jarse con los recur­sos sum­in­istra­dos por las agen­cias estatales. Dar vis­i­bi­lización a cier­tas prob­lemáti­cas como el cerce­namien­to al ter­ri­to­rio o la que­ja abier­ta ante las car­ac­ter­i­za­ciones desval­orizantes era expre­sa­da con el resque­mor de quedarse sin los insumos que se les acer­ca­ba des­de la Aten­ción Pri­maria de la Salud [Loren­zetti 2012].

En este mar­co, se instaló la idea de que un “buen paciente” era quien seguía las recomen­da­ciones y cuida­dos trans­mi­ti­dos por los agentes de salud y se mostra­ba pre­dis­puesto a mod­i­ficar aque­l­los com­por­tamien­tos con­sid­er­a­dos deter­mi­nantes de su esta­do de salud. Así las estrate­gias o elec­ciones indí­ge­nas para afrontar las situa­ciones desven­ta­josas que no se ajusta­ban a las expec­ta­ti­vas de los cri­te­rios san­i­tar­ios fueron con­sid­er­adas “cos­tum­bres”, “man­eras idios­in­cráti­cas”, sobre las que se imponía la necesi­dad de actu­ar. De este modo, la aso­ciación de la vul­ner­a­bil­i­dad con “patrones cul­tur­ales” iba obliteran­do las dinámi­cas sociales, económi­cas y políti­cas que reafir­maron la incor­po­ración sub­or­di­na­da de las comu­nidades. Como resul­tante de tal recorte, la vul­ner­a­bil­i­dad qued­a­ba adosa­da a los mis­mos suje­tos donde, en defin­i­ti­va, eran con­sid­er­a­dos por­ta­dores y pro­duc­tores de ries­gos [Loren­zetti 2010].

Varias cues­tiones apare­cen aquí como claves para de-con­stru­ir los enfo­ques inter­cul­tur­ales en salud e ir des­granan­do las ten­siones que breve­mente men­cioné. Las mis­mas nos per­mi­tirán tam­bién pen­sar algu­nas situa­ciones pre­sentes en las comu­nidades mbya guaraní de Puer­to Iguazú respec­to del carác­ter de las inter­ven­ciones de salud donde cier­tas con­cep­ciones de cul­tura entran en juego.

Términos polémicos: nociones de cultura, diseño e implementación de los programas bajo el prisma de la salud

En primer lugar cabe obser­var las impli­can­cias de los enfo­ques san­i­tar­ios que apun­tan a los “esti­los de vida” [Menén­dez 1998] y a las apropia­ciones del tér­mi­no cul­tura bajo estas con­cep­ciones. En segun­do lugar, señalar los lim­i­tantes de los análi­sis pre­ocu­pa­dos por si las acciones desar­rol­ladas en el ámbito de la salud se cor­re­spon­den sen­su stric­to con los obje­tivos declar­a­dos de los pro­gra­mas.

Respeto a la primera cuestión podemos apun­tar que “lo cul­tur­al” como cam­po de inter­ven­ción y prin­ci­pio explica­ti­vo se ha con­ver­tido en una enti­dad auto­con­teni­da con “vida propia”, desvin­cu­la­do de las rela­ciones sociales que lo insti­tuyen como tal [Briones 2005; Restre­po 2014]. Sus­traí­do de las prác­ti­cas de mar­cación y de los con­tex­tos sociopolíti­cos donde estas oper­an, lo denom­i­na­do “cul­tur­al” habili­ta la delim­itación de cier­tos gru­pos sociales mien­tras reviste a otros de un uni­ver­sal­is­mo que aprue­ba cur­sos de acción según cri­te­rios adje­ti­va­dos como efi­cientes y efec­tivos.[11] De allí que, por ejem­p­lo, las activi­dades de capac­itación de los agentes san­i­tar­ios indí­ge­nas se lim­iten a impar­tir conocimien­tos de pro­mo­ción de la salud y pre­ven­ción de enfer­medades donde los conocimien­tos bio­médi­cos adquieren un papel pre­pon­der­ante y exclu­si­vo por sobre los saberes y expe­ri­en­cias de quienes reciben la for­ma­ción. Esta uni­lat­er­al­i­dad en las instan­cias de inter­cam­bio refle­ja, por un lado, la sub­al­ter­i­zación de las for­mas de enten­der los pro­ce­sos de salud-enfer­medad-aten­ción indí­ge­nas y colo­ca solo a ellos como apren­dices. Por otro lado, en el afán de que los agentes san­i­tar­ios detecten los fac­tores de ries­go e inter­me­di­en como “facil­i­ta­dores cul­tur­ales”, la diver­si­dad de los “esti­los de vida” se pre­sen­ta como resul­ta­do de la “libre elec­ción” de las per­sonas dejan­do de lado las condi­ciones de vida en las cuales se encuen­tran.

Puede adver­tirse que tales nociones de cul­tura derivan de la apropiación de cier­tas per­spec­ti­vas antropológ­i­cas por parte de los ámbitos de gestión, gen­erán­dose una serie de escol­los y usos sociales prob­lemáti­cos.[12] Me refiero a los enfo­ques antropológi­cos que en el afán de romper con las miradas etno­cen­tris­tas enfa­ti­zan en las sin­gu­lar­i­dades de los gru­pos indí­ge­nas respec­to de las nociones de salud-enfer­medad-aten­ción o bien tem­ati­zan acer­ca de sus cos­mo­vi­siones dejan­do a un costa­do cómo las mis­mas se han ido re-actu­al­izan­do a la luz de los cam­bios y dinámi­cas sociales que han afec­ta­do sus condi­ciones de vida. Con el mar­ca­do acen­to de par­tic­u­larizar o de ejerci­tar un “extrañamien­to”, tales pos­turas cor­ren el riego de des-his­tor­izar las con­cep­ciones de vida y las prác­ti­cas ter­apéu­ti­cas indí­ge­nas, con­struyen­do una visión homo­geneizado­ra y esen­cial­ista de los gru­pos al encap­su­lar­los por fuera del tiem­po y el espa­cio. Muchas de esas argu­menta­ciones abonaron las ideas de que los indí­ge­nas son ret­i­centes a las inter­ven­ciones socio-san­i­tarias, diluyen­do las ten­siones entre el sis­tema de salud for­mal y la población indí­ge­na a un mero asun­to de incon­men­su­ra­bil­i­dad de per­spec­ti­vas cul­tur­ales. Asimis­mo, este tipo de enfo­ques ha ubi­ca­do la prác­ti­ca antropológ­i­ca en el rol de tra­duc­to­ra o como her­ramien­ta de “sen­si­bi­lización cul­tur­al” y en con­se­cuen­cia como medi­ado­ra de los con­flic­tos resul­tantes de las ini­cia­ti­vas de salud denom­i­nadas inter­cul­tur­ales [Martínez Hernáez 2011].

Este tipo de inter­preta­ciones y sus impli­can­cias se hace patente en Puer­to Iguazú donde se local­izan cin­co de las cien­to diez comu­nidades mbya guaraní que actual­mente cuen­tan con el reconocimien­to de las per­son­erías jurídi­cas. En este caso, la salud indí­ge­na ha adquiri­do una res­o­nan­cia con ribetes pro­pios que le impone un espa­cio turís­ti­co dis­tin­gui­do como “mar­avil­la nat­ur­al del mun­do”. Bajo tal mar­co las comu­nidades se han con­ver­tido en un atrac­ti­vo para los vis­i­tantes a los que se pro­pone cono­cer las “reser­vas mbya guaraní”. Así la creación de “cir­cuitos étni­cos” con­sti­tuye una fuente de ingre­sos para las famil­ias mbya que se com­bi­nan con otras activi­dades de sub­sis­ten­cia tales como los roza­dos, los tra­ba­jos tem­po­rar­ios denom­i­na­dos “changas” y la ven­ta de arte­sanías. La con­tracara de este pro­ce­so ha sido la recreación de los imag­i­nar­ios sociales donde el guaraní es aso­ci­a­do al “esta­do de nat­u­raleza, con­sus­tan­ci­a­do con la sel­va mision­era” y retrata­do pro­totípi­ca­mente como cazador-recolec­tor. Estas imá­genes tienen una potente capaci­dad para invis­i­bi­lizar los prob­le­mas deriva­dos de la pér­di­da del con­trol ter­ri­to­r­i­al y la mer­ma del acce­so a los recur­sos disponibles. Los mod­os de exis­ten­cia mbya aso­ci­a­dos a las difi­cul­tades en el acce­so al agua potable, a la vivien­da y los medios de sus­ten­to son sub­sum­i­dos bajo miradas hegemóni­cas en las cuales lo indí­ge­na irrumpe como parte de un pasa­do que per­du­ra. En estos tér­mi­nos, prevalece la rep­re­sentación del mbya guaraní en tan­to “museo viviente” que con­ser­va un esta­do de nat­u­raleza cul­tur­al prim­i­ge­nia y se lo exhibe como espe­jo inver­tido del “mun­do occi­den­tal”.

En este con­tex­to el pro­gra­ma provin­cial de salud indí­ge­na has­ta el momen­to, se focal­iza en acer­car la aten­ción médi­ca a las salas de salud comu­ni­tarias donde bási­ca­mente los pro­mo­tores de salud mbya se con­vierten en los tra­duc­tores de las pre­scrip­ciones bio­médi­cas y son los que deben garan­ti­zar la con­tinuidad de los tratamien­tos por parte de los pacientes. Aquí el “res­guar­do cul­tur­al” estaría garan­ti­za­do por la mediación de los pro­mo­tores indí­ge­nas en cuyas espal­das cae el peso de la ade­cuación del sis­tema públi­co de salud. Mien­tras las activi­dades pre­ven­ti­vas son reac­ti­vas pues se real­izan ante el desen­lace de los casos de enfer­medad, la pro­mo­ción de la salud se reduce a char­las infor­ma­ti­vas que dejan en manos de las propias famil­ias mbya las acciones con­du­centes a resolver las situa­ciones prob­lemáti­cas.

Me detendré aho­ra en el segun­do aspec­to men­ciona­do al comien­zo del aparta­do: a las for­mas de com­pren­der los vín­cu­los entre dis­eño y la pues­ta en mar­cha de los pro­gra­mas. Con­sidero que tales for­mas no pueden des­ga­jarse de las con­sid­era­ciones arri­ba señal­adas pues derivan de algún modo de las nociones, más o menos implíc­i­tas, que se tienen acer­ca de la cul­tura y el pre­fi­jo inter que con­ll­e­va el tér­mi­no inter­cul­tur­al­i­dad.

Sin negar los aportes de los tra­ba­jos antropológi­cos que pre­supo­nen la per­spec­ti­va inter­cul­tur­al como instan­cia que posi­bil­i­taría super­ar vie­jas for­mas dis­ci­plinantes de incidir sobre las rela­ciones interét­ni­cas [Aizen­berg 2011; Arrue y Kalin­sky 1991; Bergagna et al. 2012; His­rch 2015; Ramírez Hita 2006; Sy y Remori­ni 2008], entien­do que tal val­o­ración en sí mis­ma merece ser revisa­da. Dis­cu­tir si se tratan o no efec­ti­va­mente de ini­cia­ti­vas “inter­cul­tur­ales”, como si existiese una “inter­cul­tur­al­i­dad autentica/verdadera”, por fuera de aque­l­las con­cep­ciones y prác­ti­cas que se imple­men­tan en nom­bre de ella, puede lle­var a cier­tas encru­ci­jadas o a visiones ses­gadas.

En primer lugar, analizar la letra del pro­gra­ma y la imple­mentación en tér­mi­nos “se dice una cosa y se hace otra” difi­cul­ta visu­alizar a ambas instan­cias como parte de un mis­mo pro­ce­so. Pro­ce­so donde el recorte y los sen­ti­dos sociales puestos en juego son insti­tuyentes de los cur­sos de acción sobre deter­mi­na­dos aspec­tos de la vida social de los des­ti­natar­ios. Con­sidero que el may­or escol­lo reside en tomar lit­eral­mente las prác­ti­cas dis­cur­si­vas escindién­dolas del con­tex­to social en el cual son pro­duci­das, olvi­dan­do asimis­mo su carác­ter rela­cional y per­for­ma­ti­vo. Con­comi­tan­te­mente dicha cuestión impi­de enten­der el carác­ter poroso de cier­tas dico­tomías que se han nat­u­ral­iza­do: cos­mo­vi­siones indí­ge­nas ver­sus conocimien­tos bio­médi­cos, tratamien­tos “tradi­cionales” ver­sus aten­ción médi­ca en el sis­tema de salud públi­co. Existe una difi­cul­tad impor­tante en visu­alizar los entre­cruza­mien­tos resul­tantes de los rela­cionamien­tos interét­ni­cos ‑con­tex­tuales e históri­ca­mente situ­a­dos- que hacen estal­lar los binomios señal­a­dos, dan­do lugar a resig­nifi­ca­ciones de nociones y prác­ti­cas de salud-enfer­medad-aten­ción que mere­cen ser tomadas en cuen­ta. En este sen­ti­do, los mod­e­los analíti­cos cen­tra­dos en las dico­tomías poco apor­tan en la com­pren­sión de las con­fig­u­ra­ciones sociales y recre­an viejos estereoti­pos que son parte del prob­le­ma [Lang­don 1988].

En segun­do lugar, si bien el número de inves­ti­ga­ciones en salud inter­cul­tur­al indí­ge­na ha aumen­ta­do con­sid­er­able­mente [Hirsch y Loren­zetti 2016], el foco puesto exclu­si­va­mente en el tra­ba­jo de cam­po en las comu­nidades paradóji­ca­mente relegó a un segun­do plano la aprox­i­mación etno­grá­fi­ca hacia las dinámi­cas de las agen­cias estatales involu­cradas en el dis­eño e imple­mentación de los pro­gra­mas especí­fi­cos.[13] Dicho asun­to nos lle­va a inda­gar en las for­mas en que se con­struyen las agen­das de inves­ti­gación en relación a las propias de los ámbitos de gestión. En el análi­sis de las expe­ri­en­cias inter­cul­tur­ales en salud, uno de los ses­gos es tomar acríti­ca­mente como prob­le­ma de inves­ti­gación los prob­le­mas de agen­da de los pro­gra­mas, dan­do por sen­ta­dos los mis­mos supuestos con que éstos se elab­o­ran. En con­se­cuen­cia, las lec­turas de tales expe­ri­en­cias pueden quedar entram­padas en las mis­mas reifi­ca­ciones que son propias de las ini­cia­ti­vas anal­izadas, al tomar como dados los prob­le­mas y las rep­re­senta­ciones tal como son plantea­d­os por quienes dis­eñan e imple­men­tan los pro­gra­mas [Loren­zetti 2010]. Así, por ejem­p­lo se ter­mi­na repli­can­do que la cuestión de la inac­ce­si­bil­i­dad al sis­tema de salud públi­co se reduce a las difi­cul­tades de acce­so geográ­fi­co, a un prob­le­ma de tipo lingüís­ti­co-comu­ni­ca­cional o bien resaltan las cos­mo­vi­siones indí­ge­nas sin des­menuzar cómo y en qué tér­mi­nos estas inter­pelan las inter­ven­ciones socio-san­i­tarias. Este recorte deja fuera de debate de qué mod­os el enfoque inter­cul­tur­al es aso­ci­a­do úni­ca­mente a la exten­sión de la aten­ción médi­ca y pierde de vista las man­eras en que los pro­pios des­ti­natar­ios van reapropián­dose, resistien­do o impug­nan­do cier­tas nociones de salud.

Aho­ra bien, ¿Es posi­ble pen­sar una artic­u­lación entre los ámbitos de gestión y los de inves­ti­gación? ¿Qué ten­siones y desafíos pre­sen­ta para ambas instan­cias gener­ar un diál­o­go entre sí? ¿Qué puede apor­tar la prác­ti­ca antropológ­i­ca a estos debates? Estos inter­ro­gantes resul­tan cada vez más recur­rentes no sólo en el seno de la antropología sino tam­bién en otros cam­pos dis­ci­pli­nar­ios y entre los agentes sociales impli­ca­dos en la pro­duc­ción social de la salud. Estas pre­gun­tas serán el hilo con­duc­tor del próx­i­mo aparta­do.

La práctica antropológica en los ámbitos de gestión e investigación: articulaciones posibles

El espa­cio de la salud inter­cul­tur­al ha ren­o­va­do las inter­pela­ciones hacia la prác­ti­ca antropológ­i­ca por parte de los pro­fe­sion­ales con otras for­ma­ciones dis­ci­pli­nar­ias, los agentes estatales y las orga­ni­za­ciones indí­ge­nas. De ellas se despren­den requer­im­ien­tos acer­ca de los aportes del conocimien­to etno­grá­fi­co y de las expec­ta­ti­vas del rol del antropól­o­go involu­cra­do en la inda­gación del que­hac­er “inter­cul­tur­al”. En esas are­nas de dis­cusión, el dile­ma por la con­tribu­ción de la pro­duc­ción antropológ­i­ca y sus impli­can­cias con­for­ma una encru­ci­ja­da donde se con­den­san diver­sas fric­ciones. A través de ellas se expre­san los dis­tin­tos posi­cionamien­tos respec­to de los posi­bles mod­os de trans­ferir las her­ramien­tas teóri­c­as-metodologías de tra­ba­jo y el conocimien­to antropológi­co hacia otros ámbitos.

Sin duda el cam­po de la salud indí­ge­na con­sti­tuye un espa­cio par­tic­u­lar en tan­to pre­dom­i­na la ten­den­cia de ubicar al antropól­o­go como el tra­duc­tor cul­tur­al cuya labor con­si­s­tiría en rev­e­lar las vías para con­seguir los cam­bios desea­d­os y/o solu­cionar con­flic­tos que pueden encon­trar los pro­gra­mas san­i­tar­ios. Esta con­struc­ción pro­totípi­ca del papel del antropól­o­go retroal­i­men­ta varias cues­tiones que mere­cen ser revisadas a la luz de las prob­lemáti­cas que encier­ran. Por un lado, abre­va en la idea de que “otros” deben ser decod­i­fi­ca­dos con­vir­tien­do la prác­ti­ca antropológ­i­ca en su por­tavoz, sub­sum­ien­do la agen­cia indí­ge­na bajo el ala del “exper­to” y pasan­do por alto las pre­scrip­ciones nor­ma­ti­vas que se pro­mueven. Es común que, des­de las agen­cias estatales, se con­ci­ba como ámbito “nat­ur­al” el tra­ba­jo de cam­po en las comu­nidades y se mire con cier­to rece­lo al antropól­o­go cuan­do dirige su aten­ción a las dinámi­cas de gestión procu­ran­do un análi­sis rela­cional de las prác­ti­cas e inter­ac­ciones. Por otro lado, la atribu­ción de ese rol medi­ador, con­ll­e­va a pen­sar a la dis­ci­plina como una “hace­do­ra de rec­etas” que deri­va en una antropología de corte util­i­tarista donde las pre­gun­tas del para quién y con qué propósi­tos ter­mi­nan tornán­dose difusas. Bajo esta con­fig­u­ración los aportes del tra­ba­jo antropológi­co se des­dibu­jan y pier­den el poten­cial para explic­i­tar los nudos críti­cos que encier­ran los vín­cu­los entre el sis­tema públi­co de salud y los pueb­los indí­ge­nas.

Los planteos de José María Uribe Oyarbide [2015] respec­to de las vin­cu­la­ciones de la prác­ti­ca antropológ­i­ca y el con­tex­to donde esta se inscribe nos lle­van a revis­ar un con­jun­to de aspec­tos con­cernientes a los retos que el tra­ba­jo antropológi­co le pre­sen­ta a la relación inves­ti­gación-gestión. En esta direc­ción podemos iden­ti­ficar tres ejes: 1) las tra­duc­ciones que han tenido o se pueden derivar de las afir­ma­ciones de los estu­dios antropológi­cos cen­tra­dos en analizar las difer­en­cias cul­tur­ales, 2) el dile­ma del carác­ter teóri­co o apli­ca­do del conocimien­to pro­duci­do, 3) las disyun­ti­vas des­de las cuales se pien­sa la prác­ti­ca antropológ­i­ca ejer­ci­da en los ámbitos de gestión e inves­ti­gación. Sin pre­tender ago­tar todas las aris­tas que cada eje con­den­sa, me intere­sa señalar algu­nas impli­can­cias rel­e­vantes para pen­sar la con­struc­ción de los espa­cios de la salud inter­cul­tur­al indí­ge­na.

El primer eje nos ins­ta a con­sid­er­ar no sólo cómo cier­tas visiones sobre las difer­en­cias cul­tur­ales y la inter­cul­tur­al­i­dad se han fragua­do en los difer­entes ámbitos sociales, sino tam­bién a aten­der los mod­os en que deter­mi­na­dos enfo­ques antropológi­cos pueden reforzar tales visiones. La noción de cul­tura enten­di­da como esti­lo de vida y deter­mi­nante de los com­por­tamien­tos ha deja­do una fuerte impronta en el sen­ti­do común y en el cam­po de la salud. Impronta que ha sido acom­pasa­da, en pal­abras de Eduar­do Restre­po, por la “otrerización de la difer­en­cia”, es decir: “al establec­imien­to de una serie de dis­tin­ciones ontológ­i­cas esen­cial­izadas entre ‘occi­dente y el resto’, ‘los mod­er­nos y los nos mod­er­nos’ aso­ci­adas a unas geografías imag­i­nadas [2014: 23]. Cabe aquí la obser­vación de Alci­da Ramos [1994] acer­ca de los escol­los pro­pios de la con­struc­ción del indí­ge­na “hiper­re­al”. Es decir, cuan­do las rep­re­senta­ciones estandarizadas y mod­elizadas del indí­ge­na fijan los están­dares per­mi­ti­dos de sus deman­das y per­me­an las lóg­i­cas de reconocimien­to a través de las cuales se da respues­ta a las prob­lemáti­cas que afrontan las comu­nidades. En el ter­reno de la salud, la parado­ja señal­a­da por Ramos parece encon­trar su máx­i­ma expre­sión: mien­tras que el obje­ti­vo explíc­i­to del indi­genis­mo es el “indio de carne y hue­so”, la her­ramien­ta sobre la cual se tra­ba­ja es el “indio mod­e­lo” que tiene una poderosa capaci­dad de escindir a las per­sonas del con­tex­to social donde se hal­lan inm­er­sas. De allí que tal situación genere cor­to­cir­cuitos cuan­do los resul­ta­dos de las inter­ven­ciones no coin­ci­den con los esper­a­dos, en tan­to las acciones de los indí­ge­nas no se ajus­tan a los parámet­ros del “deber ser” supuestos en los pro­gra­mas socio-san­i­tar­ios.[14]

En este sen­ti­do, cobra rel­e­van­cia el enfoque etno­grá­fi­co medi­ante el cual es posi­ble pro­ducir “conocimien­tos impli­ca­dos” [Uribe Oyarbide 2016] capaces de pon­er en cuestión la con­struc­ción de las rep­re­senta­ciones “hiper­reales”. Conocimien­to impli­ca­do pues la expe­ri­en­cia etno­grá­fi­ca involu­cra nece­sari­a­mente no sólo la inclusión de las per­spec­ti­vas de nue­stros inter­locu­tores sino tam­bién un tra­ba­jo con­tex­tu­al y situ­a­do que, ori­en­ta­do teóri­ca y metodológi­ca­mente, nos lle­va a revis­ar de un modo per­ma­nente las nociones analíti­cas con las cuales com­pren­demos las dinámi­cas sociales. En este plano dis­cu­tir el carác­ter teóri­co o apli­ca­do del conocimien­to antropológi­co no tiene sen­ti­do si con­sid­er­amos que su mis­mo hac­er involu­cra la artic­u­lación teoría-prác­ti­ca. Así, respec­to del segun­do eje señal­a­do, podemos afir­mar que no existe una antropología sin teoría o sin prác­ti­ca, ambas son dimen­siones con­sti­tu­ti­vas de la dis­ci­plina. Bajo ningu­na cir­cun­stan­cia, ya sea en el ámbito de inves­ti­gación o la gestión, el tra­ba­jo antropológi­co con­siste en vol­car un conocimien­to ya adquiri­do sino en una tarea de con­struc­ción en colab­o­ración con otros [Lenton 2016]. Retoman­do el argu­men­to de Brígi­da Renol­di el ejer­ci­cio antropológi­co bus­ca “desen­trañar para quién quiere decir qué, esto es: qué real­i­dades los tér­mi­nos inscriben, qué pre­ocu­pa­ciones están aso­ci­adas a ellos y a quiénes pre­ocu­pan, pero sobre todo qué mun­dos evo­can” [2016: 26]. En el caso de los pro­gra­mas sociosan­i­tar­ios des­ti­na­dos a las comu­nidades indí­ge­nas este ejer­ci­cio impli­ca al menos dos desafíos. La aprox­i­mación etno­grá­fi­ca debe reori­en­tarse a recon­stru­ir no sólo las per­spec­ti­vas des­de la cuales se orig­i­nan las deman­das de salud, sino tam­bién prob­lema­ti­zar los recortes pro­movi­dos por las agen­cias estatales medi­ante el recor­ri­do de con­struc­ción y con­cep­tu­al­ización por el cual cier­tos asun­tos se trans­for­man en obje­to de la aten­ción públi­ca en desme­dro de otros. Así frente a las solic­i­tudes de diag­nós­ti­co real­izadas des­de los ámbitos de gestión en salud, un ejer­ci­cio ine­ludi­ble para el antropól­o­go es aten­der a los condi­cionamien­tos y a la cir­cun­scrip­ción de las esferas de aten­ción que los pedi­dos con­ll­e­van [Besse 2000: 8]. La con­tribu­ción de la prác­ti­ca antropológ­i­ca en este ter­reno es desnat­u­ralizar los pre­supuestos insta­l­a­dos, explic­i­tar los posi­cionamien­tos y los efec­tos que tienen los pro­nun­ci­amien­tos en el mar­co de las inter­ac­ciones sociales dadas por los pro­gra­mas de salud. Una cuestión cen­tral es cómo cier­tos aspec­tos se con­vierten en “prob­le­mas” en la agen­da públi­ca y se trans­for­man en “obje­tos” de políti­cas públi­cas car­ac­ter­i­zan­do a los gru­pos sociales des­ti­natar­ios.

Pen­sadas des­de la prác­ti­ca antropológ­i­ca, las rela­ciones entre inves­ti­gación y gestión nos instan a revis­ar las disyun­ti­vas respec­to a las artic­u­la­ciones posi­bles entre ambos ámbitos [Guiñazú 2016]. Este últi­mo eje de análi­sis impli­ca pre­gun­tarse cuán difer­entes son las actua­ciones en dichos espa­cios. Mar­i­an Moya [2015] señala que si bien la tarea académi­ca y de gestión puede diferir en tér­mi­nos de tiem­po, cri­te­rios de eval­u­ación, posi­bil­i­dades de finan­ciación y man­eras de mostrar los resul­ta­dos, estos aspec­tos hacen parte de la dinámi­ca de toda prax­is antropológ­i­ca. Gen­eral­mente se remar­ca que los pla­zos de inves­ti­gación son más dis­ten­di­dos en com­para­ción a los de inter­ven­ción donde el cor­to pla­zo parece estar suped­i­ta­do a los recur­sos disponibles y a la necesi­dad inmedi­a­ta de obten­er resul­ta­dos. No obstante, estas cues­tiones no son aje­nas a las prác­ti­cas de inves­ti­gación: mostrar resul­ta­dos a través de las pub­li­ca­ciones, los pla­zos y los recur­sos disponibles con­fig­u­ran aspec­tos que for­man parte de la dis­cusión actu­al en el cam­po académi­co [Guiñazú 2016; Moya 2015].

La inser­ción de la prác­ti­ca antropológ­i­ca en los diver­sos cam­pos insti­tu­cionales está atrav­es­a­da por estos múlti­ples condi­cionamien­tos e inter­pela­ciones sociales. Al respec­to uno de los pun­tos para replantear la artic­u­lación entre los espa­cios de gestión de las políti­cas indi­genistas en salud y los espa­cios de inves­ti­gación es revis­ar las modal­i­dades de trans­fer­en­cia en la con­struc­ción de conocimien­tos. Las estrate­gias de trans­misión no deben ser enten­di­das como el trasla­do y apli­cación de conocimien­tos de una esfera a otra, sino como la creación de prác­ti­cas de exten­sión capaces de pon­er en con­sid­eración los aportes de la aprox­i­mación etno­grá­fi­ca en los dis­tin­tos con­tex­tos. Estas con­sid­era­ciones en el cam­po de la salud lle­van el adi­ta­men­to de pen­sar en la inter­dis­ci­pli­nar­iedad como un asun­to ine­ludi­ble en la con­struc­ción de agen­das donde las trayec­to­rias de for­ma­ción dis­ci­pli­nar­ias de quienes for­man parte del mis­mo dejan tam­bién su impronta. En estos mar­cos de actuación, la prop­ues­ta de Car­los Giménez [2012] de com­pon­er claves inter­pre­ta­ti­vas des­de las mis­mas prác­ti­cas con­sti­tuye un primer paso hacia la artic­u­lación de las miradas dis­ci­pli­nar­ias que a menudo apare­cen como com­par­ti­men­tos estancos. Con esta premisa el esfuer­zo de la teorización des­de la prác­ti­ca podría resti­tuir el carác­ter mul­ti­per­spec­ti­vo de los pro­ce­sos de salud-enfer­medad-aten­ción. Este ejer­ci­cio posi­bil­i­taría tam­bién desmon­tar las estrate­gias de des­o­cial­ización que los pre­sen­tan como real­i­dades inde­pen­di­entes de los gru­pos sociales, sus his­to­rias y las rela­ciones políti­cas-económi­cas pues­tas en juego [Martínez Hernáez 2011].

Has­ta aquí real­izamos un recor­ri­do que procuró desan­dar, aún sin zan­jar todas las aris­tas, algu­nas de las dis­cu­siones vin­cu­ladas al cam­po de la salud inter­cul­tur­al indí­ge­na en los ámbitos de gestión e inves­ti­gación en Argenti­na. A con­tin­uación, a modo de cierre pro­vi­so­rio, reto­mo breve­mente algu­nas de las cues­tiones que aún rep­re­sen­tan un reto para el tra­ba­jo antropológi­co.

Reflexiones finales

La pues­ta en val­or de la diver­si­dad cul­tur­al en Argenti­na ha con­fig­u­ra­do las políti­cas indi­genistas en los ámbitos guber­na­men­tales de salud y dio lugar a los debates respec­to del alcance y las impli­can­cias de la mis­ma en diver­sos tra­ba­jos antropológi­cos.

Como señalé la apelación a la inter­cul­tur­al­i­dad se con­vir­tió en el eje que jus­ti­ficó la pues­ta en mar­cha de los pro­gra­mas san­i­tar­ios dirigi­dos al colec­ti­vo indí­ge­na. En este mar­co, el foco en las “difer­en­cias cul­tur­ales” con­den­só el flu­jo de las dis­cu­siones entre agen­cias estatales, indí­ge­nas, pro­fe­sion­ales de la salud y de las cien­cias sociales.

Sin embar­go, explo­rar con may­or pro­fun­di­dad y sis­tem­ati­ci­dad cómo las dis­tin­tas apropia­ciones y sen­ti­dos del tér­mi­no cul­tura van encon­tran­do una caja de res­o­nan­cia con­tin­ua sien­do uno de los retos pen­di­entes para los estu­dios antropológi­cos. Ello per­mi­tiría enten­der de qué mod­os las nociones de salud-enfer­medad-aten­ción se rede­finen según las expe­ri­en­cias y con­tex­tos interét­ni­cos especí­fi­cos, superan­do los mod­e­los dicotómi­cos que poco apor­tan a la com­pren­sión de la com­ple­ji­dad de los vín­cu­los y aspec­tos impli­ca­dos en la situación de salud de las comu­nidades indí­ge­nas.

En este sen­ti­do el enfoque etno­grá­fi­co con­sti­tuye un camino no solo para resti­tuir la his­to­ri­ci­dad de las con­cep­ciones de salud-enfer­medad y las prác­ti­cas ter­apéu­ti­cas en juego, sino tam­bién para analizar las agen­das de gestión y de inves­ti­gación. En esta direc­ción, que­da pen­di­ente ahon­dar en el entra­ma­do de las lóg­i­cas estatales y prob­lema­ti­zar los recortes des­de los cuales se imple­men­tan y dis­eñan los pro­gra­mas denom­i­na­dos inter­cul­tur­ales. Cabe entonces en esta instan­cia revis­ar las her­ramien­tas de la prác­ti­ca antropológ­i­ca a fin de con­stru­ir los conocimien­tos impli­ca­dos en los espa­cios donde inter­ac­tu­amos con nue­stros inter­locu­tores.

Citas

* Inves­ti­gado­ra del INMeT (Insti­tu­to Nacional de Med­i­c­i­na Trop­i­cal), Puer­to Iguazú, Misiones-Argenti­na. Doc­to­ra en Antropología por la Uni­ver­si­dad de Buenos Aires, Argenti­na. Correo elec­tróni­co: lorenzettimariana@gmail.com

[1] Entre 1992 y 1993 el Insti­tu­to Nacional de Asun­tos Indí­ge­nas (INAI) –agen­cia indi­genista estatal- fir­mó con­ve­nios con el Min­is­te­rio de Tra­ba­jo y el Min­is­te­rio de Salud con la final­i­dad de capac­i­tar a indí­ge­nas como “facil­i­ta­dores cul­tur­ales”. Elegi­dos por sus propias comu­nidades, se con­sti­tuirían en el nexo con el sis­tema públi­co de salud. A cam­bio de esta tarea los agentes recibían men­su­al­mente una ret­ribu­ción al igual que aque­l­los inscrip­tos a otros planes sociales, tales como el Tra­ba­jar o el de Empleo Comu­ni­tario. En este sen­ti­do, el Pro­gra­ma Salud de Pueb­los Indí­ge­nas se encuadró en la políti­ca de fomen­to de empleo de la época que otor­ga­ba una ret­ribu­ción no con­tribu­ti­va a cam­bio de una con­traprestación de seis horas diarias en algu­na área o ser­vi­cio.

[2] El Pro­gra­ma ANAHI fue crea­do en el año 2000. Con él se dio con­tinuidad a la red de agentes san­i­tar­ios indí­ge­nas del NOA y NEA; el Sub­pro­gra­ma Equipos Comu­ni­tar­ios para Pueb­los Orig­i­nar­ios, se imple­men­tó en los años 2005–2006. Con dicho pro­grama, además de cubrir algu­nas provin­cias del NEA y NOA, se incluyeron otras provin­cias de la región del Cen­tro, Cuyo y Patag­o­nia. En este mar­co se con­for­maron gru­pos de pro­fe­sion­ales de dis­tin­tas dis­ci­plinas (antropól­o­gos, pedi­atras, médi­cos clíni­cos, asis­tentes sociales, enfer­meros, nutri­cionistas) para el desem­peño en comu­nidades indí­ge­nas prop­ues­tas por los rep­re­sen­tantes del Con­se­jo de Par­tic­i­pación Indí­ge­na del INAI. La Sal­va­guar­da Indí­ge­na del Plan Nac­er-Sumar tuvo por obje­to garan­ti­zar la cober­tu­ra de ser­vi­cios de salud a mujeres embarazadas, niños y adul­tos has­ta 64 años de edad. Por últi­mo, la Sal­va­guar­da Indí­ge­na del FESP buscó exten­der el alcance de un con­jun­to de pro­gra­mas pri­or­iza­dos tales como el de Tuber­cu­lo­sis, el de Salud Sex­u­al y Repro­duc­ti­va, Dengue, Cha­gas, HIV, entre otros. El mis­mo, finan­cia­do por el Ban­co Mundi­al, ini­ció sus activi­dades en el 2006 para dar cober­tu­ra en las provin­cias donde se acti­va la Políti­ca de Pueb­los Indí­ge­nas del Ban­co Mundi­al, OP 4.10. En este mar­co comen­zaron a plan­i­fi­carse los Planes con Pobla­ciones Indí­ge­nas (PPI) dia­gra­man­do áreas de inter­ven­ción especí­fi­cas.

[3] Bajo la res­olu­ción 1036‑E/2016 se establece como obje­tivos del pro­gra­ma: “Gener­ar la for­mu­lación de planes para lograr la reduc­ción de las inequidades en las condi­ciones de salud de las pobla­ciones obje­ti­vo. Propen­der a la dis­min­u­ción de la mor­bi-mor­tal­i­dad de la población indí­ge­na medi­ante el desar­rol­lo de pro­gra­mas pre­ven­tivos y pro­mo­ción de la salud. Desar­rol­lar activi­dades de capac­itación de per­sonas de las difer­entes comu­nidades indí­ge­nas para favore­cer el acce­so a los ser­vi­cios públi­cos de salud acep­tan­do la inter­cul­tur­al­i­dad” [Boletín ofi­cial de la Repúbli­ca Argenti­na del 29–7‑2016/ N° 52739/16].

[4] El tra­ba­jo en la provin­cia de Salta fue el resul­ta­do de la beca doc­tor­al (2006–2010) otor­ga­da por la Sec­re­taría de Cien­cia y Téc­ni­ca de la Uni­ver­si­dad de Buenos Aires, la beca pos­doc­tor­al del Con­se­jo Nacional de Inves­ti­ga­ciones Cien­tí­fi­cas y Téc­ni­cas (2010–2012) y la par­tic­i­pación en tres proyec­tos UBA­CyT entre los años 2004–2014. En la provin­cia de Misiones las tar­eas de inves­ti­gación se enmar­can en el proyec­to “Pro­ce­sos de salud-enfer­medad-aten­ción, car­tografía social y per­cep­ción del ries­go san­i­tario entre comu­nidades mbya guaraní, criol­los, colonos y ocu­pantes de la Triple Fron­tera de Iguazú”, inscrip­to en el Insti­tu­to Nacional de Med­i­c­i­na Trop­i­cal.

[5] Si bien las prob­lema­ti­za­ciones como respues­tas dadas por indi­vid­u­os con­cre­tos impli­can algún tipo de creación, esto “no sig­nifi­ca que se encuen­tran libre­mente flotantes sin ningún tipo de ancla­jes o amar­res al con­tex­to o situación especí­fi­ca en la que se despl­ie­gan, como tam­poco son sim­ples deriva­dos o expre­siones mecáni­cas de los con­tex­tos o situa­ciones históri­c­as en las que emer­gen, se trans­for­man o dis­per­san” [Restre­po 2008:127]. En efec­to, para que algún dominio de acción o com­por­tamien­to deven­ga en obje­to de pen­samien­to, se requiere que el mis­mo haya per­di­do la famil­iari­dad y cer­tidum­bre que lo mantiene al mar­gen del cam­po de vis­i­bil­i­dad y se le aso­cie una serie de difi­cul­tades que deman­dan ser encar­adas [Fou­cault 2010].

[6] La peri­odización prop­ues­ta por José Ben­goa [2000] retoma los mod­os en que con­cep­ciones hegemóni­cas fueron sucedién­dose y yux­taponién­dose unas a otras dan­do for­ma a la cuestión indí­ge­na. Bajo este planteo anal­iza cómo a la retóri­ca jurídi­ca de la igual­dad del indí­ge­na del perío­do inde­pen­den­tista se le fue sobreim­prim­ien­do nociones de tinte evolu­cionista. Nociones que, bajo el binomio civ­i­lización y bar­barie, insta­laron la idea de la “infe­ri­or­i­dad del indio” con­jun­ta­mente con el lema “orden y pro­gre­so” durante la con­sol­i­dación de los Esta­dos-nación. Por su parte el indi­genis­mo, cristal­iza­do en la Reunión de Pátzcuaro (Méx­i­co) de 1940, impul­só la asim­i­lación del indí­ge­na como parte del desar­rol­lo de las naciones pro­movien­do la homog­e­nización de la población. La re-emer­gen­cia del movimien­to indí­ge­na de los años seten­ta y ochen­ta del siglo XX puso en jaque las con­cep­ciones asim­i­la­cionci­tas dan­do cuer­po a las cat­e­gorías reivin­dica­ti­vas tales como pueblo, ter­ri­to­rio, par­tic­i­pación y auto-adscrip­ción como cri­te­rio de iden­ti­fi­cación indí­ge­na. En con­jun­to tales con­cep­ciones deben enten­der­se como con­stela­ciones que grav­i­tan con dis­tin­tos énfa­sis en el pre­sente, según coyun­turas y con­tex­tos especí­fi­cos. Esas “ideas fuerza” ‑for­jadas en los dis­tin­tos perío­dos- son actual­mente (re)significadas y pues­tas en cir­cu­lación. Las mis­mas son parte del andami­a­je que fun­da­men­ta las prác­ti­cas políti­cas de agen­cias estatales, orga­ni­za­ciones indí­ge­nas, orga­ni­za­ciones no guber­na­men­tales, académi­cas, entre otros actores sociales.

[7] En el depar­ta­men­to de Gral. José de San Martín se con­cen­tran comu­nidades indí­ge­nas de ocho pueb­los indí­ge­nas: avá guaraní, chane, chorote, kol­la, chulupi, tapi­ete, toba, wichí.

[8] El pro­ce­so de reconocimien­to jurídi­co de los dere­chos indí­ge­nas comen­zó en Argenti­na durante la déca­da de 1980, con el surgimien­to de las lla­madas leyes indi­genistas inte­grales, tan­to a niv­el provin­cial como nacional. A niv­el nacional, tal pro­ce­so se expre­sa en la Ley Nº 23.302 sobre Políti­ca Indí­ge­na y Apoyo a las Comu­nidades Indí­ge­nas san­ciona­da en 1985. Una déca­da después, sumán­dose a las once provin­cias que incluyen den­tro de sus cuer­pos con­sti­tu­cionales la temáti­ca indí­ge­na, se encuen­tra el artícu­lo 75 inc. 17 de la Con­sti­tu­ción Nacional, refor­ma­da en 1994. En éste se reconoce la pre­ex­is­ten­cia étni­ca y cul­tur­al de los pueb­los indí­ge­nas argenti­nos, el dere­cho a una edu­cación bil­ingüe e inter­cul­tur­al, el reconocimien­to de la “per­son­ería jurídi­ca de sus comu­nidades y la pos­esión y propiedad comu­ni­taria de las tier­ras que tradi­cional­mente ocu­pan”. Esto tam­bién involu­cra, “reg­u­lar la entre­ga de otras (tier­ras) aptas y sufi­cientes para su desar­rol­lo humano” jun­to a “su par­tic­i­pación en la gestión referi­da a sus recur­sos nat­u­rales y a los demás intere­ses que los afecten” [GELIND 2000]. Estos reconocimien­tos jurídi­cos dieron pie para que, durante la déca­da del noven­ta, los indí­ge­nas fuer­an inclu­i­dos en pro­gra­mas tales como el de Aten­ción a Gru­pos Vul­ner­a­bles (PAGV), el Com­po­nente de Aten­ción a Pobla­ciones Indí­ge­nas (CAPI) finan­cia­do por el BID, el de Empleo Comu­ni­tario, el Jefes y Jefas de Hog­ar Des­ocu­pa­dos, entre otros [Car­ras­co, Ster­pin y Wein­berg 2008; Lenton y Loren­zetti 2005].

[9] Entre los más influyentes en la región podemos men­cionar el Sem­i­nario “Pueb­los Indí­ge­nas de Améri­ca Lati­na: Políti­cas y Pro­gra­mas de Salud, ¿Cuán­to y Cómo se ha Avan­za­do?”, orga­ni­za­do por la Comisión Económi­ca para Améri­ca Lati­na y el Caribe (CEPAL) en el año 2007. Este even­to dio lugar a la pub­li­cación del libro Panora­ma Social de Améri­ca Lati­na donde se com­pi­laron var­ios tra­ba­jos. Dichos doc­u­men­tos refle­jaron la tóni­ca de planteos que se venían ver­tien­do en la mate­ria, encon­tra­do eco en el despliegue de las ini­cia­ti­vas locales.

[10] El taller del FISA tuvo como propósi­to gener­ar una agen­da públi­ca nacional ante la prob­lemáti­ca san­i­taria

del sec­tor visu­al­izan­do pri­or­i­dades y los recur­sos para los proyec­tos que deberían empren­der­se. Por otra parte con el taller orga­ni­za­do des­de el Min­is­te­rio de Salud se for­mal­iza la fusión del Pro­gra­ma ANAHI y del Sub­pro­gra­ma Médi­cos Comu­ni­tar­ios para Pueb­los Orig­i­nar­ios en el nue­vo Sub­pro­gra­ma Salud Indí­ge­na. El mis­mo debía poten­ciar las acciones de salud des­ti­nadas a los Pueb­los Indí­ge­nas incor­po­ran­do a los agentes san­i­tar­ios indí­ge­nas en Equipos de Salud com­puestos por médi­co, enfer­mero, y pro­fe­sion­ales de apoyo. Asimis­mo se pro­ponía expandir el área de influ­en­cia las acciones de salud a todas las provin­cias con población indí­ge­na. Este antecedente será el que final­mente impul­sa, den­tro de la órbi­ta del Pro­gra­ma Médi­cos Comu­ni­tar­ios-Equipos de Salud del Primer Niv­el de Aten­ción, la creación del Área de Salud Indí­ge­na medi­ante la Res­olu­ción Nº 439/2011 del Min­is­te­rio de Salud de la Nación.

[11] Tal como sostiene Žižek, el par­a­dig­ma mul­ti-inter­cul­tur­al hegemóni­co ha con­s­abido per­pet­u­arse en tan­to abre­va en “una for­ma de racis­mo nega­da, inver­ti­da, autor­ref­er­en­cial, ‘un racis­mo con dis­tan­cia’: ‘respe­ta’ la iden­ti­dad del otro, con­ci­bi­en­do a éste como una comu­nidad ‘aut­en­ti­ca’ cer­ra­da, hacia la cual el mul­ti­cul­tur­al­ista, mantiene una dis­tan­cia que se hace posi­ble gra­cias a su posi­ción uni­ver­sal priv­i­le­gia­da” [1998: 172].

[12] Para pro­fun­dizar en las dis­cu­siones acer­ca de los usos de la noción “cul­tura” en dis­tin­tos con­tex­tos y ámbitos ‑académi­cos, guber­na­men­tales y de activis­mo social- ver Wright [1998]. Los inter­ro­gantes acer­ca de cómo se con­struyen sen­ti­dos de cul­tura y de qué mod­os estos con­fig­u­ran las prác­ti­cas de las dinámi­cas sociales apun­ta, pre­cisa­mente, a desen­trañar el entrete­ji­do entre espa­cios o cam­pos en vin­cu­lación. Aquí me intere­sa señalar la proyec­ción y cir­cu­lación de cier­tas ideas de cul­tura que encuen­tran legit­im­i­dad en cier­tas per­spec­ti­vas antropológ­i­cas.

[13] Numerosos inves­ti­gadores en Argenti­na tra­ba­jaron des­de difer­entes per­spec­ti­vas analíti­cas la salud indí­ge­na en dis­tin­tos con­tex­tos. Entre las temáti­cas abor­dadas encon­tramos: la salud mater­no-infan­til y los pro­ce­sos de embara­zo-par­to-nacimien­to [Can­tore 2014; Drovet­ta 2009; Hirsch 2015], el acce­so y uso de medica­men­tos en las comu­nidades [Hirsch et al. 2015], las deman­das de salud indí­ge­nas [Leavy 2016], la aten­ción en los sis­temas públi­cos de salud [Sti­val 2016; Suarez 2016], la artic­u­lación entre saberes-prác­ti­cas indí­ge­nas y alcance de los ser­vi­cios-pro­gra­mas de salud [Sy y Remori­ni 2008; Estrel­la 2016], los proyec­tos de auto­gestión indí­ge­na de la salud [Sabatel­la 2011], las difi­cul­tades de la par­tic­i­pación indí­ge­na en las políti­cas de salud [Cuyul 2015], la incor­po­ración de la vari­able indí­ge­na en la gen­eración de datos estadís­ti­cos en los sis­temas de salud [Cuyul et al. 2011], la for­ma­ción y capac­itación de los pro­fe­sion­ales de salud en los enfo­ques inter­cul­tur­ales [Bergagna, et al. 2012].

[14] Respec­to a las con­struc­ciones mod­elizadas del indí­ge­na cabe recor­dar tam­bién el tra­ba­jo de Charles Hale (2004). A través del análi­sis de las políti­cas mul­ti­cul­tur­ales en Guatemala, Hale advierte que la delim­itación de las for­mas de acción indí­ge­nas en pos de efec­tivizar sus dere­chos colec­tivos con­fig­uró la figu­ra del “indio per­mi­ti­do” al estable­cer los parámet­ros tol­er­a­bles de las platafor­mas reivin­dica­ti­vas. En el cam­po de la salud que he car­ac­ter­i­za­do, la dis­tin­ción entre “indio per­mi­ti­do” y el “indio desautor­iza­do” opera como estrate­gia no sólo para desplazar las deman­das con­sid­er­adas rad­i­cales por abre­var en la val­o­ración de las prác­ti­cas cura­ti­vas indí­ge­nas sino tam­bién para desa­cred­i­tar los cues­tion­amien­tos o voces críti­cas respec­to a las acciones san­i­tarias imple­men­tadas en las comu­nidades.

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   Cómo citar ¬

Mariana Lorenzetti, «Los enfoques de salud intercultural en los ámbitos de gestión e investigación en Argentina», Revista de Estudios Marítimos y Sociales [En línea], publicado el [insert_php] echo get_the_time('j \d\e\ F \d\e\ Y');[/insert_php], consultado el . URL: https://wp.me/P7xjsR-O9
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